jueves, 17 de noviembre de 2011

NUBOSIDAD

RAÚL CARRANCÁ

La muerte del secretario Blake Mora y de sus acompañantes no fue un accidente. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la palabra accidente de la siguiente manera: "Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas". Yo doy por descontado que en el suceso hubo una voluntad, directa o indirecta, dolosa o culposa (imprudencial). No fue una contingencia. Fundamento mi tesis en la premisa de que una serie de supuestos accidentes concatenados en el tiempo y circunstancias, es muy difícil, por no decir imposible, que lo sean. Hay que recordar que el secretario Blake Mora tuvo como antecesor a Juan Camilo Mouriño, y aunque en otro espacio y tiempo Ramón Martín Huerta padeció el mismo destino que estos. ¿Mala suerte, casualidad, mera coincidencia? Ahora bien, el mejor peritaje basado en una técnica impecable no substituye al sentido común y a la lógica. Hace apenas unos días el país se cimbró con la noticia del homicidio del Presidente Municipal de La Piedad, Michoacán, y posteriormente -con base en "exhaustivas investigaciones"- con la crítica severa de "Human Rights Watch" sobre la situación que prevalece en México, donde la "guerra contra el narcotráfico" emprendida por el Presidente Felipe Calderón "no sólo no ha logrado reducir la violencia, sino que ha generado un incremento en las violaciones de derechos humanos". A lo que el Presidente repuso que "la principal amenaza para los derechos humanos de los mexicanos son los criminales... son ellos quienes violan de manera sistemática las garantías fundamentales de los ciudadanos y sus familias". Lo cual no es cierto porque los criminales no pueden violar derechos humanos ni garantías, lo que es exclusivo de la autoridad en el abuso de sus facultades. Pero si juntamos los elementos a que me acabo de referir la conclusión es evidente, a saber, que la guerra y estrategia del Gobierno en su lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada es un detonador en el incremento de la violencia y violaciones a los derechos humanos. ¿Y en tal ambiente es concebible siquiera que el mal tiempo, la nubosidad (el hermano del copiloto dijo que éste le comentó el miércoles anterior a la tragedia que el helicóptero no estaba en condiciones de viajar el viernes (REUTERS MÉXICO), hayan sido la causa de la tragedia en que murieron Blake Mora y sus acompañantes? Es una explicación muy endeble de lo acontecido ya que incluso en los aeropuertos se suspenden los vuelos cuando hay nubosidad. ¿No se debió hacer, con mayor razón, en el caso de un secretario de Estado de la importancia de Blake Mora, segundo de a bordo en la escala del poder político? Y si no se hizo fue una falta de previsión, una imprudencia, absolutamente causales, que no casuales, del terrible desastre. La verdad es que el sentido común y lógico indica, por más dictámenes periciales norteamericanos y franceses que se puedan oponer, que hubo responsabilidad humana en el lamentable suceso. Todo el entorno nuboso del país, la guerra fallida y sin sustento constitucional, producto de una estrategia política pragmática y de reformas e iniciativas muy alejadas del Derecho, es propicio al desbordamiento de la violencia. Se gobierna manipulando al Estado de Derecho, o sea, alterando sus parámetros constitucionales, jurídicos y legales. Se combate la violencia con otra violencia.
En suma, nunca convencerá lo del accidente pues las evidencias lógicas de lo contrario son muy sólidas. Sin embargo la Secretaría de Comunicaciones y Transportes insiste en que hasta el momento no hay indicios que desvirtúen el accidente. En fin, la presencia de la nubosidad es innegable, nada más que en el terreno pantanoso de la política negativa.

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