JOHN MILL ACKERMAN ROSE
La Presidencia de la República ha pedido que por respeto a las víctimas y a sus familiares” no se especule ni se lucre políticamente con la caída del helicóptero del secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora. Sin embargo, Felipe Calderón ha sido el primero en hacerlo. Asimismo, tanto el Presidente como el secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome, han reiterado una y otra vez que “como siempre, el gobierno federal actuará con toda transparencia”, a pesar de que todo indica que la opacidad será la regla.
En su primer pronunciamiento el viernes pasado, Calderón afirmó que “las condiciones de nubosidad que prevalecían... hacen pensar, ciertamente, en la probabilidad de un accidente”. El sábado, Pérez Jácome se distanció de su jefe y se limitó a afirmar que solamente “es probable que se haya encontrado con capas de nubosidad” y que “presumiblemente” estas condiciones “pudieron haber requerido que la tripulación buscara una ruta alterna”. Es decir, todavía no contamos con información confiable siquiera sobre las condiciones meteorológicas, pero el gobierno federal da ya vuelo a su imaginación para construir una narrativa que pueda “tranquilizar” a la opinión pública.
Existe un evidente doble rasero. Son tachados de irresponsables e irrespetuosos los que “presumen” que, dado lo extraño de los acontecimientos, la muerte del secretario y su equipo “pudo haber sido” resultado de un ataque directo. Las autoridades, sin embargo, tienen permitido especular para minimizar la relevancia política del trágico acontecimiento.
Calderón también fue el primero en lucrar políticamente con la tragedia. En su discurso del sábado, llamó a la “unidad” y a “redoblar esfuerzos” para “seguir luchando y con mayor convicción aún”, en evidente referencia a su cuestionada estrategia militarizada de combate al narcotráfico. También señaló que “eventos como éste ponen a prueba a las instituciones” y que “estos son momentos difíciles, desde luego, para el gobierno y lo son, también, para la nación”.
Estas declaraciones chocan de manera frontal con la tesis de la “nubosidad” como causa de la muerte del secretario. Si fue un mero accidente, ¿entonces por qué “pone a prueba” las instituciones y genera un “momento difícil” para la nación? Aunque ocupaba un cargo muy importante, Blake no destacaba en el gabinete. Su perfil era el de un burócrata más, un amigo del Presidente que se ocupaba principalmente de las relaciones públicas de su jefe. Como él, existen más de una docena de otros funcionarios cercanos a Calderón que podrán hacer el trabajo igual o mejor que Blake. La muerte del secretario, y de los otros siete ocupantes, es evidentemente una tragedia para sus familias y allegados. Sin embargo, no pone “a prueba” las instituciones y mucho menos pone en aprietos a “la nación”, a menos de que el Presidente sepa o quiera sugerir que efectivamente el incidente no haya sido un mero accidente.
El objetivo del Presidente pareciera ser entonces descartar públicamente la tesis del atentado, para no parecer débil ante los ataques del narcotráfico, pero también utilizar el incidente para legitimar su fallida estrategia militar y apuntalar a su partido de cara a las elecciones de 2012. En otras palabras, Calderón busca simultáneamente minimizar la vulnerabilidad de su gobierno y aumentar el miedo entre la sociedad. Con ello se busca presentar al PAN como el único partido que podría asegurar la integridad del Estado mexicano a partir de 2012, tal como lo hizo Ernesto Zedillo con el PRI en 1994.
Una de las pocas certezas que tenemos es que nunca sabremos la verdad sobre lo que realmente ocurrió el pasado 11/11. Tal como ocurrió en los casos de Ramón Martín Huerta y Juan Camilo Mouriño, los expedientes serán reservados por décadas. El día del choque de Blake, el gobierno prohibió a los periodistas acercarse para tomar fotografías del helicóptero destrozado. Desde entonces ha limitado el flujo de información y solamente ha respondido a unas cuantas preguntas de la prensa.
Supuestamente la aeronave que transportaba una de las cargas más importantes del país simplemente no contaba con una “caja negra”, o cualquier otro dispositivo, que registrara los detalles del vuelo y las voces de los pilotos. Es cierto que la norma oficial mexicana NOM-022-SCT3-2001 que regula los “registradores de vuelo” excluye a las aeronaves militares. Pero esto no es porque aquellas aeronaves sean menos importantes, sino por todo lo contrario. Resulta muy difícil creer que no exista registro alguno, en algún aparato especializado o por lo menos en los celulares de los tripulantes, de los últimos minutos del vuelo del helicóptero.
Habría que mantener la mente abierta ante las investigaciones oficiales. Es posible que ellas arrojen datos contundentes que demuestren que el choque fue un mero accidente. Mientras, habría que exigir al gobierno federal que deje de especular y que se limite a proporcionar datos objetivos. Tienen razón el 69 por ciento de los mexicanos que, de acuerdo con Latinobarómetro, desconfían en las autoridades. La carga de la prueba se encuentra de lado de aquellos que defienden la hipótesis de un simple accidente, no de los que suponen la existencia de un sabotaje premeditado.
In memorian de don Rafael Jacobo García, infatigable luchador social y líder campesino.
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