A pesar de las voces que pronosticaban un retraso en la consideración de la reforma migratoria por el Senado de Estados Unidos, las señales van en otra dirección. Diversas acciones del poder legislativo en ese país, así como declaraciones recientes del presidente Barack Obama son claro indicio de que el momento político ha cambiado y es posible tener una iniciativa de reforma migratoria en este mismo año.Lo que ocurra con esa reforma es de enorme importancia para los millones de mexicanos que se encuentran en Estados Unidos; para los cientos de miles que intentan atravesar cada año en busca de trabajo; para las familias que viven de las remesas, y para el gobierno mexicano que, como resultado de las medidas que se adopten, verá afectadas expectativas y formas de relación con Estados Unidos. La situación ideal sería una en que los puntos de vista e intereses de México fuesen incorporados al debate y negociaciones que tendrán lugar. Además de ser vecinos, los mexicanos son el grupo más numeroso al que va dirigida la reforma. Participar en el proceso para llegar a ésta se intentó, por única vez, cuando el excanciller Jorge Castañeda confío en la posibilidad de lograr un gran acuerdo migratorio con Estados Unidos que otorgaría a México una “enchilada completa”. Fueron puras ilusiones. El acuerdo nunca se dio y desde entonces no hay vías de diálogo o negociación entre los dos países sobre el tema migratorio.El gobierno de Felipe Calderón, en marcado contraste con los intentos del pasado, ha decidido considerar la reforma como un tema estrictamente doméstico de los Estados Unidos. “Respetamos la soberanía de los Estados Unidos” para decidir sobre el particular, declaran altos funcionarios mexicanos. Los ejes centrales de la reforma migratoria que se discutirá no son nuevos. Están sobre la mesa desde hace tres años, cuando se debatieron ampliamente en el Congreso estadunidense y estuvo a punto de aprobarse una iniciativa de ley que, finalmente, colapsó. Tales ejes son seguridad fronteriza, legalización de los trabajadores mexicanos indocumentados que se encuentran en Estados Unidos y programa de visas para trabajadores huéspedes.Esos ejes no han cambiado, pero algunas circunstancias que pueden afectarlos, de manera positiva o negativa para los intereses mexicanos, sí se han modificado. El ambiente político es menos hostil hacia los mexicanos. Con ese ánimo se han introducido en el Senado iniciativas que los favorecen, como la llamada “Acta soñada” que permitiría a ciertos jóvenes estudiantes indocumentados aspirar a la residencia permanente.De otra parte, los dos gremios sindicales más importantes de los Estados Unidos (AFL-CIO y Change to Win Federation) han acordado una posición común para promover, entre otras cosas, la regularización de migrantes.Así mismo, han cambiado las prioridades y percepciones que se tienen sobre la seguridad fronteriza. En años pasados, las preocupaciones más importantes tenían que ver con acotar el flujo migratorio y el eventual paso de terroristas. Hoy, la preocupación central tiene que ver con evitar que la violencia en México se desborde al otro lado de la frontera. Ahora bien, el problema que, al menos a corto plazo, está afectando negativamente las condiciones en que se desenvuelven los mexicanos en Estados Unidos es la crisis económica. Ésta ha disminuido la oferta de empleo en sectores clave para los migrantes, como es el de la construcción. Los datos hablan de un desempleo creciente entre los trabajadores mexicanos que alcanzó 8% en 2008. Seguramente es más alto el presente año.Lo anterior no significa que, al menos a corto plazo, haya un retorno masivo de migrantes hacia México. Quienes se encuentran allá prefieren esperar, moverse hacia otras actividades, encontrar protección entre amigos o familiares, mudarse a otros estados, aguantar, en fin, por motivos obvios: en México la situación del empleo es aún más desalentadora.Habrá, pues, mayor oferta que demanda en el mercado laboral para los trabajadores migrantes, lo que seguramente repercutirá en sus ingresos y, por tanto, en menores envíos de remesas a México las cuales cayeron un 18% en el primer trimestre de este año.La crisis económica afectará también las dimensiones que puede alcanzar el programa de visas para trabajadores huéspedes. En 2006 se habló de 250 mil y es posible que ahora sean menos. Cierto que las condiciones cambiarán y un buen programa de trabajadores huéspedes debería adaptarse periódicamente a las condiciones reales de demanda, las cuales pueden mejorar en uno o dos años. Sin embargo, el monto inicial que se fije dejará una huella que será clave para determinar hasta dónde ese programa puede sustituir, efectivamente, al movimiento libre de indocumentados que hoy tiene lugar.Se encuentra así, en el horizonte, la posibilidad de una reforma migratoria que puede traer costos y beneficios a México, que presentará retos importantes al gobierno mexicano en su relación con Estados Unidos y en el manejo interno de las zonas expulsoras de migrantes. Sería útil conocer sus planteamientos y proyectos para enfrentar los problemas que vienen. Sin embargo, a pesar de que la migración está en el corazón de las relaciones con Estados Unidos, al llegar al punto de la corresponsabilidad del gobierno mexicano para manejar el problema sólo se encuentran vaguedades. Los optimistas pueden pensar que el gobierno está preparando una posición y planeando acciones con discreción; los pesimistas consideran que, como en tantas otras cosas, no se está haciendo nada.
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