lunes, 22 de agosto de 2011

¿PERIODISMO ECONÓMICO: OTRA DESGRACIA?

RICARDO BECERRA LAGUNA

Lean al azar los periódicos y las revistas de lo que va de agosto. Tengan curiosidad y hurguen en las notas económicas. Lean a los analistas que escriben a diario, hablan en la radio y salen en la televisión. Verán en casi todos una reproducción burocrática y perezosa de unas declaraciones, asimismo burocráticas y perezosas, de quien todavía es Secretario de Hacienda.
Excélsior: “No hay evidencia de que México esté al borde de la recesión, aseguró Cordero”. Impacto: “Una desaceleración en la actividad económica, mas no una recesión, dijo percibir Ernesto Cordero”. El Financiero: “Cordero descarta una crisis como la de 2009”. Milenio: “Improbable una recesión” y en La Razón se recoge: “La economía mexicana es sólida, existe un escenario de desaceleración que no de recesión. Yo veo que no vamos hacia una recesión, ni México y Estados Unidos, expuso el funcionario”.
Gogleen estas palabras y las verán multiplicarse, por centenas en medios de la República. De esa manera, transcrita y repetida textualmente por casi todos, la idea y el diagnóstico del Secretario se quedó allí en periódicos impresos y electrónicos, ahorrándose indagatorias, análisis y cuestionamientos.
Lean a los analistas económicos (con excepciones más que honrosas, como Enrique Quintana). Ellos también nos tranquilizan echando mano del verbo del Secretario, sazonando las columnas con sus propios prejuicios para aparecer por críticos.
Casi todos, vuelven al canónico sermón: “En estos momentos lo más importante es la responsabilidad”, dice uno en Excélsior; “Prudencia es la palabra clave”, aclara otro en El Financiero; “Aprender la lección que castigó el populismo de Obama”, subrayan en El Economista.
¿Cómo es posible que una declaración hecha tan claramente para salir del paso, sea recogida como diagnóstico fundado y sea reproducida como verdad oficial en medio de una situación tan delicada? En esos mismos días, todas las bolsas del mundo sufrieron las peores caídas desde 2008; estamos viendo la brecha más grande conocida en décadas, entre el crecimiento real sobre el potencial en casi todo el mundo occidental y de nuevo estamos metidos en una deflación de activos, viendo cómo el sistema bancario se descapitaliza en las bolsas. Y como la película es tan reciente ya sabemos qué sigue: otra, masiva, restricción del crédito, caída de demanda y con ella algo muy parecido a una recesión.
Bastaba que los periodistas económicos se asomaran a la página del INEGI para constatar que las declaraciones de Cordero ya eran una vacilada en pleno agosto: el segundo trimestre de 2011, es el del más bajo desempeño desde 2009 (3.3 por ciento) y lo peor: el Índice Global de Actividad Económica ya registra tasas negativas.
¿Qué mundo que se niegan a reconocer estos analistas? La situación de estancamiento prolongado (como la que vivió Japón en la década de los 90) pero generalizada a Estados Unidos y buena parte de Europa, incluyendo España y Francia. Un lento, tortuoso y doloroso proceso de desendeudamiento de los gobiernos –los republicanos lo forzaron ya, en los Estados Unidos- que va a tener repercusiones muy serias en el crecimiento global, especialmente en el nuestro, pues la economía de la cual dependemos en casi todo, puede padecer un crecimiento de uno por ciento en la próxima década, y ese solo hecho es peor que enfrentar una caída como nos pasó en 2009.
El episodio es muy revelador: casi cualquier periódico importante, cualquier programa de debate y opinión, casi cualquier analista económico a sueldo que usted lea ó escuche se autoproclamará enemigo del populismo económico y afirmará que no hay remedios a corto plazo y que lo responsable es centrarse en las costosas soluciones “estructurales” al lejano largo plazo. Pues bien: esos periodistas y ese tipo de periodismo son, también, uno de los principales motivos de nuestros problemas económicos, constituyen el medio ambiente de la opinión pública y con su talante, embotan y cancelan la deliberación y las alternativas.
Portadores y difusores prácticos del pensamiento único y están en todas partes, no solo en México ó en los Estados Unidos.
Stieg Larsson, el difunto autor de la trilogía Millenium, bien que lo sabía. Escúchenlo: “Durante los últimos veinte años, los periodistas de economía suecos se habían convertido en un grupo de incompetentes lacayos que , henchidos por su propia vanidad, carecían del menor atisbo de capacidad crítica.
A esta última conclusión había llegado a raíz de la gran cantidad de periodistas de economía que, una y otra vez, sin el más mínimo reparo, se contentaban con reproducir las declaraciones realizadas por los funcionarios, los empresarios y los especuladores bursátiles, incluso cuando los datos eran manifiestamente engañosos y erróneos. En consecuencia, se trataba de periodistas o tan ingenuos y fáciles de engañar que ya deberían haber sido despedidos de sus puestos, o – lo que sería peor- que conscientemente traicionaban la regla de oro de su propia profesión: la de realizar análisis críticos para proporcionar al público una información veraz. Blomkvist reconocía que a menudo sentía vergüenza al ser llamado reportero económico, ya que, entonces, corría el riesgo de ser metido en el mismo saco que las personas a las que ni siquiera consideraba periodistas.
“Blomkvist comparaba el trabajo de los analistas económicos con el de los periodistas de sucesos o los corresponsales enviados al extranjero. Se imaginaba el escándalo que se ocasionaría si el periodista de un importante diario que estuviera cubriendo, por ejemplo, el juicio de un asesinato reprodujera las afirmaciones del fiscal sin ponerlas en duda, dándolas automáticamente por verdaderas, sin consultar a la defensa ni entrevistar a la familia de la víctima, cosa que debería haber hecho para formarse su propia idea del asunto.
“Si un reportero parlamentario ejerciera su oficio de idéntica manera, rompiendo una lanza a favor de cualquier decisión por absurda que ésta fuese, o si un periodista político se mostrase tan falto de criterio profesional, sería despedido de inmediato, por lo menos, reasignado a un departamento donde él, o ella, no pudiera ocasionar tanto daño. En el mundo del periodismo económico, sin embargo, la regla de oro de la profesión - hacer un análisis crítico e informar objetivamente del resultado a sus lectores – no tiene validez. En su lugar, aquí se le rinde homenaje al sinvergüenza que miente o de más éxito. Así se crea también la Suecia del futuro y se mina la última confianza que la gente ha depositado en el gremio periodístico”.
El periodismo económico es una desgracia, no solo en Suecia.

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