Como si los partidos políticos gozaran de un gran aprecio público, como si no estuvieran obligados a fomentar la participación ciudadana, como si aquellas corrientes asociadas que no se identifican con ninguna de las organizaciones existentes y desean participar en elecciones merecieran enfrentar una carrera de obstáculos, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal decidió complicar el registro de partidos políticos locales. Los legisladores no se asumieron como los responsables de pavimentar el terreno para incrementar la participación y eventualmente las ofertas políticas, sino que se pensaron como los celosos guardianes de una fortaleza a la que hay que defender de los intrusos.
El 20 de diciembre se publicó en la Gaceta Oficial el nuevo Código de Instituciones y Procedimientos Electorales del Distrito Federal. Según el artículo 214, para lograr el reconocimiento de un partido político local ahora se requerirá de "un número de afiliados no menor al 2 por ciento de la lista nominal en cada una de las 16 demarcaciones territoriales del Distrito Federal". Antes, sólo se necesitaba del 0.5 por ciento. Además, no cualquiera podrá formar un partido local, sólo las agrupaciones políticas locales tendrán ese derecho (artículo 210). Por si fuera poco, la agrupación tendrá que realizar asambleas en todas las delegaciones con una asistencia mínima de mil ciudadanos (214). Es decir, las barreras de entrada ahora son más altas.
Y no sólo eso, sino que comparado con los requisitos que el Cofipe impone para el registro de los partidos políticos nacionales, el Distrito Federal aparece como mucho más restrictivo. Veamos: un partido político nacional requiere demostrar que tiene el 0.26 por ciento de afiliados con relación al padrón, mientras que en el DF se reclama el 2 por ciento del listado nominal. (Las diferencias entre el padrón y las listas, ya se sabe, están dadas por aquellas personas que no recogen su credencial y suelen ser mínimas). El 0.26 por ciento es nacional, mientras que en la capital se requiere de por lo menos el 2 por ciento en todas y cada una de las delegaciones. A nivel federal ya se erradicó la condición de que sólo las agrupaciones políticas nacionales podrían convertirse en partidos, pero en la capital se mantiene esa restricción. Y mientras que para lograr el reconocimiento de los partidos nacionales se reclama la celebración de asambleas en 20 estados o 200 distritos (el 62.5 o 66.7 por ciento del total respectivo), en el DF el requisito es del 100 por ciento de las delegaciones.
Estamos ante una tendencia en la cual los de "adentro" le hacen cada vez más difícil la entrada a los de "afuera". Y digo que es una tendencia porque en el terreno federal se han dado pasos en el mismo sentido. Como si el aliento de apertura que privó desde fines de los años setenta se hubiese agotado al llegar al nuevo siglo. En el año 2003, los legisladores federales decidieron multiplicar por 2 el número de afiliados necesarios para lograr el registro de un partido político nacional (del 0.13 por ciento al 0.26) y también duplicaron el número de asambleas indispensables para alcanzar el mismo fin (de 10 estatales a 20 y de 100 distritales a 200). Por si fuera poco, establecieron en el año 2007 que la puerta para los registros sólo se abriría cada seis años, cuando desde 1977 se abría antes de cada elección federal (es decir, cada tres años). Esta última reforma hace que por primera vez en más de 30 años, para los comicios del 2012 no existan posibilidades legales de registrar a un nuevo partido. La metafórica puerta se empezará a abrir hasta 2013. Es decir, poco a poco, sin mucho ruido, se complica y obstaculiza el acceso de eventuales nuevos partidos.
Creo que hay que hacerse cargo del malestar que existe con la política y los políticos y volver a diseñar condiciones para que aquellas corrientes político-ideológicas que no se sientan identificadas con ninguno de los partidos existentes puedan participar. Lo otro, encerrarse los de adentro y bloquear a los de afuera, no parece presagiar nada bueno.
Coda: los asambleístas también perdieron la oportunidad de reformar el Estatuto de Gobierno para desterrar la inadmisible y mal llamada cláusula de gobernabilidad en la integración de la Asamblea Legislativa del DF. En el artículo 293 del recién nacido CofipeDF se puede leer: "Al partido político que obtenga por sí mismo el mayor número de constancias de mayoría y por lo menos el 30% de la votación en el Distrito Federal, le será asignado el número de diputados de representación proporcional suficiente para alcanzar la mayoría absoluta de la Asamblea, de conformidad con el inciso b) del párrafo sexto del artículo 37 del Estatuto". En buen español eso quiere decir que por arte de magia (perdón, de la legislación) el 30 por ciento de votos se transforma en el 50 por ciento más uno de los escaños. El sueño del gobernador Peña Nieto para el país, es hoy una realidad en el DF.
