JAVIER CORRAL JURADO
El 29 de mayo pasado escribí en este mismo espacio que la contienda interna en el PAN registraría como precandidatos finales a Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Ernesto Cordero. Me animé a hacer esa preselección cuando aún estaban apuntados seis aspirantes, los otros tres eran Alonso Lujambio, Emilio González y Javier Lozano. No fue ningún intento de pitoniso, sino un simple ejercicio de reconocimiento del humor partidista en torno de los seis y del ánimo ciudadano señalado por las encuestas.
Aunque en efecto, se registrarán los tres aspirantes en los próximos días, entre el 5 y 7 de diciembre, toda vez que han acreditado el principal requisito de presentar entre 31 mil a 37 mil firmas de miembros activos del partido, es probable que al final de la contienda sólo lleguen dos aspirantes. Lo prevé la propia convocatoria que señala dos fechas para la realización de la jornada comicial: el 5 de febrero si se mantuvieran los tres precandidatos, y el 19 del mismo mes, si sólo llegaran dos.
Por las definiciones que ya se tienen en el PRI y en el PRD, el PAN debiera hacer un esfuerzo por decantar aun más su lista, sin evitar la competencia, y aprovechar que es el único partido que realmente escenificará un procedimiento democrático para elegir a su abanderad@ presidencial. Y siendo además el único que no formó coalición con otros partidos e irá sólo a la contienda constitucional, el PAN debe buscar una gran alianza ciudadana a partir de realizar una consulta a la sociedad mediante un proceso en el que participen no sólo los miembros activos y adherentes, sino también sus simpatizantes en general.
Hay un sector en el Partido que propone buscar la denominada candidatura de unidad mediante encuesta. No lo considero conveniente porque significaría desperdiciar el tiempo legal de precampaña y las ventajas que éste acarrea en relación con nuestros adversarios: poner en movimiento desde ahora a las bases del partido y por supuesto el acceso a los tiempos oficiales en radio y televisión para promocionar las propuestas de los precandidatos. Lo que no podrán hacer Enrique Peña Nieto, ni López Obrador, en su condición de precandidatos únicos en sus partidos.
Sin embargo, ante un escenario tan definido en torno de nuestros competidores, sí es conveniente que el proceso panista tome una ruta de mayor audacia y despliegue medidas de mayor vinculación con los ciudadanos, pues sólo así remontaremos las condiciones que hoy nos colocan frente a la mayor adversidad que hemos enfrentado.
En política no hay dogmas, ni candidaturas invencibles, los tiempos electorales tienen en su dinamismo y en la escalada de creatividad y confrontación, la magia de la expectación y el dato de la incertidumbre, es el fenómeno de la democracia que le puede dar vuelta a un escenario a partir del escándalo, la simulación, la arrogancia o la audacia. La política mexicana tiene ejemplos de ello en una cadena del mismo momento: Arturo Montiel, el padrino y tío de Enrique Peña Nieto, cayó súbitamente envuelto en el descrédito por la fortuna corrupta que amasó. A quien produjo el escándalo, Roberto Madrazo, lo derrotó su capacidad simuladora enviándolo al tercer lugar. Andrés Manuel López Obrador se creyó invencible, despreció un debate, se burló de un Presidente llamándole chachalaca y la emprendió contra los empresarios, sucumbió en la soberbia. Fue Felipe Calderón afortunado de los anteriores errores, pero imprimió audacia en su aprovechamiento y supo describir y plantar los riesgos de tan destructivo personaje. Aquel que estaba inicialmente con el 4% en las encuestas, se convirtió en el Presidente de México.
