jueves, 29 de julio de 2010

LA AGENDA JURÍDICA DEL SIGLO XXI

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

El joven siglo ha cumplido ya su primera década, tiempo suficiente para que nuestra perspectiva sea más realista de aquel esperanzado año 2000, cuyas promesas, en mayoría se han visto incumplidas. En aquellos días eran mayores las esperanzas de la globalización que la marea de problemas que traería aparejada; soñábamos, hace muchas décadas y aún siglos, con que el XXI sería un siglo de paz, desarrollo y felicidad pública, aunque también, con los sucesores de Orwell, como un tiempo de horrendas dictaduras totalitarias; ninguno de los extremos se cumplió y hoy, podemos, con mayor serenidad y mejor conocimiento, plantearnos una agenda de todo cuanto en los años por venir tendrá que construir el derecho. Un primer aspecto del mundo jurídico en el que la experiencia nos muestra desajustes más severos, es en el rubro de la relación entre los ciudadanos y el Estado, es decir en la construcción de una democracia participativa, ciudadana, representativa y eficiente, tema que desde luego pasa por la evaluación del sistema de partidos, las funciones ciudadanas y el propio sistema constitucional. Desde hace mucho se avizoró que construir un nuevo marco constitucional no sólo no era necesario, sino que además podría poner en grave riesgo una serie de acuerdos fundamentales que los mexicanos hemos logrado a lo largo de los siglos; sin embargo, es notorio que algunas de las instituciones del pasado necesitan pasar por un periodo de profundo examen para su adecuación a la realidad contemporánea; en ello, la proximidad de los partidos a los ciudadanos, la rendición de cuentas, la representatividad y los mecanismos de corrección jurídicos y políticos son temas de esa agenda. Si habíamos considerado al XX como el siglo de la violencia, el XXI nos ha deparado un escenario todavía más violento; la facilidad de acceso a la información, el primado de la imagen y la descomposición de los escenarios estatales en muchos lugares del mundo nos han alejado del espectro de las grades conflagraciones, sí nos deja en el confuso marco de la violencia interior, de la incapacidad del Estado para hacer frente a los grandes fenómenos delictivos; es también un universo por donde nuestra imaginación y nuestra reflexión deben ser más agudas. En este tiempo de control extremo, de vigilancia remota y de transparencia aún en los rincones más privados de la vida, la defensa de las libertades y de los espacios individuales son, con los derechos humanos, los ámbitos que requieren determinaciones prontas para protegerlas más allá de las acciones de los gobiernos y de los grupos de interés. Por último, no menos urgente, aparece una agenda internacional en la que el debate principal se centra en la evaluación de la soberanía de los estados; es decir, en la evaluación de este mundo globalizado y el retorno a ciertos derechos que parece, funcionan no sólo como defensas de cada pueblo, sino también como elementos de dignidad y de identidad de las Naciones. Este diezmo que el tiempo ha pagado al siglo, bien puede ser la advertencia de un futuro que sólo será mejor si trabajamos en ello, primero pensando y luego, por supuesto, actuando decididamente.

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