MARÍA AMPARO CASAR
La sucesión presidencial y futura configuración del Congreso acaban de alterarse. La ruptura PRI-PANAL no se explica por diferencia de principios sino de intereses. Se dice que no se consiguieron los equilibrios internos en los partidos. Eso, en buen español, significa que les tronó el acuerdo sobre la repartición de candidaturas y futuros puestos.
Ya habíamos dicho en un artículo anterior que la alianza le había salido muy cara al PRI y que ponía en riesgo la unidad interna. Precisamente eso sucedió. La ruptura dejó en claro que los arreglos cupulares no transitan como antes, que la disciplina y resignación de la militancia no pueden tomarse por sentadas y que el candidato presidencial no tiene el poder para pasar por encima ni de la militancia local ni de otras fuerzas del partido. Al final, los sectores inconformes del PRI dieron al traste con el arreglo cupular de entregarle al PANAL 24 diputaciones y 4 senadurías (en 2006 obtuvo 9 diputados y sólo un senador) a costa de las aspiraciones de sus propios militantes.
Pierde Peña quien avaló la alianza junto con su entonces presidente del PRI -Humberto Moreira-, quien se ufanaba de su cercanía con Gordillo. Ganan quienes no la avalaron en sus términos y advirtieron sobre sus peligros. Entre ellos el senador Beltrones.
Pero, bien manejada, la ruptura puede dejar dividendos al PRI. Por lo pronto deja sin sustento parte de los conflictos por los espacios de las candidaturas sacrificadas y puede recuperar la unidad amenazada. Persisten los que tienen que ver con el PVEM, quien al ver las barbas de su vecino cortar estará poniendo las suyas a remojar. Quién quita y esta ruptura le permita al PRI revisar a la baja el acuerdo por el que le otorgó al Verde 30 candidaturas a la Cámara de Diputados y 5 a la de senadores.
También puede dejar réditos a Peña Nieto. Le permite sacudirse la crítica de haberse aliado con un partido corporativo y un sindicato cuya dirigencia tiene muy mala reputación y a la cual se le responsabiliza de obstruir la reforma educativa. Ahora Peña puede argumentar que tiene las manos libres para implementarla aunque tenga que retractarse de su argumento de que la reforma sería más fácil "teniendo al SNTE adentro y como aliado". Se libra también del compromiso de, en caso de ganar, tener que compartir su gabinete porque, ya se sabe, el SNTE cobra caro.
Desde la perspectiva contraria, el PRI pierde un potente aparato de operación política y puede haberse ganado una poderosa enemiga capaz de movilizar en contra el voto de cientos miles de maestros y sus familias. Pierde también el apoyo corporativo de la Federación Democrática de Sindicatos de Servidores Públicos (FEDESSP) que agrupa a sindicatos como el SNTE, el de Sedesol, el de Sagarpa y el independiente del ISSSTE, entre otros. Finalmente, asumiendo que la alianza electoral se tradujera en alianza parlamentaria, el PRI puede perder a un aliado en el Congreso.
¿Y el PANAL? Dice su dirigente -que ha manejado la crisis con destreza- que ahora podrá postular libremente a los militantes de su partido e incluso que podrán ganar más asientos yendo en solitario. Difícil de creer. El PANAL obtuvo en la elección del 2009 el 3% de la votación y eso no alcanza para 24 diputados. Dice que fue el "viejo" PRI el responsable de la ruptura. Las preguntas son si ser viejo es cuestión de generación, si hay un nuevo PRI, si ése está representado por quienes forjaron la alianza y si el propio SNTE no es parte del viejo PRI.
El PANAL se queda sin la posibilidad de hacer alianza con alguno de los otros dos partidos grandes en condiciones tan ventajosas como lo había hecho con el PRI. De conseguirlo tendría que ser informal porque ya cerró el plazo para registrar las alianzas. En todo caso no parece posible que ni AMLO ni Josefina -la más probable candidata del PAN- consintieran una alianza.
Le quedan sí al PANAL y a Elba Esther tres ventajas que reconociendo su habilidad política podrían manejar en beneficio propio: la independencia para venderse abiertamente o en lo obscurito al mejor postor; la autonomía para operar como mejor le convenga en el 2012 y; la libertad para aliarse a conveniencia con los distintos partidos a nivel estatal porque, a diferencia de lo que ocurrió con Calderón, dudo mucho que el PRI aceptara que el PANAL corriera con otros partidos a nivel local.
¿Y el PAN y la alianza de las izquierdas? A ambos les conviene la ruptura. Difícilmente serán receptores de los votos del PANAL, pero por lo menos son votos que se le restarán al PRI.
La historia no ha terminado, las elecciones dirán a quién benefició o perjudicó la ruptura.
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