viernes, 28 de enero de 2011

LA HILARIDAD DE HILLARY

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

Me refiero a la risa y algaraza que excita en una reunión lo que se ve o se oye. Las fotografías enseñan a una secretaria de Estado felíz, alegre, riéndose, diciendo ante un grupo de niños de Silao con banderitas en las manos que es fan del presidente Calderón y que admira grandemente lo que él hace para erradicar de México la violencia y la inseguridad. Los niños reían y ella también. Más tarde en Los Pinos el Presidente le pidió "responsabilidad compartida y respeto mutuo" en la relación bilateral, al anunciar la funcionaria la entrega de quinientos millones de dólares como parte de la llamada Iniciativa Mérida. ¿Hay que leer entre líneas? No, simplemente leer. Lo cierto es que no se pide eso si es que no hay un motivo para pedirlo. Hagamos un poco de memoria. En varias ocasiones en universidades norteamericanas, en la Cámara de Representantes, en el Senado de ese país, en importantes centros de opinión, se ha criticado la presencia del Ejército mexicano en la lucha -verdadera guerra- contra el narcotráfico. Por ejemplo, según "WikiLeaks", difundido en internet por el periódico español El País, el Embajador Carlos Pascual ha informado que su gobierno "tiene otra mirada" respecto de la estrategia del presidente Calderón en su batalla contra el narcotráfico. ¿"Responsabilidad compartida y respeto mutuo"? Pero hay a la vista contradicciones muy graves que revelan una política caótica, ¿pues cómo es posible que para restablecer el orden en Ciudad Juárez el gobierno mexicano en febrero de 2010 le haya pedido ayuda a los Estados Unidos -revelan documentos dados a conocer por "WikiLeaks"- sin tener claro que el "respeto mutuo", más bien el de ellos a nosotros, estaría en juego? ¿De qué manera? Comenzando con graves lesiones a nuestra soberanía, que tanto desdeñan los ingenuos partidarios de una "nueva visión global" (se dice que agentes del FBI han llevado a cabo interrogatorios en territorio mexicano). En consecuencia yo no tengo la menor duda de que las palabras del Presidente Calderón fueron algo semejante a un lamento tardío ("respeto mutuo"), frente a la poderosa ayuda del norte. Desde luego la violencia en México le incumbe también a los Estados Unidos, pero una cosa es esa incumbencia y otra muy distinta una política errática y confusa. Con razón se rió Hillary al pronunciar las suaves palabras diplomáticas con que el gigante del norte nos quiere consolar. Además, a estas alturas del sexenio los norteamericanos no pueden desaprobar oficialmente la "estrategia" del gobierno mexicano.
Ahora bien, quizá es por eso que los treinta y dos congresos locales del interior del país, que junto con el Congreso de la Unión conforman el llamado poder constituyente permanente, han acordado hacer estudios, foros y proyectos de investigación para contar con "una agenda de legislaturas locales que nos permita abordar temas de interés nacional" (entre ellos el del narcotráfico), dijo el Presidente del Congreso de Querétaro. Plausible propósito, aunque ojalá esa "agenda de legislaturas locales" no tome nada de la muy discutible reforma constitucional de 2008 en materia de justicia penal y seguridad pública. Ojalá cada Congreso estatal sea independiente, autónomo a la hora de legislar, y no acepte sugerencias del centro porque armonizar las legislaciones del interior del país no implica sumarse a aquella equivocada reforma de suyo contraria al espíritu constitucional. En este sentido el reto es luchar contra la inseguridad y la violencia pero sin desconocer las garantías de las personas, ni de facto en la verdadera guerra que vive el país ni tampoco con fórmulas emanadas de leyes absurdas y contrarias al Derecho. Uno de los más graves problemas que vive México, entre tantos, es el de un dizque "nuevo" sistema legal que no ha servido sino para confundir a ministerios públicos, abogados y jueces, desviando el recto andar de la justicia. En tal virtud urge fortalecer al llamado Estado de Derecho con ideas jurídicas sólidas, so riesgo de que la estrategia legal para hacer frente a la delincuencia se vuelva un instrumento caduco e inservible, amén de injusto. El hecho concreto a propósito de la visita de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, es que su espaldarazo al presidente Calderón fue un golpe muy duro dado en la espalda del pueblo. ¿A quién le sirve? El pueblo no cree que lo que pasa en México vaya por buen camino. Desde luego el Presidente no se ha cruzado de brazos, y en ello hay algún mérito. Sin embargo desconcierta su optimismo. Por ejemplo, al inaugurar la Convención Nacional de Turismo 2011 reconoció la importancia de brindarle al turista condiciones claras de seguridad. Pero cómo. Al efecto ha dispuesto que todo documento y oficio del gobierno lleve inscrita la leyenda "2011 Año del Turismo". ¿Y? A mí me parece que los oficios firmados por los altos funcionarios del gobierno, ostentando esa leyenda, no borran ni borrarán la evidencia del riesgo que corre el turismo al visitar el país. Obviamente la inseguridad lo afecta. ¿Por qué negarlo? La belleza natural, cultural e histórica de México es evidente, aunque reconocerla y difundirla no elimina la inseguridad y violencia en que vivimos. En suma, la reciente visita de la señora Clinton fue circunstancial, motivada por el apoyo que requiere el presidente Calderón en la recta final de su mandato -lo que por supuesto conviene a los Estados Unidos-, pero no representó un juicio de valor. Así es la política entremezclada con la diplomacia. A mayor abundamiento los Estados Unidos tienen una carga de responsabilidad muy grande en el tránsito de armas de su país a México y en el consumo de drogas entre las dos naciones. Por lo tanto avalar la estrategia política, militar e incluso legal del gobierno mexicano encabezado por el presidente Calderón, y después de las sospechosas filtraciones de "WikiLeaks", es casi una obligación de Estado de los norteamericanos. Por ello no debemos confundir los términos. Mejor es sonreír con la jefa de la diplomacia de nuestros vecinos, siendo lo deseable que el gobierno y su partido no politicen en demasía aquella visita.

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