JORGE ALCOCER VILLANUEVA
Asiste razón al director de Consulta cuando, en respuesta a los críticos que lo acusan de favorecer al PRI, señala que sus encuestas coinciden con otras, así lo demostró al presentar el comparativo de resultados; coincido con Roy Campos cuando advierte que los ejercicios demoscópicos, que miden preferencias por partido y por los aspirantes a la candidatura presidencial, no deben ser tomados como profecía. Si así fuera, bien valdría discutir una reforma para ahorrarnos los más de 15 mil millones que costará el proceso electoral federal del próximo año.
Por experiencia sabemos que las encuestas no son oráculo, ni tampoco hay prueba de que tengan influencia determinante en las preferencias de los electores, cuyo segmento mayoritario es altamente volátil a la hora de las urnas. Leamos las encuestas como lo que son: fotografías borrosas, que intentan desentrañar los humores ciudadanos en un día determinado.
Tratándose de la preferencia por aspirantes, hay que tener presente que los resultados devienen de respuestas obtenidas de muestras aleatorias que no predeterminan afiliación partidista del entrevistado, lo que resultaría imposible para los casos del PRI y PRD, que carecen de un padrón confiable de afiliados; en el caso del PAN, si bien cuenta con un listado de militantes y adherentes, éste registra un extraño y desbordado crecimiento en algunos estados.
Cuando al publicar las encuestas se advierte que las preferencias por tal o cual aspirante son solo entre priistas, panistas o perredistas, según sea el caso, supongo que primero se pregunta (al entrevistado) su intención de voto y luego, en función de esa respuesta, se le pregunta a quién prefiere como candidato presidencial del partido por el que dijo que votaría. Por tanto, el tamaño de submuestra que se obtiene por partido es significativamente menor a la muestra general, y entre menor sea la preferencia por un partido (caso del PRD) menor será el número de respuestas en torno a sus aspirantes. La consecuencia inevitable es que el margen de error se acrecienta, y en ciertos casos la preferencia reportada carece de significancia estadística.
Es cierto que desde 1994 las encuestas se instalaron en el panorama electoral mexicano, como lo es que desde entonces la mayoría de las casas encuestadoras siguen la misma pauta de presentación de sus breves "vitrinas metodológicas" que repiten los mismos defectos, por ejemplo omitir el margen de error específico para cada submuestra. En pocas palabras, la demoscopia mexicana se ha beneficiado del avance tecnológico, pero está anclada en los modelos informativos de hace tres lustros.
Cada partido, o coalición, decide conforme a sus estatutos el método para seleccionar a su candidato presidencial. No hay un método único. El PRD definió, el domingo, que sus aspirantes sostendrán, al menos, dos debates, y que encargará una "batería de encuestas (...) para conocer las preferencias del electorado sobre los aspirantes". Los debates y las encuestas deberán realizarse dentro de los plazos "que la legislación electoral establece". "El Consejo Nacional emitirá la convocatoria (...) y tomará como base los debates, la encuesta (sic) y la realización del Consejo Nacional electivo (sic) para elegir al aspirante mejor posicionado en las encuestas" (Resolutivos del XIII Congreso Nacional Extraordinario).
Hay un pequeño detalle (Cofipe, Art. 211): la convocatoria debe ser emitida, al menos, 30 días antes del inicio del proceso interno. Si la convocatoria del PRD considera lo que se dice en el punto V del Resolutivo de marras, debates, encuestas y Consejo Nacional electivo deben tener lugar antes que se emita la convocatoria, y ésta antes del inicio de la precampaña. Si hay candidato ungido, parece que no ha lugar a precampaña, ni a que el así designado aparezca en TV y radio (Tesis Jurisprudencial de la SCJN No. 57/2010).
Por su parte, el PAN tiene como método "ordinario" la consulta directa a sus militantes y adherentes; si hay un solo precandidato, podría optar por convocar a consulta abierta a todos los ciudadanos. El PRI tiene tres opciones: elección directa con militantes, o con éstos y simpatizantes, o convención de delegados; en cualquier caso puede tener dos o más precandidatos, o uno solo.
Diría Cantinflas: ¡ahí está el detalle! y en los detalles el ...Tribunal.
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