RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS
En el "Auditorio Gustavo Baz Prada" de la Antigua Escuela de Medicina el rector de la Máxima Casa de Estudios de México (UNAM), José Narro Robles, propuso una "ética social laica contra el crimen" al sostener que "no podemos ni debemos permanecer ajenos a la situación de inseguridad e injusticia que amenaza a nuestra población". La Universidad, en coordinación con el Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional que preside el Doctor Jorge Carpizo McGregor, le pidió al Gobierno Federal dar un giro en la estrategia de seguridad nacional para centrarla en la prevención del delito, en el abandono de las penas duras y de la prisión como medios para evitar la comisión de delitos, y en el retiro de las fuerzas armadas en la llamada "guerra" contra la delincuencia organizada y el narcotráfico. En suma, se trata de recuperar el Estado de Derecho y el acatamiento a la Constitución, y por eso el Doctor Carpizo se refirió a la necesidad de celebrar un pacto político y social entre los poderes públicos y la ciudadanía "para reorientar a las instituciones de seguridad y justicia". Al respecto yo creo que la Universidad en su condición de conciencia intelectual y moral de la República, garante de la educación pública e impulsora principal del progreso intelectual y científico en el país, ha hecho más que bien en manifestarse en estos momentos tan dramáticos por los que atravesamos. Los universitarios, cada uno de nosotros, no debemos permanecer inermes en medio de esta crisis. La insistencia en "la preservación de la integridad de las personas y la defensa de sus derechos fundamentales", confirma la vocación de la Máxima Casa de Estudios a favor de una política de Estado que garantice la seguridad y la justicia en democracia.
Ahora bien, lo que propone la Universidad ha sido parte desde hace más de ochenta años, y en línea ascendente de continuidad, de las preocupaciones de ilustrísimos universitarios mexicanos y académicos. He allí la historia. Por ejemplo, Raúl Carrancá y Trujillo ha insistido en ello desde la primera edición en 1937 de su famoso Derecho Penal Mexicano, idea que compartió con Luis Garrido, Francisco González de la Vega, José Ángel Ceniceros, entre otros, en el seno de la Academia Mexicana de Ciencias Penales fundada en esa época y que hoy preside Sergio García Ramírez, uno de los participantes en el foro de discusión sobre Seguridad y Justicia en Democracia y del cual surgió la propuesta del rector Narro Robles. Lo que pasa es que su convocatoria se debe completar con un esfuerzo inmediato de análisis y estudio de la comunidad académica nacional, principalmente de las universidades públicas de México que son las herederas de una "ética social laica" emanada de las grandes constituciones liberales, la de Apatzingan, la de 1824, la de 1857 y la de 1917, tan vulnerada y alterada y cuyo espíritu urge recuperar. No hay más que leer los Sentimientos de la Nación de Morelos para saber exactamente de dónde venimos en este orden de ideas. Por eso es que criticamos y seguiremos criticando la reforma constitucional de 2008 en materia de justicia penal y seguridad pública, fuente malsana de la estrategia del gobierno en su fallida "guerra" contra el crimen. Hay que insistir en esto lo mismo en el campus universitario que fuera de él porque el fantasma de la apatía recorre México, junto con el de la incredulidad en todos los sentidos. Hay que despertar a la República sin caer en la violencia de los delincuentes, afianzando y afirmando el hoy tristemente célebre Estado de Derecho. La Universidad, que no es sorda ni muda, nos abre las puertas para participar en un diálogo democrático de reconquista de los grandes valores nacionales. Hay que entrar por ellas. Sólo que es imposible hacerlo y lograrlo sin la brújula orientadora del Derecho porque lo que se ha perdido, muy al margen de la existencia de nuestras instituciones de procuración e impartición de justicia, es el respeto al Derecho y el acatamiento a la Constitución. Y como la Universidad es cultura, ella entiende que en rigor no la hay si vivimos y convivimos aparte del Derecho.
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