RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS
Con razón López Velarde, que estudió la carrera de abogado en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, igual que Manuel José Othón, dijo en La Suave Patria que el diablo nos escrituró los veneros de petróleo. ¿Fue una especie de premonición? Porque sólo el diablo o su espíritu maligno, poseyendo el de algunos hombres, es capaz de cegarlos hasta el grado de impedirles ver la realidad. Lo he dicho muchas veces pero es que me asombra y alarma que se quiera volver lo cierto una cosa distinta de lo que es. Además, lo claro como la luz no admite en Derecho interpretación alguna, aparte de que los poseídos por el diablo le busquen uno y mil recovecos distintos a lo evidente. Se interpreta lo obscuro, lo sinuoso, y qué tiene de esto la afirmación categórica del párrafo sexto del artículo 27 de la Constitución que a la letra dice que "Tratándose del petróleo, no se otorgarán concesiones ni contratos". Es verdad que se añade que "La Nación llevará a cabo la explotación de esos productos en los términos que señale la Ley Reglamentaria Respectiva". Y aquí, precisamente aquí, se metió arteramente el diablo violando el texto constitucional porque la Ley Reglamentaria, mediante reforma a su artículo 6º publicada en el Diario Oficial de la Federación en noviembre 28 de 2008, dice que "Petróleos Mexicanos y sus organismos subsidiarios podrán celebrar con personas físicas o morales los contratos de obras y de prestación de servicios que la mejor realización de sus actividades requiere". Consúltelo usted, lector, y luego vienen "candados", como les llaman, pero la aseveración inicial queda impresa como premisa de la que se parte para lo subsecuente. Consúltelo y compare lo que he transcrito del párrafo sexto con la reforma legal de 2008. La conclusión es que el primero prohíbe los contratos y la segunda los permite, siendo que una ley reglamentaria sólo debe reglamentar lo manifestado en la Carta Magna y nunca modificarlo. Lo que yo me pregunto es por qué al respecto nadie pone el grito en el cielo o, mejor, por qué no lo pone en las sanciones con que la Constitución castiga a quienes la violan. ¿Por qué nadie habla o incluso grita? ¿Porque estamos en México y aquí "todo se vale"? Y después de la intromisión diabólica vienen las declaraciones altisonantes, solemnes, de conspicuos funcionarios, literalmente carcajeándose de la Constitución. Y declaran con toda tranquilidad sin la menor idea del Derecho, qué digo, de la justicia social. Por supuesto, han abundado y abundan los "corifeos académicos" de menudo disparate que prestos a endulzarle los oídos al poderoso afirman, sin sombra de pudor, que el gato tiene tres patas en vez de cuatro. En efecto, de acuerdo con información proporcionada por Juan José Suárez Coppel, Director General de PEMEX, se espera para el segundo semestre del año en curso, en el que ya entramos, una segunda entrega de "contratos integrales" a empresas privadas para la exploración y producción petrolera en "campos maduros" de la región norte del país. No hay que olvidar que la semana pasada el propio Suárez Coppel anunció la primera para la región sur. Y a futuro ya se prevé lo mismo en Chicontepec.
Ahora bien, conforme a lo explicado por el Director General de PEMEX, Doctor en Economía Monetaria y Comercio Internacional por la Universidad de Chicago, la gran ventaja es que las empresas contratadas aportarán tecnologías en las que México no está al día, lo cual implica aumentar la producción petrolera. Gran ventaja sin duda a la luz de la economía monetaria y del comercio internacional, pero no a la del Derecho en tanto la Constitución cuente con un artículo 27. Sin embargo ni el Director General de PEMEX, ni su jefe el Presidente de la República, ni los legisladores que hicieron de la Ley Reglamentaria del artículo 27 un instrumento violador de éste, han acatado y entendido las palabras claras y contundentes de la Carta Magna: "NO SE OTORGARÁN CONCESIONES NI CONTRATOS". ¿Qué sucede en México? Que los altos funcionarios, sin exclusión de ninguno, ignoran y violan paladinamente la Constitución. ¡Es terrible!
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