viernes, 25 de noviembre de 2011

POPULISMO Y EXPECTATIVAS

ISSA LUNA PLA

¿Quién no quiere tener un gobierno que le cumpla; que gaste el dinero en la sociedad y no en intereses personales de los políticos; un gobierno que legisle para tener una mejor convivencia y cohesión social? Si no me equivoco, la gran mayoría de los mexicanos estaríamos de acuerdo con esta expectativa. ¿Pero qué tanto estamos los mexicanos conscientes de lo que queremos?
Considero que deberíamos dedicarle más tiempo e investigación a las expectativas que los mexicanos tenemos sobre nuestros gobiernos, independientemente de lo que son y pueden ofrecer. Esto nos permitiría conocer la mejor manera en que los gobiernos deben actuar para cumplirlas. Porque el desconocimiento de lo que los ciudadanos, sus grupos, comunidades y culturas esperan del gobierno nos está conduciendo a reafirmar el populismo y alejarnos de gobiernos comprometidos con el bienestar del país.
Los últimos gobiernos en el Distrito Federal, guardan múltiples diferencias salvo en un aspecto, ambos tuvieron una política social que les permitió asegurar una base electoral, y casi seguro que lo hicieron atendiendo a determinadas expectativas: con programas sociales para algunos, con beneficios empresariales para otros. Ambas medidas son igual de populistas: las dos dan a cada cual lo que piden a cambio de un beneficio político. ¿Por qué no podemos tener gobiernos que no tengan que buscar una ganancia electoral u otros beneficios económicos para poder garantizar su compromiso social?
El populismo mexicano está en todos los partidos políticos. Está en los legisladores y en los jueces; en las fiscalías y en los burócratas. Todos en gobierno necesitan del apoyo y credibilidad de la sociedad para legitimar sus actos y asegurar su permanencia en el poder. Así que, de alguna u otra manera, aprueban leyes que les retribuyen políticamente, o difunden la terminación de obras de infraestructura (que impactan ampliamente en la opinión favorable); es decir, optan por aquellas políticas con altos niveles de rentabilidad en popularidad.
El populismo conduce a la simulación del cumplimiento de la ley; a la aprobación de reformas inútiles o imposibles de implementarse, al gasto irracional del presupuesto, a la opacidad y secretismo de los actos de gobierno, y a la simulación del cumplimiento de la razón en sociedad. Entonces ¿cómo cumplir con las expectativas ciudadanas dentro de lo posible sin caer en políticas populistas?
Llevamos décadas dedicándonos a responder esta pregunta y seguramente hemos avanzado algo. Pero las respuestas tendrán que pasar por analizar también las expectativas ciudadanas, sin compadecer a los pobres ciudadanos de ser “víctimas” de sus gobiernos. Por un lado, tendríamos que conocer cómo actúan los ciudadanos en el momento de definir las prioridades y lo que esperan de sus gobiernos.
Por ejemplo, nuestros ciudadanos son populistas porque eligen gobiernos populistas. El candidato presidencial del PRI ha llegado tan lejos seguramente no por sus méritos democráticos o por cumplir con la ley. En el mismo caso, en el PRD se ha elegido al líder dadivoso y misericordioso, que se compadece de los más necesitados, y no el que tiene las mejores credenciales democráticas para gobernar.
Aquí hay que reconocer que en las expectativas del electorado se intercalan problemas sustanciales como el desconocimiento de la población sobre qué es democrático y que no; qué es legal y que no; que es un auténtico gobierno comprometido con la sociedad y cuál es demagógico y populista. Pero el extremo también perjudica. Pensar que los ciudadanos “no saben lo que quieren” es dejar el tecnicismo para los tecnócratas y el populismo para los ciudadanos.
Los gobiernos de ahora tienen de frente un desafío enorme: cumplir con las expectativas de los diferentes grupos de la sociedad, a la vez que cumplen con su labor de razón social y con lo que han llamado algunos la cohesión social. Porque los ciudadanos requerimos de gobiernos que acerquen las fronteras del conocimiento, de la economía y de la integración social, no nos conviene elegir más gobernantes populistas. Sin embargo, siendo realistas, hoy las posibilidades de elegir este tipo de gobierno versus gobernantes populistas siguen siendo remotas.
Ojalá en México eligiéramos los gobernantes porque consideramos que cumplirán nuestras expectativas de bienestar común, pero los elegimos porque cumplen aspiraciones. Entre uno y otro la razón se pierde y el deseo mítico prevalece.

1 comentario:

arturo* dijo...

“Ojalá en México eligiéramos los gobernantes porque consideramos que cumplirán nuestras expectativas de bienestar común”… Sé que tú eres el especialista, sin embargo, mientras sigamos viendo el sistema político, económico, social y jurídico como los sistemas a los que pertenecemos, será difícil dar una respuesta y seguiremos utilizando términos como el “ojalá”