jueves, 15 de julio de 2010

DISFRAZ DE CALDERÓN

MANUEL BARTLETT DÍAZ

Las alianzas: un engaño. Concluidos los cómputos, los analistas opinan a favor y en contra. Los panegiristas celebran resultados supuestamente positivos. Superficialmente afirman: Se frenó la aparente inevitabilidad del regreso del PRI a Los Pinos apoyado en gobernadores caciques que desvían recursos, compran votos, institutos electorales y medios de comunicación coludidos. Frenó al PRI en los estados. Partidos ideológicamente opuestos demostraron capacidad para aliarse. El fin de los controles del PRI transformó al país. Los triunfos aliancistas destacados son Puebla, Oaxaca y Sinaloa, donde se derrocó “a los peores”, hubo limpia. Los electorólogos celebran un panorama rosa, hubo elecciones pese a todo, la gente votó, había casillas y padrones; las alianzas expresaron el pluralismo, “la coalición de izquierda y derecha cerró el paso a la fantasía de que el 2012 ya estaba resuelto”.
La crítica es clara, la alianza de la izquierda y la derecha diluye a los partidos, elimina el objetivo electoral, presentar opciones diferentes. No se debatieron los problemas nacionales, queda un país sin soluciones. ¿Quién ganó?, preguntan los comentaristas. La realidad es simple, pero se elude.
Las alianzas son el disfraz con el que Calderón ocultó al PAN, lo envolvió en múltiples siglas, fingió una alianza democrática plural, para evitar el rechazo a su partido responsable de la ingobernabilidad, inseguridad, empobrecimiento, desempleo. Esa es la inevitabilidad que se “percibe” del retorno del PRI, repudio natural al fallido Calderón. Haber evitado el carro completo, como alardean, no es producto de alianzas. Atrás de ellas estuvo la ilegal intervención del Ejecutivo con todos sus instrumentos: dinero ilimitado, programas “sociales”, dádivas, intervención de instituciones públicas, espionaje, campañas negras, delegados federales, Notimex, las televisoras nacionales. Todos delitos electorales. Desesperado, Calderón destruyó los avances electorales.
Los celebrantes de la limpieza de caciques, indignados por las malas artes de los gobernadores, no ven que se logró con las mismas violaciones por el Ejecutivo que censuran a los gobernadores. Quienes celebran la alternancia en estados en donde no ha habido, al apoyar al PAN calderonista buscan impedir la alternancia en la Presidencia.
En Puebla, la alianza fue fachada, el PAN no gana el estado, menos en su absoluto desprestigio, y el PRD chuchista no junta tres gatos, facción anteriormente cooptada, no tiene lógicamente incompatibilidades ideológicas. Operó Nueva Alianza con Calderón, para entronizar al PAN, con las mismas violaciones atribuidas al PRI. Su dirigencia afirma que pactaron cogobernar —tutelar— con el panista Moreno Valle, que gana disfrazado de plural. Derrotan a un gobernador desprestigiado para que la derecha se apropie del estado.
En Oaxaca esa “alianza” no ganó, fueron otras fuerzas, antagónicas a los desmedrados chuchos. En Sinaloa, el “triunfo” de la alianza fue una candidatura aberrante y división priísta. Ambos gobernadores ungidos ofrecieron su apoyo a Calderón. ¿Réplica de Chiapas, de Guerrero, gobernantes de izquierda comparsas de la derecha gobernante?
El “cochinero” electoral calderonista fue nacional, resultando en impugnaciones idénticas de lado y lado; descomposición electoral rumbo al 2012. La cúpula priísta en la simulación, condenan las alianzas en unos estados, en otros no. Derrotados por Nueva Alianza panista en Puebla, pero aliados con ésta en Chihuahua y otros, incongruencia sólo explicable por su descomposición moral, como fue el acuerdo clandestino Paredes-Gómez Mont. Recuerdan a Calderón haberlo apoyado para acceder al poder, reclamándole reciprocidad, porque estarán en manos de un Tribunal que huele a Calderón. Al fin cogobernaron, son iguales, se arreglarán.
El electorado votó sin saber que lo hacía para detener el desmoronamiento de Calderón. Pero existe un hartazgo popular explosivo, cuidado.

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