GENARO DAVID GÓNGORA PIMENTEL
Con un amplio despliegue publicitario, el Consejo de la Judicatura Federal ha informado que vigilará a los jueces, magistrados y personal administrativo para cuidar su honorabilidad. Es decir, para que no vayan a tener movimientos bancarios que sean injustificados. Para lograr esto ha hecho un convenio con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores que, se supone, habrá de poner en conocimiento todos los movimientos anormales de los señores jueces y magistrados. Debemos alegrarnos de que se les llame la atención a jueces, magistrados y secretarios con toda anticipación, para que puedan cuidarse en el futuro de hacer las cosas con más inteligencia, puesto que los bribones han sido advertidos con anticipación. Se necesitó el escándalo de un secretario de un juzgado de distrito que manejaba una fortuna, para que el Consejo de la Judicatura Federal tomara las medidas anunciadas.
En este convenio no entran, desde luego, los mismos Consejeros de la Justicia Federal, ni tampoco los señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pues estos servidores públicos están más allá de cualquier sospecha. Además, ¿ellos mismos habrían de autovigilarse? ¿pudiera pensarse en un órgano superior que lo haría? ¡Desde luego que no!
Hubo un juez francés que inauguró un sistema que podría dar resultado en México, si nuestros jueces, magistrados y ministros quisieran adoptarlo.
El Magistrado Magnaud terminaba sus sentencias con un último párrafo en que informaba qué consejeros y ministros le habían hablado para recomendarle el caso que estaba bajo su jurisdicción. Sería inútil explicar que después de tal proceder ningún consejero ni ministro le recomendaba nada, porque exponerlos públicamente era, en verdad, vergonzoso. En efecto su conducta era constitutiva de un delito.
Tengo un conocido que es abogado notable. Un día le contaba el proceder del Magistrado Magnaud. Le pareció que podría ser una manera de terminar con la corrupción judicial. Me dijo, sentencioso:
—Si yo se que en un juicio, el abogado contrario ha conseguido la recomendación de un alto servidor judicial para su asunto. Desde luego que buscaré también otra recomendación, porque no puedo arriesgarme a perder el caso que se me ha encomendado por mi cliente, porque la otra parte logró una recomendación que posiblemente incline la vara de la justicia—.
Ahora, continuó, si los juzgadores están obligados a decir en sus sentencias, en un último párrafo quien, o quienes, les han hablado para pedirles “el favor” de resolver en un cierto sentido, se acabaría la corrupción judicial.
Hay desde luego, otra forma menos arriesgada, si se puede decir, que sería grabar todas las conversaciones telefónicas. Esto lo he recomendado a los jueces desde hace tiempo, pero no ha dado resultado, pues antes que todo se necesita el valor de los juzgadores para defender su autonomía, su independencia.
Por último, para terminar esta breve nota, contaré una historia verdadera de los aconteceres judiciales. Un día un Magistrado de Circuito recibió una llamada telefónica de un alto, muy alto servidor judicial, que procedió a recomendarle un asunto. El señor magistrado lo escuchó hasta el final de su recomendación y entonces le dijo:
—Fíjese usted que yo conozco bien la voz de quien dice hablarme y estoy seguro que no es usted. No me voy a dejar engañar por alguien que trata de hacerse pasar por otra persona. Por tanto ¡vaya usted a chingar a su madre!—
Y colgó el teléfono. Esto se supo en el ambiente judicial federal, porque el señor Magistrado lo contó. A todos nos llenó de placer la historia y nunca más se atrevió ninguno a recomendarle asuntos a éste “Magnaud Mexicano”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario