A Cuauhtémoc López-Sánchez.
In memoriam.
Inicié estas líneas en la Biblioteca Pública "Anastacio López-Sánchez" en San Cristóbal de las Casas mientras, enfrente, llevaron tu cuerpo al templo de El Carmen, donde un torpe cura se involucró en cuestiones personales fuera de su muy devaluado oficio, y las concluyo en el aeropuerto de la Ciudad de México, precisamente donde conociste a Martha hace ya bastantes años. Por cierto, aquí ASA me dijo que te preparaba un "homenaje", ya te avisaré cuando será con la primera remisión de pastillas azules por si las necesitas. No te alarmes con lo que te digo, creo que estabas asomándote por alguna rendija, probablemente en el crematorio de Tuxtla, gozando del fuego que a todos acabará por iluminarnos. Seguramente esbozaste una sonrisa ante quienes contemplaban, bajo el arduo sol, como desaparecían tus vestigios humanos para hacerse las cenizas que ahora colocarán tus hijos en lo alto de un bosque en el valle de San Cristóbal, la tierra de tus ancestros. Me dicen que descansabas tranquilo en la mañana cuando la parca, inexorable, cumplió su misión.
Hacía pocos días que te había narrado la muerte de mi amigo Schafik Handal -a quien voy a homenajear mañana- al volver de La Paz a El Salvador cuando su amigo, Evo Morales ascendió al poder, por su lesión en el corazón que le impedía las grandes alturas y los grandes cambios, como la que tú tenías.
Estamos en tu ciudad (Real) adoptiva cuyo crecimiento por los conflictos que conociste y la miseria que palpaste, es un espejo de la explotación más infamante que se le ha dado a nuestros pueblos indígenas. Esos pueblos que son dueños de ese territorio y que llevan más de 500 años, despojados por los blancos forasteros, por los gobernantes ineptos, por los gobernadores corruptos y cínicos que han expoliado a esa hermosa tierra. Y lo debo poner en presente porque el actual es el prototipo del hombre rapaz, incompetente, compra -páginas, compra- hombres, rodeado de lacayos de la misma ralea que los que Fray Bartolomé fustigó allí y después severamente en España ante el Monarca y ante Francisco de Vitoria mismo..
Te platico que estuviste rodeado de flores y de coronas, de pocos compungidos, de más pocos pesarosos y de los habituales del pésame que buscan el comiteco que no se ofreció y las murmuraciones siempre intrigantes que las hubo. No estoy seguro si la decoración te hubiese agradado, en esas pompas fúnebres - prefiero el término francés- había múltiples imágenes, estatuas y miles de flores venidas desde un club filatélico, hasta el PRI local, de la Universidad donde colaboraste hasta hace unos meses -gracias, Andres- y de los amigos que muchos tenías aquí. Tuve tiempo en lo profundo de la noche y ante una absoluta soledad, de recordar nuestros años infantiles en San Jerónimo, el jardín de niños en Tizapán, la primaria en Tacubaya, el fundo de tu padre lleno de claveles y gladiolas, la sonrisa maravillosa de tu madre, tu estancia en Guadalajara, donde más te llamó la atención Rosa María que los textos de la escuela, de la Facultad de Derecho y tus compañeros, algunos sobresalientes, de tus maestros que algunos veneraste como Don Andrés Serra Rojas, de tu primer empleo, que como todos fueron en la administración pública. Así conociste el laberinto de la política mexicana desde lo alto en la Cámara de Diputados, desde lo bajo en los corredores de la hipocresía. Escalaste con tu innegable talento y bonhomía, una infinidad de responsabilidades, desde el Tribunal de lo Contencioso Administrativo que tú organizaste, hasta la oficina del Abogado General de la UNAM, desde un Banco de crédito en Chiapas, hasta la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia. Diferimos con respecto al levantamiento zapatista, -que te hubiere situado en un lugar muy distinto para el resto de tu vida,- y fuiste institucional, pero no te valió ni la gubernatura ni la subsecretaría, que bien merecías. Siempre fuiste amigo sólido y fraternal,- Máximo, Miguel Angel Ricardo y Ernesto- pero nunca inclinaste la cerviz ante nadie y ese es el mejor patrimonio que entregas a tus hijos y tus nietos. Ellos allí estuvieron y se dibujaba en ellas el rictus del dolor, del padre admirado, con el que no cabían cuestionamientos absurdos: Así eras y punto.
Lo que no ocurrió Cuauhtémoc, fue la presencia masiva de los cientos de alumnos que tuviste, tanto en Derecho como en el viejo Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas del que fuiste Rector (UNICACH), tampoco estuvieron, porque la geografía les jugó una mala pasada, las muchísimas personas que tu mano generosa siempre ofreció apoyo, consejo y sabiduría. Tampoco vimos allí a los dinosaurios de tu partido, que no hubieren cabido por la modesta puerta del viejo restaurant en la otra época de los halagos. Tampoco aquellos que como diputado federal tuviste siempre presente para cambiar tu terruño y hacer de Chiapas un lugar de justicia, que tanto reclama. ¿Y los necesitabas?
Pero no te preocupes, a tus padres les cumpliste con creces y también fuiste padre en tu propia casa y desde muy joven , a tus amigos les fuiste siempre fiel y lo que es más importante, recordarás, guardaste los principios fundamentales de un mexicano insobornable que anhelaba un México mejor, don Hermilo, tu padre, esa patria nueva de la que espero narrarte en otro mensaje, ya en unos muy pocos años. Cuídate y lamento que por allá no habrá la comida poblana que disfrutábamos, la góndola que nos paseó, el metro que te perdió y las manos que te tendimos. Estarás en otro Miramar, y estarás mejor.!
In memoriam.
Inicié estas líneas en la Biblioteca Pública "Anastacio López-Sánchez" en San Cristóbal de las Casas mientras, enfrente, llevaron tu cuerpo al templo de El Carmen, donde un torpe cura se involucró en cuestiones personales fuera de su muy devaluado oficio, y las concluyo en el aeropuerto de la Ciudad de México, precisamente donde conociste a Martha hace ya bastantes años. Por cierto, aquí ASA me dijo que te preparaba un "homenaje", ya te avisaré cuando será con la primera remisión de pastillas azules por si las necesitas. No te alarmes con lo que te digo, creo que estabas asomándote por alguna rendija, probablemente en el crematorio de Tuxtla, gozando del fuego que a todos acabará por iluminarnos. Seguramente esbozaste una sonrisa ante quienes contemplaban, bajo el arduo sol, como desaparecían tus vestigios humanos para hacerse las cenizas que ahora colocarán tus hijos en lo alto de un bosque en el valle de San Cristóbal, la tierra de tus ancestros. Me dicen que descansabas tranquilo en la mañana cuando la parca, inexorable, cumplió su misión.
Hacía pocos días que te había narrado la muerte de mi amigo Schafik Handal -a quien voy a homenajear mañana- al volver de La Paz a El Salvador cuando su amigo, Evo Morales ascendió al poder, por su lesión en el corazón que le impedía las grandes alturas y los grandes cambios, como la que tú tenías.
Estamos en tu ciudad (Real) adoptiva cuyo crecimiento por los conflictos que conociste y la miseria que palpaste, es un espejo de la explotación más infamante que se le ha dado a nuestros pueblos indígenas. Esos pueblos que son dueños de ese territorio y que llevan más de 500 años, despojados por los blancos forasteros, por los gobernantes ineptos, por los gobernadores corruptos y cínicos que han expoliado a esa hermosa tierra. Y lo debo poner en presente porque el actual es el prototipo del hombre rapaz, incompetente, compra -páginas, compra- hombres, rodeado de lacayos de la misma ralea que los que Fray Bartolomé fustigó allí y después severamente en España ante el Monarca y ante Francisco de Vitoria mismo..
Te platico que estuviste rodeado de flores y de coronas, de pocos compungidos, de más pocos pesarosos y de los habituales del pésame que buscan el comiteco que no se ofreció y las murmuraciones siempre intrigantes que las hubo. No estoy seguro si la decoración te hubiese agradado, en esas pompas fúnebres - prefiero el término francés- había múltiples imágenes, estatuas y miles de flores venidas desde un club filatélico, hasta el PRI local, de la Universidad donde colaboraste hasta hace unos meses -gracias, Andres- y de los amigos que muchos tenías aquí. Tuve tiempo en lo profundo de la noche y ante una absoluta soledad, de recordar nuestros años infantiles en San Jerónimo, el jardín de niños en Tizapán, la primaria en Tacubaya, el fundo de tu padre lleno de claveles y gladiolas, la sonrisa maravillosa de tu madre, tu estancia en Guadalajara, donde más te llamó la atención Rosa María que los textos de la escuela, de la Facultad de Derecho y tus compañeros, algunos sobresalientes, de tus maestros que algunos veneraste como Don Andrés Serra Rojas, de tu primer empleo, que como todos fueron en la administración pública. Así conociste el laberinto de la política mexicana desde lo alto en la Cámara de Diputados, desde lo bajo en los corredores de la hipocresía. Escalaste con tu innegable talento y bonhomía, una infinidad de responsabilidades, desde el Tribunal de lo Contencioso Administrativo que tú organizaste, hasta la oficina del Abogado General de la UNAM, desde un Banco de crédito en Chiapas, hasta la presidencia del Supremo Tribunal de Justicia. Diferimos con respecto al levantamiento zapatista, -que te hubiere situado en un lugar muy distinto para el resto de tu vida,- y fuiste institucional, pero no te valió ni la gubernatura ni la subsecretaría, que bien merecías. Siempre fuiste amigo sólido y fraternal,- Máximo, Miguel Angel Ricardo y Ernesto- pero nunca inclinaste la cerviz ante nadie y ese es el mejor patrimonio que entregas a tus hijos y tus nietos. Ellos allí estuvieron y se dibujaba en ellas el rictus del dolor, del padre admirado, con el que no cabían cuestionamientos absurdos: Así eras y punto.
Lo que no ocurrió Cuauhtémoc, fue la presencia masiva de los cientos de alumnos que tuviste, tanto en Derecho como en el viejo Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas del que fuiste Rector (UNICACH), tampoco estuvieron, porque la geografía les jugó una mala pasada, las muchísimas personas que tu mano generosa siempre ofreció apoyo, consejo y sabiduría. Tampoco vimos allí a los dinosaurios de tu partido, que no hubieren cabido por la modesta puerta del viejo restaurant en la otra época de los halagos. Tampoco aquellos que como diputado federal tuviste siempre presente para cambiar tu terruño y hacer de Chiapas un lugar de justicia, que tanto reclama. ¿Y los necesitabas?
Pero no te preocupes, a tus padres les cumpliste con creces y también fuiste padre en tu propia casa y desde muy joven , a tus amigos les fuiste siempre fiel y lo que es más importante, recordarás, guardaste los principios fundamentales de un mexicano insobornable que anhelaba un México mejor, don Hermilo, tu padre, esa patria nueva de la que espero narrarte en otro mensaje, ya en unos muy pocos años. Cuídate y lamento que por allá no habrá la comida poblana que disfrutábamos, la góndola que nos paseó, el metro que te perdió y las manos que te tendimos. Estarás en otro Miramar, y estarás mejor.!
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