Se ha dicho que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Si esto es así, ¿entonces por qué los partidos se niegan a cambiar las leyes precisamente para satisfacer las aspiraciones políticas del pueblo?
Existe un clamor popular: la ciudadanía se encuentra evidente y justificadamente harta de los partidos políticos, así como de los diputados, senadores y de los asambleístas, la inmensa mayoría de ellos unos auténticos presupuestívoros, quienes no cumplen con la representación popular para la que fueron electos, pero eso sí, devoran cínicamente el tesoro público. ¿Por qué dichos partidos, que se han apropiado del país y han secuestrado la política, no recogieron en las campañas actuales la manifiesta inconformidad ciudadana que les hubiera reportado un singular acaparamiento de votos a su favor? ¿Qué tal, por ejemplo, que el PRI hubiera instruido, desde un principio, a sus respectivos candidatos, para que se comprometieran públicamente a reformar las leyes relativas a la reelección de diputados, senadores, presidentes municipales y delegados como un mecanismo democrático de refrendo o rechazo al buen o mal desempeño de sus funciones? ¿Acaso el PRI no sabía que todas las encuestas evidenciaban la innegable voluntad de las mayorías para permitir la reelección de los legisladores y funcionarios antes descritos? ¿Si el PRI hubiera recogido, en su tiempo, dicha intención popular, comprometiéndose públicamente, no le hubiera reportado un sinfín de votos adicionales? ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué no satisficieron dicha demanda popular?
¿Por qué el PAN, sabedor de que el electorado ya no quiere ver ni en foto a los diputados y a los senadores plurinominales o de representación popular, no instruyó igualmente a sus respectivos candidatos para que en sus campañas también se comprometieran a eliminar a dichos legisladores, cuya existencia no representa más que un aborto republicano? La gente rechaza la existencia de legisladores “virtuales” que nunca nadie votó por ellos. ¿Por qué entonces el PAN no recogió este malestar popular, así como la vieja solicitud de incorporar figuras como el plebiscito, el referéndum, y la iniciativa popular, convirtiéndolos en poderosos y promisorios lemas de campaña?
Se ha dicho que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Si esto es así, ¿entonces por qué los partidos se niegan a cambiar las leyes precisamente para satisfacer las aspiraciones políticas del pueblo? ¿No es el gobierno “del” pueblo? Entonces se debería acatar el clamor popular para ejecutar sin tardanza las reformas solicitadas. Si es “por” el pueblo, a reformar, y si también es “para” el pueblo, entonces también a modificar las leyes y a consentir en todo aquello que exigen las mayorías ciudadanas con la debida claridad.
¿Por qué el PRD, o lo que queda de él, no reintegra a los ciudadanos su derecho a expresarse libremente durante los procesos electorales, los cuales fueron limitados por la reciente reforma al artículo 41 constitucional? ¿Por qué el PRD no se comprometió ante el pueblo de México a permitir la existencia de candidatos independientes sin necesidad de obligar a que forzosamente pertenecieran a un partido político? ¿A dónde queda todo aquello de que el pueblo manda cuando está claro que los partidos han secuestrado a la nación ignorando su voz, que se escucha a través de un coro cada vez más sonoro? México no es propiedad de los partidos políticos. Los legisladores están obligados a cumplir con su representación popular y acatar las instrucciones del pueblo y no las emitidas por la cúpula de los partidos, que día con día pierden más legitimidad.
Si la sociedad demanda insistentemente la ejecución de una reforma en materia de impartición de justicia penal, en el entendido de que 98% de los delitos no se aclaran en nuestro país, ¿por qué entonces ninguno de los tres partidos políticos más influyentes no se comprometió públicamente a instrumentar una reforma penal, el grito de dolor más sonoro lanzado por el pueblo de México ante la barbarie actual? La sociedad ya está harta de modificaciones cosméticas. Ahora denuncia su malestar y furia a través de la moción del voto nulo, del voto en blanco, la mejor muestra para evidenciar el hartazgo de todos nosotros.
Es claro que, si los partidos no modifican las leyes ni reforman la Constitución e ignoran la supuesta voluntad soberana de las mayorías, no se trata de una manifiesta incapacidad política, sino de un entramado de intereses creados que exhiben la putrefacción del sistema político mexicano. Es claro que los subsidios concedidos a los partidos son ciertamente muy generosos, siendo que su correcto destino en muchas ocasiones puede ser cuestionable. Es claro también que dichos partidos se han convertido en unos secuestradores, cuya víctima es dolorosamente México, cuyas víctimas somos todos nosotros, tú también, lector, tu también eres una víctima y, ¿qué hacemos los mexicanos para sacudirnos de encima a estas sanguijuelas que se alimentan con la mejor sangre de todos nosotros? ¿Dónde termina la culpa de los partidos y comienza la nuestra..?
