jueves, 6 de enero de 2011

LA CAÍDA MASCULINA

DENISE DRESSER GUERRA

¿Son las mujeres un género mejor? ¿Poseen características que las harán dominantes en la sociedad postindustrial y en la era de la información? ¿Estamos presenciando la decadencia lenta pero segura de los hombres a nivel global? ¿Sirven para algo cuando las mujeres pueden hacer cada vez más cosas solas, incluyendo la procreación? ¿Estamos presenciando un histórico cambio de papeles? Estas son las preguntas que plantea Hannah Rosin en un artículo provocador publicado en The Atlantic Monthly. Allí llega a la conclusión de que las décadas por venir estarán definidas por el ascenso de las mujeres. La lucha por la equidad cederá el paso a una realidad innegable: Los sistemas económicos que están cobrando fuerza en el mundo dependen más de los atributos femeninos que de las características masculinas. En el siglo XXI las mujeres se están adaptando mejor. Históricamente, el mundo ha estado poblado por sociedades patriarcales, centradas en la concepción, educación y dominancia de los hombres. Durante milenios, las niñas han sido sacrificadas, asesinadas, subyugadas para asegurar el predominio del género opuesto. Las mujeres han sido, como bien lo definió Simone de Beauvoir, el “segundo sexo”. Pero ahora la preferencia milenaria en favor de los hombres está cambiando. Las mujeres de nuestra generación quieren hijas porque nos gusta cómo somos y sabemos lo que es posible lograr. Poco a poco, las mujeres están ocupando papeles importantes en la ciencia, la ingeniería, la computación, la medicina. Como argumenta Rosin, las mujeres tienden a vivir más que los hombres, acaban sus carreras en proporción más alta que los hombres, y les va mejor en la sociedad de la información que nivela el terreno de juego entre los sexos. La economía global está evolucionando de una manera que erosiona la preferencia histórica en favor de los hijos varones. En Corea del Sur –un país patriarcal y rígido durante la mayor parte de su historia– la entrada de las mujeres a la fuerza de trabajo, primero como obreras y después como profesionistas, ha llevado a cambios sustantivos en las costumbres y en las leyes. Ahora las mujeres que se divorcian pueden obtener la custodia de sus hijos, heredar propiedad, mantener su propio nombre. Apenas en 1985 las encuestas revelaban una preferencia marcada (50%) en favor de los hijos varones. Hoy la proporción de mujeres coreanas que desean tener niños en vez de niñas ha caído a 15%. Y lo mismo está ocurriendo en países como India y China. Los cambios que explican este viraje son cada vez más obvios. El éxito económico está definido cada vez menos por la fuerza y el vigor físicos, y cada vez más por la habilidad para pensar y comunicar. Las sociedades que han aprovechado el talento de todos sus adultos –y no sólo de los hombres– son las más exitosas en la actualidad. Según la OCDE, mientras más grande sea el poder de las mujeres, mayor será el desarrollo económico. Mientras más grande sea la presencia femenina en la fuerza de trabajo, mayor será la capacidad de crecer y de competir exitosamente. Mientras mejor les vaya a las mujeres, mejor le irá al país. A los hombres les ha afectado más la crisis económica global que a las mujeres. Los empleos perdidos han sido aquellos ocupados predominantemente por hombres: las manufacturas, la construcción, las finanzas. Y algunos de esos trabajos regresarán, pero el patrón de la dislocación masculina no es algo temporal o aleatorio, explica Rosin. La recesión ha revelado el cambio paradigmático que ha ocurrido durante los últimos 30 años. México, al igual que muchos otros países, se está convirtiendo en un matriarcado de facto, donde la mayor parte de las decisiones se toman ante la ausencia física o económica de los hombres. Esa tendencia irá al alza ya que la economía postindustrial valora una serie de habilidades –inteligencia social, comunicación abierta, la capacidad de concentración– que no son predominantemente masculinas. En partes pobres de la India, las mujeres están aprendiendo inglés con mayor velocidad que los hombres para poder trabajar en los call centers. En China, 40% de las compañías pertenecen a mujeres. Y sí, es cierto que muchos patrones de discriminación prevalecen y es doloroso ver su perpetuación en nuestro país y en otras latitudes. Los pasillos del poder siguen dominados por hombres. Pero al mismo tiempo están ocurriendo cambios paradigmáticos y estructurales que abrirán las puertas a mujeres dispuestas a empujarlas. No se están dando a la misma velocidad en distintas partes del mundo, pero la tendencia al empoderamiento económico femenino está allí. Mientras las mujeres se educan e ingresan al mercado de trabajo en el sector servicios, los hombres se vuelven víctimas del fin de la era de las manufacturas. Las mujeres han aprendido a usar su cabeza, mientras que los hombres siguen apostándole a sus manos. Las expertas en computación y en enfermería y en contabilidad y en administración están reemplazando a los electricistas y a los trabajadores de las fábricas y a los empleados en la industria de la construcción. Cuando la fuerza física se vuelve un factor secundario del éxito, las mujeres demuestran lo que ya sabíamos pero que al mundo le ha tomado mucho tiempo aceptar: Las mujeres son inteligentes, responsables, confiables, flexibles, buenas empleadas. Su estilo de liderazgo tiende a ser más incluyente y consensual. Cargan consigo una sensibilidad moral muchas veces ausente en los ámbitos dominados por hombres. El impacto de todo ello va a ser grande y duradero; demográficamente hablando, en las décadas por venir la clase media va a estar dominada por mujeres. Conforme pase el tiempo, van a ser cada vez más educadas, más independientes, más competitivas. Van a hacer lo que la bailarina Ginger Rogers dijo a su pareja Fred Astaire: lo mismo que tú, pero con tacones altos.

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