En 43 meses como presidente Felipe Calderón ha realizado 12 cambios en su Gabinete (considerando únicamente a los 18 secretarios de Estado y el Procurador General de la República), lo cual implica que en promedio cada tres meses y medio hace algún movimiento; pero los cambios se concentran en 8 dependencias, pues dos de ellas (Desarrollo Social y Economía, llevan dos cambios) y una (Gobernación, 4).
En la última semana de noviembre de 2006, cuando el entonces presidente electo dio a conocer su primer Gabinete señalé en este mismo espacio: "Felipe Calderón decidió privilegiar su cercanía, confianza e identificación con los futuros secretarios, por encima de la experiencia, dominio y conocimiento de la materia o la existencia de un proyecto para atender las distintas problemáticas."
"...el resultado es un Gabinete cien por ciento calderonista, en el que seguramente no habrá contradicciones, discrepancias y descoordinación...pero los problemas pueden surgir en otros rubros, como son la selección de las mejores opciones de políticas públicas y la implementación adecuada de las mismas. Ambas dificultades tienen su origen justamente en la uniformidad y unanimidad esperable en el próximo Gabinete; en la falta de dominio de algunos temas; y la ausencia de experiencia ejecutiva. La opción de Calderón le simplifica el trabajo de liderazgo y coordinación del Gabinete, pero puede ser en demérito de la calidad del mismo."
Muy pronto empezaron a aflorar estos problemas, pues en enero de 2008, ya estaba Calderón sustituyendo a los primeros dos integrantes de su Gabinete por una mala operación: Francisco Ramírez Acuña, en Gobernación, y Beatriz Zavala, en Desarrollo Social; en ambos casos, recurrió a gente de su círculo más cercano: Juan Camilo Mouriño, para la primera; y Ernesto Cordero, para la segunda, es decir, en los recambios el presidente todavía estrechaba más el ingreso al Gabinete. El Gabinete se volvió todavía más calderonista y homogéneo.
Previamente, antes de cumplir el año de gestión, Calderón hizo el primer cambio en la Secretaría de la Función Pública, porque pensó que Germán Martínez le aseguraría buenos resultados electorales como presidente del Comité Ejecutivo Nacional de su partido; en lo cual también se equivocó como demostraron los resultados de la elección intermedia de 2009.
El siguiente cambio se dio en la Secretaría de Economía, porque Calderón envió a su primer titular: Eduardo Sojo a encabezar el INEGI; pero también aprovechó la oportunidad para cerrar todavía más el círculo, pues nombró a quien en ese momento fungía como jefe de la Oficina de la Presidencia, Gerardo Ruiz Mateos. Nadie entendió el nombramiento, su gestión fue acremente criticada, precisamente por quienes más tenían que aceptarla: los empresarios. En noviembre de 2008 tuvo que sustituir a Mouriño, quien murió en un accidente de aviación y, quizá por la sorpresa, fue la única ocasión en la que varió su lógica y aunque recurrió a un panista de abolengo y contemporáneo de él en la Escuela Libre de Derecho, no era de su círculo cercano.
Vinieron otros dos cambios obligados por los magros resultados de gestión o por conflictos que los habían claramente debilitado: Luis Téllez, en Comunicaciones y Transportes, y Josefina Vázquez Mota, en Educación, y en ambos casos también recurrió a sus amigos: Juan Molinar Horcasitas y Alonso Lujambio. Posteriormente, decidió enviar a Agustín Carstens como gobernador de la Junta de Gobierno del Banco de México y aprovechó para reposicionar a Ernesto Cordero, que asumió la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; el movimiento también le permitió incorporar a nivel secretaría a Heriberto Félix Guerra, con quien tejió una gran cercanía desde que éste fue candidato a gobernador de Sinaloa, en 2005. Posteriormente, relevó a Eduardo Medina-Mora en la Procuraduría General de la República y, en su lugar, nombró a Arturo Chávez Chávez, cuyas credenciales como procurador en Chihuahua no eran precisamente las mejores.
Y apenas el miércoles de la semana pasada cambió a dos de sus relevos: Gómez Mont, en Gobernación, y Ruiz Mateos, en Economía, como en el caso de Chávez, los relevos no son gente de su círculo cercano, pero en sus semblanzas no se encuentran sus méritos para llegar a puestos de esta responsabilidad. Los dos cambios fueron obligados por los magros resultados de su gestión; en el primer caso, porque Gómez Mont no logró sacar adelante ninguna de las llamadas reformas legislativas prioritarias del actual gobierno, además del conflicto en el que se vio envuelto en febrero del presente año al firmar como testigo en un convenio entre los dirigentes del PRI y el PAN para evitar las coaliciones electorales entre el PAN y el PRD; y el segundo, porque Ruiz Mateos nunca logró generar confianza en el sector empresarial.
Pero Calderón tampoco aprovechó estas nuevas oportunidades, para nombrar a servidores públicos con experiencia, capacidad, conocimientos y compromiso, vuelve a privilegiar su lealtad, así lo hizo saber al anunciar la designación de Blake, en Gobernación.
De los 12 cambios, siete han sido necesarios porque los titulares demostraron su incompetencia o se vieron involucrados en conflictos que debilitaban su gestión; uno, por la tragedia en la que falleció Mouriño; y los otros cuatro, porque movió a sus piezas para ocupar otras posiciones. Pero la reincidencia en los cambios en Gobernación, Economía y Desarrollo Social, muestra que no colocó a las personas más adecuadas para dichos puestos ni en el primero ni en el segundo intento y, todo parece indicar, que tampoco lo hará en el tercero, al menos en las dos que acaba de cambiar.