Existe un clamor popular: la ciudadanía se encuentra evidente y justificadamente harta de los partidos políticos, así como de los diputados, senadores y de los asambleístas, la inmensa mayoría de ellos unos auténticos presupuestívoros, quienes no cumplen con la representación popular para la que fueron electos, pero eso sí, devoran cínicamente el tesoro público. ¿Por qué dichos partidos, que se han apropiado del país y han secuestrado la política, no recogieron en las campañas actuales la manifiesta inconformidad ciudadana que les hubiera reportado un singular acaparamiento de votos a su favor? ¿Qué tal, por ejemplo, que el PRI hubiera instruido, desde un principio, a sus respectivos candidatos, para que se comprometieran públicamente a reformar las leyes relativas a la reelección de diputados, senadores, presidentes municipales y delegados como un mecanismo democrático de refrendo o rechazo al buen o mal desempeño de sus funciones? ¿Acaso el PRI no sabía que todas las encuestas evidenciaban la innegable voluntad de las mayorías para permitir la reelección de los legisladores y funcionarios antes descritos? ¿Si el PRI hubiera recogido, en su tiempo, dicha intención popular, comprometiéndose públicamente, no le hubiera reportado un sinfín de votos adicionales? ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué no satisficieron dicha demanda popular?
¿Por qué el PAN, sabedor de que el electorado ya no quiere ver ni en foto a los diputados y a los senadores plurinominales o de representación popular, no instruyó igualmente a sus respectivos candidatos para que en sus campañas también se comprometieran a eliminar a dichos legisladores, cuya existencia no representa más que un aborto republicano? La gente rechaza la existencia de legisladores “virtuales” que nunca nadie votó por ellos. ¿Por qué entonces el PAN no recogió este malestar popular, así como la vieja solicitud de incorporar figuras como el plebiscito, el referéndum, y la iniciativa popular, convirtiéndolos en poderosos y promisorios lemas de campaña?
Se ha dicho que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Si esto es así, ¿entonces por qué los partidos se niegan a cambiar las leyes precisamente para satisfacer las aspiraciones políticas del pueblo? ¿No es el gobierno “del” pueblo? Entonces se debería acatar el clamor popular para ejecutar sin tardanza las reformas solicitadas. Si es “por” el pueblo, a reformar, y si también es “para” el pueblo, entonces también a modificar las leyes y a consentir en todo aquello que exigen las mayorías ciudadanas con la debida claridad.
¿Por qué el PRD, o lo que queda de él, no reintegra a los ciudadanos su derecho a expresarse libremente durante los procesos electorales, los cuales fueron limitados por la reciente reforma al artículo 41 constitucional? ¿Por qué el PRD no se comprometió ante el pueblo de México a permitir la existencia de candidatos independientes sin necesidad de obligar a que forzosamente pertenecieran a un partido político? ¿A dónde queda todo aquello de que el pueblo manda cuando está claro que los partidos han secuestrado a la nación ignorando su voz, que se escucha a través de un coro cada vez más sonoro? México no es propiedad de los partidos políticos. Los legisladores están obligados a cumplir con su representación popular y acatar las instrucciones del pueblo y no las emitidas por la cúpula de los partidos, que día con día pierden más legitimidad.
Si la sociedad demanda insistentemente la ejecución de una reforma en materia de impartición de justicia penal, en el entendido de que 98% de los delitos no se aclaran en nuestro país, ¿por qué entonces ninguno de los tres partidos políticos más influyentes no se comprometió públicamente a instrumentar una reforma penal, el grito de dolor más sonoro lanzado por el pueblo de México ante la barbarie actual? La sociedad ya está harta de modificaciones cosméticas. Ahora denuncia su malestar y furia a través de la moción del voto nulo, del voto en blanco, la mejor muestra para evidenciar el hartazgo de todos nosotros.
Es claro que, si los partidos no modifican las leyes ni reforman la Constitución e ignoran la supuesta voluntad soberana de las mayorías, no se trata de una manifiesta incapacidad política, sino de un entramado de intereses creados que exhiben la putrefacción del sistema político mexicano. Es claro que los subsidios concedidos a los partidos son ciertamente muy generosos, siendo que su correcto destino en muchas ocasiones puede ser cuestionable. Es claro también que dichos partidos se han convertido en unos secuestradores, cuya víctima es dolorosamente México, cuyas víctimas somos todos nosotros, tú también, lector, tu también eres una víctima y, ¿qué hacemos los mexicanos para sacudirnos de encima a estas sanguijuelas que se alimentan con la mejor sangre de todos nosotros? ¿Dónde termina la culpa de los partidos y comienza la nuestra..?
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