martes, 4 de enero de 2011

2011, BUENAS INTENCIONES

RODRIGO MORALES MANZANAREZ

Es común iniciar el año listando algunos propósitos y, en materia política, parece que un buen pronóstico sólo se puede nutrir de buenas intenciones. En cualquier caso, un propósito sería que el clima político se alivie de modo tal que se genere un buen ambiente para las negociaciones políticas que hacen falta. Empero, la realidad parece desmentir cualquier pronóstico medianamente optimista. Veamos. El mundo de los partidos políticos está más dominado por el éxito electoral que por la gestión política. Cada día aparecen más como maquinarias pragmáticamente aceitadas para la contienda que como espacios para la reflexión y elaboración programática. Acaso he ahí una explicación de la parálisis legislativa. Los partidos privilegian cotidianamente la arena electoral para diferenciarse y olvidan sistemáticamente que otra de sus labores centrales es la confección de acuerdos. La tragedia de que no existan mayorías prefiguradas en el Congreso no parece ser un asunto de aritmética, sino de un pragmatismo que acusa poca altura de miras. En ese sentido, los comicios del año que apenas comienza parecen confirmar tanto el pragmatismo que invade a los partidos como la centralidad que éstos le confieren a dichos eventos. De manera destacada, las elecciones en el Estado de México se han convertido en el referente central; ahí no sólo parece estar en juego la gubernatura de esa entidad, sino la solución de diversas dilemas estratégicas (alianzas o no) que tensan a los partidos, y aun pareciera que los resultados de esos comicios determinarán fatalmente las condiciones de los próximos comicios presidenciales. Sin duda es una exageración, pero es tras esa imagen que los partidos parecen alinear todas sus estrategias. Con ese telón de fondo, resulta difícil imaginar que se generen arreglos políticos de largo aliento. Y, sin embargo, la necesidad de acuerdos no sólo no ha desaparecido, sino que en muchos casos es urgente. Si apelamos únicamente a los temas pendientes en materia electoral, hay al menos dos asuntos centrales. La tardanza en la designación de los tres nuevos consejeros electorales del IFE no sólo denota un retraso en los plazos establecidos por la ley, sino que significa un acoso innecesario a la autoridad electoral. Tolerar el funcionamiento anómalo del máximo órgano de dirección del IFE, acredita, por desgracia, la importancia que los partidos políticos le confieren al arbitraje político al que se ven sometidos. Por otro lado, es ineludible retomar alguna deliberación que dibuje los nuevos contornos de las reglas del juego. Hay que hacerle ajustes a la reforma electoral, que no sólo recojan las diversas evaluaciones que se han hecho de la puesta en práctica de las nuevas reglas, sino, ojalá que pueda incorporar también nuevos fenómenos que habría que regular. Pero para lograr un nuevo buen arreglo político, un acuerdo realmente estratégico que consiga aminorar o superar las tensiones inherentes a los comicios presidenciales, es necesario que exista un ambiente distinto. Eso es lo que no se vislumbra. Mientras la lectura de los partidos políticos siga privilegiando el rendimiento electoral por sobre la responsabilidad de construir acuerdos; mientras sigan atrapados en el pragmatismo, olvidándose de la elaboración programática, el verdadero riesgo es que se produzcan acuerdos empujados por la urgencia y dominados por el chantaje. Lo que está en juego en materia electoral no es menor, ojalá, y dicho como propósito de año nuevo, se busquen y encuentren las condiciones para procesar de una mejor manera el conjunto de ajustes y nombramientos que hay que hacer en la materia. Al tiempo.

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