JAVIER CORRAL JURADO
Exactamente como si una paloma me ladrara, o como si un perro me maullara, así me sorprendió el expresidente Vicente Fox con sus declaraciones de la semana pasada al periódico "El nuevo día" de Puerto Rico. Sobre todo porque, como muy pocas veces, he percibido a Fox en el autoengaño, esto es, en la simulación, a la que lo puede estar conduciendo sus diferencias con el Presidente Calderón, que toman más la caracterización de un coraje que de un razonamiento. No digo que no tenga motivos para sentirse maltratado por su sucesor, sino que me llama la atención hacia donde dirige su molestia y a quien termina haciéndole el caldo gordo.
Por supuesto que no me sorprende su incontinencia verbal, fue una de sus características como mandatario. Tampoco lo rudimentario de sus razonamientos, algunos francamente tontos; nos acostumbramos de hecho a declaraciones atropelladas, inoportunas e incoherentes, que si no fuera por su entonces vocero Rubén Aguilar, jamás habríamos podido descifrar su significado. Pero me parece que Fox nunca llegó a pelear con él mismo como ahora lo ha hecho. Casi siempre sonaba sincero y en la realidad, y eso es lo que le compensaba un poco ante la gente.
Pero ahora ha salido a decir una auténtica barbaridad, o usando las mismas palabras con las que describe sus dichos: una monumental pendejada. Sin recato por el lenguaje, sin respeto por la larga lucha democrática del pueblo de México, sin acomedirse de su propia historia, y sin que viniera a cuento en la entrevista , dijo Vicente Fox : "Creo que el cambio en el régimen ha sido de fondo y no va a haber una regresión aun con el triunfo del PRI. Hoy los mexicanos entendemos y valoramos nuestra democracia. Si el PRI regresa al poder, como sinceramente creo que sucederá, será porque ha aprendido su lección. Hay una nueva generación de priistas cuyos miembros crecieron en un ambiente democrático. Enrique Peña Nieto pertenece a esa generación".
Por supuesto que no podríamos esperar que el expresidente Fox reconociera que el saldo pendiente de nuestra transición es precisamente un cambio de fondo al régimen político, porque esa es su mayor omisión, no sólo haber dejado intactas las estructuras del viejo régimen corporativo y clientelar cuando tenía las mejores condiciones para cambiarlas, sino aceitar la maquinaria de los poderes fácticos que hoy mismo se vuelven contra la democracia; impensable que reconociera que fue él quien reempoderó - cuando ya estaba en picada -, el cacicazgo de Elba Esther Gordillo en el sistema educativo nacional; el disimulo con el mayor peculado electoral que documentalmente se demostró en el "pemexgate", o las enormes canonjías y privilegios que brindó al duopolio de la televisión, convertido ahora en un poder que encañona a cualquiera para el chantaje político y en una amenaza al sistema democrático.
Es comprensible que al expresidente Fox se le olvide la manera en la que contribuyó a darle la fortaleza que hoy admira al PRI y la debilidad que deplora del PAN, cuando a muy temprana hora de su gobierno se rindió y se acomodó a las mismas estructuras políticas, sindicales, administrativas, mediáticas.
Pero que considere demócrata a Enrique Peña Nieto, ni mas ni menos que al sobrino, ahijado y sucesor del impune Arturo Montiel, es la falta de respeto más grande que Fox ha hecho a la democracia que lo encumbró. Como si no supiera de la complicidad corrupta y corruptora del Gobernador del Estado de México, como si a su rancho no llegaran las noticias de la burla permanente de Peña Nieto por la ley y la Constitución, del uso inmoral e ilegal de los recursos públicos para promover su imagen y favorecer a su partido, de la cooptación de los órganos electorales, de su resistencia a la transparencia y a la rendición de cuentas, del impúdico manejo en los órganos de procuración de justicia, de las leyes a modo por el control que ejerce sobre el Congreso estatal.
¿Veremos a Fox al lado de Peña Nieto?. Es probable, sobre todo si unimos los últimos renglones de su entrevista con el halago que le hizo al nuevo demócrata: "A estas alturas de mi vida, lo mismo me da, Coca o Pepsi, igual que PRI o PAN, lo importante es que sirva".
No desconozco de Fox su desprecio por el partido que lo postuló - con enorme generosidad - a la Presidencia de la República; desde su campaña supe que jamás abrazaría la idea de lo partidista, ni mucho menos de lo ideológico o lo doctrinal. Pero me llama la atención que no sea agradecido con la institución, porque ese sentimiento no está peleado con el valor de la libertad, ni de la crítica.
"Lo importante para mí es ejercer mi libertad. Es verdad que hay muchos panistas que dicen "que ya se calle ese pinche Fox, que todo el día dice pendejadas", pero para mí es fundamental el tema de la libertad y si no empiezo conmigo mismo, a decir las tonterías que se me ocurran, a decir lo que pienso, si dejo que me callen desde la presidencia o desde mi propio partido, estoy perdiendo mi libertad".
Que penosa libertad reivindica Vicente Fox, la libertad de decir disparates; que pobre concepto de democracia tiene, que ahora hasta a una fantasmal nueva generación de priistas los ve demócratas. Qué vergüenza y que tristeza a la vez
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