viernes, 20 de enero de 2012

CAMBIAR LA IMAGEN DE MÉXICO

OLGA PELLICER

No es mucho lo que puede cambiar en las líneas de la política exterior en el 2012. Los tiempos son cortos y Felipe Calderón ha entrado al periodo que se conoce como de “pato cojo”. No se van a remediar, entonces, los grandes problemas existentes en las relaciones internacionales de México, de los que ya hemos hablado en estas páginas: situaciones conflictivas con los vecinos al norte y al sur, descuido de las relaciones con Asia, falta de definición de socios estratégicos en América Latina, entre otros. Lo anterior no significa que este año carecerá de importancia para dichas relaciones; por el contrario, 2012 será un año que por diversos motivos dejará huella en las mismas.
El primer motivo es que será un año de profundización, o mejoría, de los graves problemas económicos que afectan principalmente a la Unión Europea y a Estados Unidos. Pocos países son tan sensibles a los altibajos de la economía internacional –sobre todo de la de Estados Unidos– como México. Si allá cae la producción industrial, aquí también se va hacia abajo; si allá disminuye la demanda de importaciones, nuestras exportaciones se desploman; si allá se tambalea la confianza de inversionistas y consumidores, en México se resiente.
El año que inicia será recordado como uno en que se afianzó la recuperación económica en Estados Unidos, o como aquel en que se confirmaron los peores vaticinios sobre la vuelta a una recesión. De ocurrir lo primero, ello podría asegurar un buen desempeño de la economía mexicana y podría contribuir a la reelección de Obama. Si ocurre lo segundo, la economía mexicana tendrá un crecimiento muy lento y, muy probablemente, llegará otro inquilino a la Casa Blanca con el que habrá que aprender a dialogar.
El segundo motivo por el que se recordará el 2012 será la celebración de los eventos que ya estaban programados. En ese sentido, la reunión del G-20 es el acontecimiento del año. No es mucho lo que México puede influir en lo tocante a la estabilización financiera mundial; no somos jugadores de primera línea. Sin embargo, hay buenas experiencias y prestigio internacional en figuras como el director del Banco de México, Carstens, cuyas propuestas pueden tener peso en las discusiones previas a la reunión. Ahora bien, el papel más importante que puede cumplir será desempeñarse como un buen gestor que logre encaminar la reunión hacia un documento final sustantivo, mejor del que se obtuvo en Cannes. Para esa tarea, destinada a promover consensos y producir documentos que satisfagan a todos, los diplomáticos mexicanos son muy buenos. Obtener un éxito similar al logrado en la Cop 16 es lo mejor que puede esperarse de la reunión que se avecina.
El tercer motivo y el más importante para recordar el 2012 será lo que ocurra en las elecciones, tanto durante las campañas como durante la transición entre los resultados del mes de julio y la toma de posesión.
Durante las campañas, los candidatos deberán definir sus posiciones sobre la política exterior y el manejo de los factores externos para orientar la vida del país. Hasta ahora, no ha sido un factor muy atendido en la política mexicana y es posible que no se aborde ni seria ni profesionalmente. Sería un grave error que así fuera. No se puede ignorar que el futuro del país, sus posibilidades de crecimiento, el avance hacia el desarrollo sustentable, la estabilidad política interna, el combate más eficiente al crimen organizado, entre otros puntos, están íntimamente vinculados a la conducción de las relaciones exteriores. Más que en otras épocas, el futuro del país no se puede concebir sin mejorar su ubicación en el contexto internacional.
Al llegar la transición, habrá dos aspectos a tomar en cuenta: las personalidades que adquieran mayor responsabilidad para las relaciones con el exterior y la agenda que se vaya a manejar. Es mucho lo que se puede reflexionar sobre la agenda, pero hay un reto que salta a la vista por encima de otros: mejorar la imagen del país en el exterior.
Actualmente, México es percibido, esencialmente, a través de los horrores que cometen las bandas delictivas. A pesar de la captura de varios capos, no hay historias de éxito en la lucha contra el crimen organizado en México. El número de muertes y la persistencia y generalización de la violencia son los datos más contundentes.
Quienquiera que gane la contienda electoral deberá dar señales de la voluntad de cambiar el rumbo de la política en materia de seguridad. Esto, y los resultados que se obtengan, serán el camino insoslayable para empezar a recomponer la imagen de México en el exterior.
Cierto que hay otras tareas. Por ejemplo, una política de comunicación que transmita nuevos mensajes, más positivos y mejor logrados que las conferencias de prensa improvisadas y un tanto pueblerinas con las que Felipe Calderón ha querido convencer a los medios de comunicación internacionales. Tener profesionales en el terreno de las comunicaciones es un reto que deberán abordar los políticos mexicanos; no haberlos tenido es una de las fallas sobresalientes del gobierno actual.
El 2012 es esperado como el año en que habrá señales de cambio. Desde luego, ellas se referirán a diversos aspectos de la vida nacional; las que pueden contribuir a mejorar la imagen de México en el exterior se encuentran entre las que tienen un carácter prioritario.

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