jueves, 26 de enero de 2012

MÉXICO: EN VÍAS DE SUBDESARROLLO

CIRO MURAYAMA RENDÓN

La industrialización se ha entendido desde hace mucho tiempo como sinónimo de desarrollo, de ahí que cuando se alude a los “países industrializados” se habla de las economías desarrolladas del orbe (como EU, Alemania y Japón). Asimismo, por países “en vías de desarrollo” se entiende a las economías inmersas en procesos de industrialización, es decir, que producen una gama creciente de manufacturas de forma más compleja, que incorporan cambio técnico, que generan una mayor inversión en capital y hacen uso de una fuerza de trabajo con altos niveles de calificación.
El crecimiento del sector industrial arrastra también al sector servicios, pues al producir más manufacturas para los mercados interno y externo se fomentan el comercio, los transportes, los servicios financieros y administrativos, por ejemplo. El papel de la expansión industrial como motor del desarrollo nacional se puede constatar una y otra vez a lo largo de la historia. No es casual que el desarrollo de la economía mexicana haya ido atado a nuestra industrialización o que las grandes economías emergentes como China y la India, o Brasil, por hablar de un caso más cercano, precisamente estén viviendo la expansión de sus industrias.
Si industrializarse es desarrollarse, México se encuentra en serios aprietos, ya que nuestra industria sufre un proceso de achicamiento. Son elocuentes las cifras de empleo industrial. De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, en el 2000 había 7 millones 442 mil trabajadores en la industria manufacturera y 10 años después sólo 6 millones 760 mil. En una década se perdieron 682 mil puestos de trabajo en la industria en México. El hecho de que desaparezcan empleos industriales no puede atribuirse siquiera a la crisis de 2008, sino a que la caída viene de antes: entre 2000 y 2005 ya se había registrado una disminución de más de medio millón de puestos de trabajo en el sector manufacturero.
Esta dinámica negativa en el empleo industrial no se explica sólo por el mal desempeño agregado de la economía y el empleo en el país. Entre 2000 y 2010 el volumen de trabajadores ocupados en México aumentó en 15%, pero en la industria se redujo en 9%.
Las cifras revelan con claridad que no sólo se trata de una pérdida de dinamismo o que se viva una fase de estancamiento de la industria sino, peor, que la industria está en franco declive.
En el interior de la industria se encuentran casos sumamente graves, como el del sector textil, que parece condenado a la desaparición y no sólo por la competencia asiática, sino incluso por la proveniente de Centroamérica. Y el sector automotriz, que consigue reactivar sus exportaciones cuando hay cierto repunte de la demanda principalmente en Estados Unidos, se ha vuelto cada vez más dependiente de las importaciones de autopartes y tecnología, por lo que sus efectos en el tejido productivo nacional son reducidos.
La realidad de una industria que se contrae, que genera menos empleo, que pesa menos en el total de la economía, que no expande el avance tecnológico y que se vuelve menos competitiva con el exterior no es ajena a la política económica vigente, caracterizada por: 1) el abandono del fomento productivo; 2) una estrategia comercial de anárquica y generalizada apertura que sólo estimula a las importaciones y rompe los encadenamientos productivos internos y, 3) una política cambiaria de sobrevaluación del peso que castiga la competitividad de los productos y productores nacionales.
Los resultados del desempeño industrial de 2000 a la fecha indican que nos estamos desindustrializando. Con la política económica imperante hemos conseguido volvernos un país en vías de subdesarrollo.

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