jueves, 4 de agosto de 2011

NEWS OF THE WORLD A LA MEXICANA

JULIO JUÁREZ GÁMIZ

El populachero diario británico News of the World llevaba muchos años jugando al filo del fuera de lugar. Sus reporteros y directivos habían hecho de la intervención telefónica, el espionaje y los paparazzi una fuente regular de información para generar contenidos en sus páginas. El caso ha ido derrumbando piezas en distintas esferas del poder político y mediático de la Gran Bretaña. Dada la naturaleza global de News International, la empresa dueña del hoy extinto tabloide dominical, Rupert Murdoch y su hijo James enfrentan procesos legales por violación a la privacidad en dos continentes.
Al centro de ello se encuentra Jude Law, el connotado actor inglés, cuyos abogados han dado curso a tres juicios en contra de News International. Uno de estos casos asentado en suelo estadounidense tras la intervención del teléfono de su asistente en 2003 y que, eventualmente, condujera a la publicación del affair que el actor tuvo con la nana de sus hijos y el posterior rompimiento con la no menos famosa Sienna Miller, madre de los niños.
El tema va más allá de la sensibilidad de actores o celebridades ante la publicación de sus pecadillos de alcoba. Como dardo envenenado, el asunto de las intervenciones telefónicas se clava con fuerza en el centro del profesionalismo periodístico. Intervenir o no intervenir teléfonos, y, en todo caso, difundir grabaciones que, aunque hallan sido grabadas por un tercero, no eximen de responsabilidad al medio de comunicación que las hace públicas.
Regodeados en nuestra licencia para apedrear al tabloide anglosajón dada su conducta antiética, analistas, académicos y, claro está, periodistas de otras latitudes hemos curado las heridas de nuestro propio periodismo en las de la bestia que hoy yace difunta en el barrio londinense de Wapping, hogar de las oficinas centrales de News International. Sin embargo, esta misma licencia parece habernos liberado de la responsabilidad por discutir un tema que hoy se ha convertido en práctica común en muchos programas de radio y televisión en nuestro país.
La lista es claramente larga pero mencionemos algunos casos en comunicadores generalmente antagónicos en el imaginario colectivo. Por un lado, Televisa, a través del noticiero de Joaquín López Dóriga, no tuvo empacho en reproducir, en noviembre de 2010 las conversaciones telefónicas de funcionarios del IMSS inmiscuidos en supuestos actos de corrupción con representantes de los laboratorios Novartis. Por otro, la periodista Carmen Aristegui difundió en febrero de 2009 la grabación de conversaciones privadas hechas desde el celular del ahora exsecretario de comunicaciones y transportes, Luis Tellez, en donde éste tronaba en contra de Salinas y los manejos de la partida secreta durante su sexenio. Lo mismo en 2010 cuando
Aristegui también diera a conocer otra conversación entre el entonces gobernador oaxaqueño Ulises Ruiz y su coordinador de comunicación social en donde se hablaba de un presunto acuerdo, o rompimiento del mismo, con el grupo Milenio y particularmente con el periodista Carlos Marín para cubrir positivamente al candidato priista a gobernar la entidad aquel año.
Y que decir de la madre de todas las grabaciones telefónicas sobre aquella aberrante charla entre el aquel entonces gobernador poblano Mario Marín y el empresario Kamel Nacif, que, en febrero de 2006, hiciera inicialmente públicas el periódico La Jornada. Grabaciones que posteriormente fueron retransmitidas por televisoras y estaciones radiofónicas por doquier.
Habrá quien sostenga que en estos casos la intervención telefónica y la difusión de las llamadas esta justificada a la luz del interés público dado el tipo de información reportada: actos de corrupción, pederastia, compra de votos, tráfico de influencias, etc. Sin embargo, hay una piedra en el zapato y esta es, innegablemente, la justificación editorial para difundir conversaciones privadas a conveniencia del medio de comunicación y de su propia interpretación de lo que la audiencia debe escuchar, leer o ver.
Más importante aun es el desasosiego del auditorio al enterarse que tanto la filtración de estas llamadas ilegales, así como de los delitos sugeridos por las conversaciones presentadas, acaban en completa impunidad. Preguntémonos qué servicio se le da a la audiencia a raíz de la fascinación de los medios de comunicación con este tipo de revelaciones. Acaso no son las grabaciones telefónicas un sustituto barato del periodismo de investigación. Un artilugio sumamente atractivo para productores y conductores de noticieros pero un recurso inerte en el plano judicial o informativo.
Más importante aun, y aquí entra de nuevo el emblemático caso del News of the World, no es esta la peor manera de educar a las audiencias de que todo se vale con tal de mostrar la información que la audiencia debe obtener según, claro está, el criterio de los comunicadores. En todo caso, no podemos criticar a unos y aplaudir a otros. Para efectos prácticos, la difusión de conversaciones privadas por parte de un medio de comunicación implica aceptar una práctica periodística deleznable e ilegal a todas luces. Y ese debate aun no se da en México. Es importante hacerlo ahora sobre todo a punto de iniciar un proceso electoral que ya se anticipa competido y controversial desde ahora.

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