El PAN no tiene otra estrategia mayor que su vocación democrática. Sus precandidatos no tienen otro método que el de salir a decir con toda claridad para qué quieren gobernar México y cómo van a resolver los problemas que aquejan a la mayoría de la población, cuáles son los pendientes a nuestro cargo y cuáles los obstáculos que se pusieron a nuestros propósitos y acciones. Pero la ruta, la táctica, es la audacia, que no es otra cosa que tomar riesgos y apostar por el futuro deslindándose de las formas acartonadas, convencionales, del pasado mismo, saber desprenderse de las rémoras. Hasta ahora el acto de gran audacia estratégica, aunque sea el mayor estallido de hipocresía jamás escuchado, ha sido el de López Obrador. Su transfiguración casi en un pastor religioso es asombrosa, el paso del “Imperio del Odio” a la “República del Amor”, sí, nos da cuenta del regreso de Andrés Manuel convertido en un simulador, pero con el sentido estratégico que antes no tuvo. La audacia de extenderle la mano “amiga” a Televisa, “el principal instrumento de la mafia en el poder”, da cuenta de que ha decidido ser amigo de la “mafia” con tal de ganar.
Enrique Peña Nieto por su parte empieza a cometer errores. Solo desde el principio y hasta el final de la farsa priísta, de la que Manlio Fabio Beltrones ya no quiso seguir siendo parte en rescate de su propia dignidad, el mexiquense está engolosinado y se empieza a descolocar. Ha construido la más grande alianza electoral del descrédito público: ¡Con el Partido Verde y con Nueva Alianza Ya pasa desde ahora por encima de sus propios correligionarios y de su partido e impone candidaturas, determina la manera de funcionar de los órganos de dirección del PRI, regresa al método de la cargada, como aclamación unánime de un priísmo que parece unido, pero que en realidad finalmente ha sido rendido, subordinado al candidato que hace seis años le diseñó, planeó, y fabricó Televisa y sus negocios. Sólo en la unanimidad encuentra la justificación para su extendido control.
El cierre con Elba Esther Gordillo le adiciona una vulnerabilidad aún insospechada por Peña, y le acarreará lo que la misma “Maestra” tiene bien identificado: su mala imagen.
Este último hecho debe liberar al PAN del error histórico que cometieron los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón que, con sus pactos de ocasión, secuestraron una de nuestras más importantes propuestas programáticas en torno a la modernización educativa, para aumentar la cobertura de los servicios y la calidad de la enseñanza, como únicas alternativas posibles de colocar a México en el desarrollo, el crecimiento y en el principal juego del mundo que es la competitividad. Ojalá también que el gobierno de Calderón le retire ahora las múltiples concesiones que le ha conferido a la lideresa magisterial, empezando por el estratégico cargo que tiene su yerno en la SEP.
Es frente a este escenario que propongo darle un vuelco a nuestro proceso para seleccionar al candidat@ para el 2012. Se trata de dos pasos que requieren un gran sentido estratégico y una buena dosis de generosidad entre los dirigentes y los precandidatos. El primero es acordar una encuesta para seleccionar de los tres a dos; los que obtengan los mayores porcentajes en términos de tres valores esenciales en los sondeos públicos: posicionamiento o conocimiento público, intención de voto entre simpatizantes, preferencia en careo con los precandidatos del PRI y PRD, y balance entre negativos y positivos.
Luego, de los dos que resulten, pasar a una consulta abierta a los militantes y ciudadanos en general con credencial para votar a realizarse el 19 de febrero del año que entra y que sea asumida como una votación indicativa para que el Comité Ejecutivo Nacional designe al candidato a la Presidencia de la República.
Varias veces se ha colocado como impedimento para realizar, tanto la encuesta como el método extraordinario de elección abierta a la ciudadanía del candidato presidencial, que en esta modalidad no se producen varios de los supuestos señalados por el estatuto ni por el reglamento que norma los procesos de selección interna. Sin embargo, si entre los aspirantes acuerdan tanto el sondeo como la consulta, nada impide su realización. Es hora de que el CEN del PAN delibere y discuta este planteamiento y que de aprobarlo haga pública su petición a los tres aspirantes y que cada uno de ellos exprese públicamente su posición. De entrada ya contamos con una definición de uno de ellos, la de Ernesto Cordero quien audazmente dijo, “como quieran quiero, y como se acomoden puedo”. Ha llegado el momento del mejor método: el de la audacia.
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