jueves, 4 de agosto de 2011

1991

JOSÉ WOLDENBERG

Van a cumplirse 20 años de las primeras elecciones organizadas por el Instituto Federal Electoral. El 18 de agosto de 1991 se renovó por completo la Cámara de Diputados, se eligió un senador por entidad y también a la Asamblea de Representantes del Distrito Federal.
Era la primera estación de una larga historia. En 1988, se sabe, se habían realizado unas elecciones competidas, cuyos resultados no fueron procesados con pulcritud y transparencia. Durante el proceso se habían forjado tres referentes con capacidad de atracción, lo que hizo que, por primera vez en la historia reciente del país, la contienda por la Presidencia fuera tal. Pese a que las condiciones de la competencia eran marcadamente desiguales, la candidatura del ingeniero Cárdenas, apoyada por cuatro partidos, a través del Frente Democrático Nacional, creció de una manera espectacular.
Ese año fuimos testigos de dos noticias contradictorias: el país no cabía, ni quería hacerlo, bajo el manto de una sola organización partidista; pero ni las normas, ni las instituciones, ni los operadores estaban capacitados para asimilar, sin "maquillajes", los resultados que emanaban de las urnas. O para decirlo de otra manera: la pluralidad que cruzaba a México era tal que el formato de un partido hegemónico no podía ofrecerle cauce; pero la existencia de instituciones, inercias y prácticas conformadas a lo largo de las décadas se convertían en un dique que era necesario remover.
Esas realidades enfrentadas fueron el caldo de cultivo de uno de los conflictos postelectorales más enconados del México "moderno". Incluso, se llegó a especular en la posibilidad de una crisis constitucional si el Colegio Electoral no podía calificar la elección presidencial.
Pese a todo, los resultados oficiales dieron al candidato del PRI el 50.36 por ciento de los votos, al del FDN el 30.8 y al del PAN el 17.07. Era la primera vez en la historia del PNR-PRM-PRI que su candidato a la Presidencia "obtenía apenas" la mitad de los sufragios. Y en la Cámara de Diputados, también por primera vez, el PRI tendría 260 legisladores contra 240 de los partidos opositores, lo cual le impediría hacer reformas constitucionales en solitario.
Pero una certeza recorría las oficinas gubernamentales, las de los partidos opositores y las avenidas por donde transita la opinión pública: la añeja estructura electoral no había soportado el embate de la competencia; las fórmulas del pasado, si se mantenían, seguirían generando conflictos sin fin, inestabilidad, rencores, ilegitimidad.
La operación reformadora de 1989-90 consistió, precisamente, en intentar poner al día las instituciones que habían demostrado su incapacidad para lidiar con los nuevos ventarrones del pluralismo.
Así, se decidió desechar a la anquilosada Comisión Federal Electoral y construir, en su lugar, al IFE; y darle una despedida rápida al Tribunal de lo Contencioso Electoral -que tuvo una vida fugaz, duró sólo una elección- y dar paso al Tribunal Federal Electoral (luego se volvería el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación).
Así que las elecciones de 1991 se convirtieron en el primer reto del recién nacido IFE. Su misión: construir confianza, intentando que todos los eslabones del proceso electoral no tuvieran sesgo -fueran imparciales- y que los votos se contaran con limpieza.
Se trató de una contienda en la que las condiciones de la competencia continuaron siendo marcadamente asimétricas, desiguales, pero en la cual los sufragios fueron respetados y los conflictos fueron mínimos. De cara a 1988 se había dado un paso en el sentido correcto, faltaban muchos.
No obstante, los humores públicos en el transcurso de esos tres años también habían mutado de manera considerable. El PRI vivió una recuperación espectacular, el PAN mantuvo, más o menos, su misma votación, y el PRD, en su primera aparición como tal y como el producto más acabado el FDN, logró un magro resultado. Sus respectivos porcentajes en la elección de diputados por el principio de mayoría relativa fueron los siguientes: 61.43; 17.67 y 8.31. (En esa elección no alcanzaron la votación mínima para refrendar su registro -1.5 por ciento- los partidos Revolucionario de los Trabajadores, Demócrata Mexicano, Ecologista de México y del Trabajo).
Han pasado 20 años, y algunos se preguntarán: ¿qué sentido tiene este afán memorialista? Bueno, la memoria tiene sentido en sí misma, no requiere justificante. Pero además, esos episodios nos permiten recordar que nuestros cambios fueron graduales, pero sobre todo, nos previenen contra el olvido de una noción fundamental: los humores de eso que llamamos sociedad, de ese amasijo de pasiones, esperanzas, intereses y delirios que conforman los ciudadanos, es cambiante, volátil y voluble, inestable. Nadie tiene comprada la "voluntad popular" de una vez y para siempre; quien perdió ayer puede recuperarse y quien ganó puede caer; quien es fuerte en una región puede no serlo en otra. Y por si fuera poco: el paso del tiempo es inclemente.

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