En la última semana de noviembre de 2006, cuando el entonces presidente electo dio a conocer su primer Gabinete señalé en este mismo espacio: "Felipe Calderón decidió privilegiar su cercanía, confianza e identificación con los futuros secretarios, por encima de la experiencia, dominio y conocimiento de la materia o la existencia de un proyecto para atender las distintas problemáticas."
"...el resultado es un Gabinete cien por ciento calderonista, en el que seguramente no habrá contradicciones, discrepancias y descoordinación...pero los problemas pueden surgir en otros rubros, como son la selección de las mejores opciones de políticas públicas y la implementación adecuada de las mismas. Ambas dificultades tienen su origen justamente en la uniformidad y unanimidad esperable en el próximo Gabinete; en la falta de dominio de algunos temas; y la ausencia de experiencia ejecutiva. La opción de Calderón le simplifica el trabajo de liderazgo y coordinación del Gabinete, pero puede ser en demérito de la calidad del mismo."
Muy pronto empezaron a aflorar estos problemas, pues en enero de 2008, ya estaba Calderón sustituyendo a los primeros dos integrantes de su Gabinete por una mala operación: Francisco Ramírez Acuña, en Gobernación, y Beatriz Zavala, en Desarrollo Social; en ambos casos, recurrió a gente de su círculo más cercano: Juan Camilo Mouriño, para la primera; y Ernesto Cordero, para la segunda, es decir, en los recambios el presidente todavía estrechaba más el ingreso al Gabinete. El Gabinete se volvió todavía más calderonista y homogéneo.
Previamente, antes de cumplir el año de gestión, Calderón hizo el primer cambio en la Secretaría de la Función Pública, porque pensó que Germán Martínez le aseguraría buenos resultados electorales como presidente del Comité Ejecutivo Nacional de su partido; en lo cual también se equivocó como demostraron los resultados de la elección intermedia de 2009.
El siguiente cambio se dio en la Secretaría de Economía, porque Calderón envió a su primer titular: Eduardo Sojo a encabezar el INEGI; pero también aprovechó la oportunidad para cerrar todavía más el círculo, pues nombró a quien en ese momento fungía como jefe de la Oficina de la Presidencia, Gerardo Ruiz Mateos. Nadie entendió el nombramiento, su gestión fue acremente criticada, precisamente por quienes más tenían que aceptarla: los empresarios. En noviembre de 2008 tuvo que sustituir a Mouriño, quien murió en un accidente de aviación y, quizá por la sorpresa, fue la única ocasión en la que varió su lógica y aunque recurrió a un panista de abolengo y contemporáneo de él en la Escuela Libre de Derecho, no era de su círculo cercano.
Vinieron otros dos cambios obligados por los magros resultados de gestión o por conflictos que los habían claramente debilitado: Luis Téllez, en Comunicaciones y Transportes, y Josefina Vázquez Mota, en Educación, y en ambos casos también recurrió a sus amigos: Juan Molinar Horcasitas y Alonso Lujambio. Posteriormente, decidió enviar a Agustín Carstens como gobernador de la Junta de Gobierno del Banco de México y aprovechó para reposicionar a Ernesto Cordero, que asumió la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; el movimiento también le permitió incorporar a nivel secretaría a Heriberto Félix Guerra, con quien tejió una gran cercanía desde que éste fue candidato a gobernador de Sinaloa, en 2005. Posteriormente, relevó a Eduardo Medina-Mora en la Procuraduría General de la República y, en su lugar, nombró a Arturo Chávez Chávez, cuyas credenciales como procurador en Chihuahua no eran precisamente las mejores.
Y apenas el miércoles de la semana pasada cambió a dos de sus relevos: Gómez Mont, en Gobernación, y Ruiz Mateos, en Economía, como en el caso de Chávez, los relevos no son gente de su círculo cercano, pero en sus semblanzas no se encuentran sus méritos para llegar a puestos de esta responsabilidad. Los dos cambios fueron obligados por los magros resultados de su gestión; en el primer caso, porque Gómez Mont no logró sacar adelante ninguna de las llamadas reformas legislativas prioritarias del actual gobierno, además del conflicto en el que se vio envuelto en febrero del presente año al firmar como testigo en un convenio entre los dirigentes del PRI y el PAN para evitar las coaliciones electorales entre el PAN y el PRD; y el segundo, porque Ruiz Mateos nunca logró generar confianza en el sector empresarial.
Pero Calderón tampoco aprovechó estas nuevas oportunidades, para nombrar a servidores públicos con experiencia, capacidad, conocimientos y compromiso, vuelve a privilegiar su lealtad, así lo hizo saber al anunciar la designación de Blake, en Gobernación.
De los 12 cambios, siete han sido necesarios porque los titulares demostraron su incompetencia o se vieron involucrados en conflictos que debilitaban su gestión; uno, por la tragedia en la que falleció Mouriño; y los otros cuatro, porque movió a sus piezas para ocupar otras posiciones. Pero la reincidencia en los cambios en Gobernación, Economía y Desarrollo Social, muestra que no colocó a las personas más adecuadas para dichos puestos ni en el primero ni en el segundo intento y, todo parece indicar, que tampoco lo hará en el tercero, al menos en las dos que acaba de cambiar.
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