El gobierno ha perdido el pudor, lo que el Diccionario de la Real Academia define como “falta de honestidad en acciones y palabras (...), desvergüenza”. Ya no cabe afirmar que los actos del Gobierno tienen presunción de buena fe. El gobierno fallido se sostiene en dos patas: el estado policiaco y las televisoras, por eso su colusión con éstas es crecientemente impúdica conforme avanza su desprestigio. Somete así al país a la telecracia antidemocrática. Hereda de Fox la desvergonzada cesión del invaluable 12.5 del tiempo de toda la radiodifusión, atribuida al Estado para fines sociales y culturales; como candidato, Calderón impone la “Ley Televisa”, sumisión total, a legisladores panistas; incrementa anualmente el gasto en su publicidad; se mofa de la prohibición de hacer propaganda televisiva en elecciones; impone al presidente de la Cofetel —órgano responsable de “regular” la competencia”—, disputando con Televisa y Beltrones, que impusieron al anterior; entrega en dudoso precio a empresas de telecomunicaciones la “fibra obscura de la CFE y de Luz y Fuerza, patrimonio público; crea un infundado organismo —OPMA— en Gobernación para promoverse en los medios y se engulle el Canal Once, del Politécnico, con ocho señales de televisión por cable nuevas. Propina nuevo atraco, regala a Televisa un segmento del espectro radioeléctrico. La Asociación Mexicana del Derecho a la Información ha demostrado la irregularidad de esta acción operada por el secretario de Comunicaciones, fabricando una “licitación a modo” para asegurarle a Televisa y su apéndice, Nextel, espectro radioeléctrico, dejándola como único postor y adjudicándole en 180 millones de pesos lo que otras empresas adquieren por miles de millones. Lo increíble es que la operación fue denunciada desde cuando la Cámara de Diputados prianista eximió esta futura licitación del pago de derechos por dos años. Se advirtió entonces que esta canonjía se destinaba a Televisa; lo negaron, pero así fue, no importó. Esa es la desvergüenza que define la impudicia. Un destacado comisionado de la Cofetel considera absurdo que la crítica se centre en el monto, cuando el objetivo de la licitación fue “fomentar la competencia”: Como si alguien pudiera regalar miles de millones de recursos públicos pretextando fomentar la competencia, que además es todo lo contrario. Ignoran deliberadamente que el dominio de Televisa en televisión abierta, cable y radio es enorme, cuyo conjunto de redes, por la convergencia tecnológica, puede proveer todos los servicios de telecomunicaciones, más el nuevo segmento. Alegato impúdico. ¿Cuál competencia? Nextel defiende con una campaña de mentiras, afirma que los 180 millones son sólo una parte, pagarán más de 18,000 millones, sin decir que estos serán los derechos normales durante 20 años que saldrán de explotar el segmento regalado y ocultan que también les regalaron dos años de exenciones. Impúdicos Televisa y Nextel, la primera se oculta y usa a Nextel que no pinta para dar la cara, porque de ponerse el nombre Televisa, como modesta ganadora vituperada, ¿quién le creería? Además de las responsabilidades tipificables, como prevaricación del secretario de Comunicaciones e integrantes de Cofetel, es gravísima la colusión del poder con Televisa, que la consolida como un peligro para México. Sólidos estudios demuestran la gravedad de la concentración de los medios: su fuerza elimina a otros; reduce el poder de proveedores y compradores; suprime al pluralismo y la diversidad; controla las fuentes informativas; unifica líneas editoriales; debilita el espacio público. “La concentración de la propiedad en sectores dominantes económicamente dificulta que se expresen voces críticas al sistema”. México tiene ya la más grave concentración en los medios, las televisoras manipulan al país sin alternativas y anulan la democracia, incluso Televisa se permite regañar a su promotor, el presidente Felipe Calderón.
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