jueves, 8 de julio de 2010

LA FUERZA DE NUESTRA SOCIEDAD

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Antes de que la urgencia de la memoria nos detuviera para contemplar la partida de dos inteligencias prodigiosas, hacíamos el recuento de nuestras razones para festejar el Centenario y el Bicentenario de dos de las fechas fundamentales de nuestra identidad. Entonces, hablábamos de nuestras fortalezas, como la cultura y el idioma, de nuestra ansia de futuro y del nuevo rostro de los ciudadanos. Sin embargo, la que sin duda es la razón más profunda y la más clara de cuantas tenemos para festejar es la formación de una sociedad fuerte hasta límites inimaginables, resistente y valiente, a la que la historia ha sometido a pruebas y tensiones enormes. Hace unos días, independientemente de los resultados, se celebraron en todo el país elecciones estatales y municipales. Una vez más, los voceros del desastre y los agoreros de siempre tuvieron que guardarse sus vaticinios para mejor ocasión. Los ciudadanos acudieron a su cita con las urnas, eligieron en conciencia y demostraron, como siempre que es necesario, que la sociedad mexicana posee fuerzas muy superiores a sus problemas y a sus retos. Es cierto que la acumulación histórica de nuestro desarrollo ha impuesto duras marcas en la convivencia social; también, que nuestro ser social está señalado por hondas desigualdades y, sobre todo, que para los mexicanos luchar hasta por lo más elemental es una forma de vida. Pero esa misma fuerza de las cosas permite a nuestra sociedad movilizarse a velocidades que ningún gobierno alcanza y crear cambios donde los proyectos centralizados apenas sueñan en diseñarse. Somos una sociedad orgullosa de su potencia y también de sus valores y su dinámica. Hace muchos años, a modo de broma, se decía que, en caso de un holocausto nuclear, sólo sobrevivirían en la tierra algunos insectos y los mexicanos. Esa sensación de estar hechos a toda prueba, de salir heridos, pero erguidos, de las más duras pruebas, es la evidencia de una sociedad muy fuerte, sabia y antigua que dimensiona los hechos coyunturales e intuye con acierto los cambios verdaderos.


Somos la sociedad que hizo el 68, la que se organizó libremente en 85, la misma que llevó cuanto tenía para pagar la deuda por la expropiación petrolera, la que en el pasado convirtió las casas del puerto de Veracruz en baluartes contra la invasión, la misma que abrió las puertas a los españoles, a los argentinos, chilenos o armenios caídos en desgracia; la que no pierde la esperanza ni el orgullo de ser mexicanos y, sobre todo, la que se levanta cada día con el orgullo de su mexicanidad labrada a sangre y fuego. Ese es el verdadero sentido de nuestros aniversarios. Estamos muy conscientes de que a los mexicanos nada nos ha sido regalado, que hasta el más pequeño derecho ha sido motivo de una conquista. Estos somos los que hoy festejamos, los que hemos hecho la historia con las manos, minuto a minuto. Esa es la razón de nuestro festejo.

No hay comentarios: