Marcelo Ebrard puede creer que su jugada para lanzar a Alejandro Encinas como candidato del PRD en el estado de México le otorga dominio sobre el tablero de ajedrez en que juega su aspiración a convertirse en candidato presidencial; otra visión es que tanto el jefe de Gobierno como su inmediato antecesor en el cargo han perdido capital político, al dejarse vencer y convencer por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), único ganador en la comedia de engaños y falsedades en que han convertido la participación de la izquierda en la elección mexiquense.
Apelando a encuestas que nadie ha visto, torciéndole la mano, AMLO decidió convertir a Encinas en su nuevo Juanito, obligándolo al bochornoso espectáculo de rendirle pleitesía firmando los compromisos que el tabasqueño concibió por sí y ante sí. Doblado por el jefe de Gobierno, el extenuado presidente del PRD, Jesús Ortega, exigió a Encinas admitir una encuesta para definir la alianza con el PAN, que se realizará a finales de febrero; solo que el aspirante se deslinda, desde ya, del resultado de la consulta y reafirma que con el PAN no irá, ni para tomar café. En el remoto caso de que la encuesta sea favorable a la alianza entre amarillos y azules, ¿quién será el candidato?
Como lo admitió en entrevista previa, el exjefe sustituto de gobierno del DF no cumple el requisito de residencia (cinco años) que establece la Constitución mexiquense. El registro legal de su eventual candidatura está condicionado a que nadie la impugne, pero el PRI y el PAN mantendrán guardado ese cuchillo bajo la manga, hasta ver qué les conviene. Desde el pasado viernes Luis Felipe Bravo Mena ha quedado en posibilidad de convertirse en candidato panista a gobernador, como ya lo fue en 1993, igual que Encinas.
Los que han vuelto a exhibir un retorcido colmillo son los llamados Chuchos, que decidieron privilegiar la contienda en puerta por la presidencia del PRD con una carambola de tres bandas. Quedará vacante la coordinación en San Lázaro, para la que ya se apunta Jesús Zambrano. La candidatura de Encinas lo anula para competir por la presidencia del PRD; si Lázaro Cárdenas Batel escucha los cantos de sirena, los Chuchos irán con él. Y la tercera bola en la buchaca será el fracaso electoral de Encinas, que alguien tendrá que pagar cuando llegue el momento de resolver candidatura presidencial. Entonces Marcelo Ebrard tendrá que pasar por las horcas caudinas de los Chuchos.
Para Enrique Peña Nieto el laberinto en que se han metido sus adversarios aparece como el mejor regalo de año nuevo. Sin embargo, podría estar recibiendo una manzana envenenada. Analizada con la lógica de AMLO, la decisión por la candidatura de Encinas no es una apuesta por el triunfo en las urnas, sino por el conflicto extremo, antes y después de la jornada electoral. Todo está puesto para desatar, en el más breve plazo, la confrontación y la descalificación del proceso, incluyendo a las instituciones electorales. Ya sea por el registro de Encinas, por las condiciones de la competencia, o por los previsibles resultados, la lógica de AMLO -creo- es colocar la elección mexiquense como preámbulo del gran conflicto preelectoral, con el que sueña desde 2006.
Para hacer del estado de México el laboratorio del conflicto, y en su caso el cerillo que incendie la pradera, AMLO requiere de un candidato que le sea fiel a toda prueba, que acate sus designios y esté dispuesto a seguirlo, tope donde tope. Alejandro Encinas ya probó que es el hombre adecuado para esos fines, como lo fue en el verano-otoño de 2006, cuando acató y respaldó el bloqueo del Paseo de la Reforma, y como lo ha hecho en su papel de coordinador de los diputados del PRD en San Lázaro, apelando a una congruencia ideológica que sabe ajena a su mentor político.
Exigir a todos los partidos y aspirantes a candidato a gobernador en el estado de México un compromiso con el respeto a la ley y la vía institucional, para dirimir conflictos electorales y políticos, es lo menos que hoy cabe pedir; como cabe poner especial atención a lo que hagan el PRI, Enrique Peña Nieto y las instituciones electorales locales, arregladas a modo desde hace varios meses.
¿Estaremos en vísperas de un conflicto que hará palidecer lo ocurrido en enero de 1994?; más vale preguntarlo a tiempo.
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