El 20 de diciembre se publicó en la Gaceta Oficial el nuevo Código de Instituciones y Procedimientos Electorales del Distrito Federal. Según el artículo 214, para lograr el reconocimiento de un partido político local ahora se requerirá de "un número de afiliados no menor al 2 por ciento de la lista nominal en cada una de las 16 demarcaciones territoriales del Distrito Federal". Antes, sólo se necesitaba del 0.5 por ciento. Además, no cualquiera podrá formar un partido local, sólo las agrupaciones políticas locales tendrán ese derecho (artículo 210). Por si fuera poco, la agrupación tendrá que realizar asambleas en todas las delegaciones con una asistencia mínima de mil ciudadanos (214). Es decir, las barreras de entrada ahora son más altas.
Y no sólo eso, sino que comparado con los requisitos que el Cofipe impone para el registro de los partidos políticos nacionales, el Distrito Federal aparece como mucho más restrictivo. Veamos: un partido político nacional requiere demostrar que tiene el 0.26 por ciento de afiliados con relación al padrón, mientras que en el DF se reclama el 2 por ciento del listado nominal. (Las diferencias entre el padrón y las listas, ya se sabe, están dadas por aquellas personas que no recogen su credencial y suelen ser mínimas). El 0.26 por ciento es nacional, mientras que en la capital se requiere de por lo menos el 2 por ciento en todas y cada una de las delegaciones. A nivel federal ya se erradicó la condición de que sólo las agrupaciones políticas nacionales podrían convertirse en partidos, pero en la capital se mantiene esa restricción. Y mientras que para lograr el reconocimiento de los partidos nacionales se reclama la celebración de asambleas en 20 estados o 200 distritos (el 62.5 o 66.7 por ciento del total respectivo), en el DF el requisito es del 100 por ciento de las delegaciones.
Estamos ante una tendencia en la cual los de "adentro" le hacen cada vez más difícil la entrada a los de "afuera". Y digo que es una tendencia porque en el terreno federal se han dado pasos en el mismo sentido. Como si el aliento de apertura que privó desde fines de los años setenta se hubiese agotado al llegar al nuevo siglo. En el año 2003, los legisladores federales decidieron multiplicar por 2 el número de afiliados necesarios para lograr el registro de un partido político nacional (del 0.13 por ciento al 0.26) y también duplicaron el número de asambleas indispensables para alcanzar el mismo fin (de 10 estatales a 20 y de 100 distritales a 200). Por si fuera poco, establecieron en el año 2007 que la puerta para los registros sólo se abriría cada seis años, cuando desde 1977 se abría antes de cada elección federal (es decir, cada tres años). Esta última reforma hace que por primera vez en más de 30 años, para los comicios del 2012 no existan posibilidades legales de registrar a un nuevo partido. La metafórica puerta se empezará a abrir hasta 2013. Es decir, poco a poco, sin mucho ruido, se complica y obstaculiza el acceso de eventuales nuevos partidos.
Creo que hay que hacerse cargo del malestar que existe con la política y los políticos y volver a diseñar condiciones para que aquellas corrientes político-ideológicas que no se sientan identificadas con ninguno de los partidos existentes puedan participar. Lo otro, encerrarse los de adentro y bloquear a los de afuera, no parece presagiar nada bueno.
Coda: los asambleístas también perdieron la oportunidad de reformar el Estatuto de Gobierno para desterrar la inadmisible y mal llamada cláusula de gobernabilidad en la integración de la Asamblea Legislativa del DF. En el artículo 293 del recién nacido CofipeDF se puede leer: "Al partido político que obtenga por sí mismo el mayor número de constancias de mayoría y por lo menos el 30% de la votación en el Distrito Federal, le será asignado el número de diputados de representación proporcional suficiente para alcanzar la mayoría absoluta de la Asamblea, de conformidad con el inciso b) del párrafo sexto del artículo 37 del Estatuto". En buen español eso quiere decir que por arte de magia (perdón, de la legislación) el 30 por ciento de votos se transforma en el 50 por ciento más uno de los escaños. El sueño del gobernador Peña Nieto para el país, es hoy una realidad en el DF.
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