El alza de precios de los productos básicos, materias primas y alimentos, granos y cárnicos, es imparable y sus efectos se dejan sentir ya sobre los ingresos de la mayoría que son o fijos o precarios. Según reportan Rubén Migueles y Eduardo Camacho de El Universal (14/01/11, Cartera): “… El precio del trigo pasó de 3 mil 500 pesos la tonelada en 2010 a 4 mil 700 pesos en el presente, …un incremento de 34.3 por ciento … su cotización podría subir hasta los 5 mil o 5 mil 500 pesos durante este año, estimó la Asociación de Empresas Comercializadoras de Productos del Campo (ANEC) que agrupa a 60 mil pequeños y medianos productores del campo. “Por su parte, el precio del maíz entre los molineros del Valle de México pasó de 3 mil a 3 mil 500 pesos y podría llegar a los 4 mil pesos resultado del alza del costo de estos granos a nivel internacional… el precio del sorgo pasó de mil 900 pesos a 2 mil 800 pesos la tonelada lo que representó un alza de 47.4 por ciento, una de las más elevadas entre los principales granos”. Al juntarse los incrementos en maíz y trigo con los del sorgo, tenemos un cuadro más o menos completo de lo que ocurre ya con la mayoría de las economías familiares mexicanas: hayan llegado o no al paraíso clase mediero que ahora prometen las viudas de Friedman como placebo a la crisis, su consumo alimenticio está y estará mermado a lo largo del año, dependan o no para su ingesta de los alimentos tradicionales: de las tortillas al bistec, pasando por el pan de caja o de expendio, todo cuesta y costará más, mientras que sus salarios, mínimos o contractuales, se ha fijado ya en una proporción importante, conforme a la estrategia hacendaria de estabilidad a cualquier costo. Los empresarios de la transformación, a su vez, confirman a la carestía como la reina de este sur, blindado según el Presidente, pero evidentemente vulnerable en lo básico, que es la dieta acompañada del complejo industrial que la complementa desde hace tiempo gracias al cambio social y de estructura económica que ha tenido lugar en México a pesar de su estancamiento estabilizador. Dijo Sergio Cervantes, presidente de la Canacintra: “Los costos de los commodities que se cotizan a nivel internacional, han aumentado mucho y por ende todos aquellos productos que dependen del trigo y del maíz son los afectados… En todas las empresas incide el problema porque se incrementan los costos de producción y deben ajustar el precio de venta” (Ídem). Según el empresario, el gobierno debería actuar como
facilitadorde una acción conjunta para
seguir creciendo y no se den más alzas. Hasta el momento, el gobierno no parece estar preparado anímica ni mentalmente para hacerlo, pero sus oficiosos auxiliares en el mundo de la manipulación mediática ya dieron señal de vida: ¡Cuidado con pensar en congelar precios!, advirtió presto uno de ellos. ¡Nada de politizar las alzas!, coreó el siguiente… y así seguirá con tal de que lo fundamental siga sin abordarse por el gobierno y la empresa, mientras los trabajadores agradecen al señor Lozano sus diarios milagros en panes, peces y empleos. Salvo que el doctor Ferrari haya recibido un mensaje celestial de consuelo y aliento, merced a sus conocidas conexiones teológicas, el resultado inmediato será inclemente con la economía familiar, en particular la de los más pobres, muchos de los cuales dependen para consumir de lo que se les transfiere fiscalmente y dedican el grueso de sus ingresos totales a la alimentación. Pero no sólo se ubica ahí el problema. Hay que atenuar el daño directo sobre los niveles de vida más desprotegidos, vía Oportunidades y similares, por ejemplo, pero en su despliegue estas alzas y las que vienen reclaman modular las relaciones fundamentales de la economía que, a pesar de su caída en la informalidad, todavía son articuladas por las que se dan entre el trabajo y el capital, entre los salarios y las ganancias. Desde 2008, la comunidad internacional de las finanzas y el desarrollo, del Banco Mundial al PNUD y la FAO, advirtieron sobre la necesidad de crear reservas para la seguridad alimentaria, y aquí se dijo de mil maneras que era indispensable volver los ojos a la producción esencial, que sigue siendo el maíz, pero ahora también el trigo y los cárnicos. Poco o nada se ha hecho al respecto y la perspectiva inmediata es ominosa. La mala dieta, impuesta por la pobreza pero también por el capitalismo salvaje, nos ha llevado a
medallasde plata y oro en obesidad, según José Ángel Gurría. Lo malo es que ahora podemos alcanzar el Guinness con una desnutrición ampliada acompañada por más de 200 mil millones de dólares en reservas. Lo que se blindó fue el alma del Estado, frente a la adversidad primitiva que sufren sus súbditos.
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