JORGE ALCOCER VILLANUEVA
Es difícil encontrar un caso semejante, en México, en que la política y los gobernantes estén directamente vinculados a una misma familia, casi una dinastía, como ha sido el caso de Michoacán. Antes que el general Lázaro Cárdenas y su hermano, Dámaso, se alternaran en el cargo de gobernador (desde 1928 hasta 1932) otro cardenista, el también general Francisco J. Mújica, gobernó ese estado en 1920. Casi medio siglo más tarde, Cuauhtémoc Cárdenas (1980-1986) ocupó el mismo cargo que habían tenido su padre y su tío. Y tres lustros después el nieto del general, del mismo nombre, llegó al cargo de gobernador (2002-2008); lo sucedió un destacado colaborador de su padre, Leonel Godoy, a quien por un ajuste electoral le corresponderá haber gobernado su estado por solamente cuatro años (2008-2012).
Si a las encuestas atendemos, la dinastía Cárdenas, y su hegemonía en el terruño, llega al fin de su largo ciclo. A la jornada comicial local del próximo domingo el candidato del PRD y sus aliados llegará ubicado en tercer lugar de preferencias; la contienda parece definida, desde hace varias semanas, en torno a los candidatos del PAN, Luisa María Calderón, y del PRI, el ex alcalde de Morelia Fausto Vallejo. Aunque son varias las encuestas que ubican por delante a la ex senadora y hermana del presidente Felipe Calderón, al menos la de este diario registró una indefinición (empate) al considerar el margen de error.
El resultado dependerá en mucho de la participación ciudadana en las urnas. Una elevada abstención podría favorecer más al PRI y al PRD, que cuentan con un voto cautivo de mayores dimensiones que el PAN, amén de disponer de estructuras y capacidad de movilización más experimentados y extendidos. En cambio, una elevada concurrencia a las urnas significará un peso mayor de los votantes no encuadrados en las maquinarias partidistas, segmento en el que la candidata panista finca sus expectativas de triunfo.
La participación dependerá de un factor que se ha hecho presente con toda crudeza: la inseguridad pública. El artero asesinato del alcalde de La Piedad ha colocado el proceso electoral michoacano, a unos días de la jornada comicial, en estado crítico. Ya había señales preocupantes, como el secuestro de empleados de dos empresas encuestadoras y de repartidores del directorio telefónico. La vitrina metodológica de la encuesta de Reforma consigna que 150 entrevistas tuvieron que ser hechas vía telefónica, por razones de seguridad. Qué tanto influyan esos hechos en el ánimo de los electores es una incógnita que se despejará hasta que las casillas cierren.
En los cuatro días previos a la jornada electoral cabe exigir de los partidos y candidatos abstenerse de cualquier intento de lucrar con el crimen contra el alcalde panista; ni la victimización de unos ni las descalificaciones de otros ayudarán a dar confianza a una sociedad evidentemente atemorizada no solo por los hechos recientes, sino por la espiral de violencia que desde hace cinco años no ha parado de crecer en Michoacán, pese a que ahí fue el primer campo de batalla en la guerra contra el crimen organizado.
De concretarse lo mostrado por la mayoría de las encuestas, en la tierra de los Cárdenas vendrá de nuevo la alternancia, solo que esta vez veríamos en acto cualquiera de dos escenarios: el regreso del PRI al palacio de gobierno en Morelia, o la primera victoria del PAN, en el mismo estado en donde obtuvo su primera victoria municipal en los ya remotos años cuarenta del siglo pasado.
Poca atención mereció entre los analistas electorales el hecho de que Michoacán es uno de los raros casos de tripartidismo competitivo que se han logrado mantener en la etapa de la transición y la alternancia. El PAN cuenta con una historia de larga data en municipios y distritos, y aunque no existe una dinastía de linaje blanquiazul, no es casual que sea Luisa María Calderón quien esté en posibilidad de alzarse con la victoria que su hermano no alcanzó años antes.
Fausto Vallejo es un político bien valorado en Morelia, ciudad a la que devolvió el orden y restauró la belleza que hoy la distingue; su trato con los gobernadores perredistas ha sido respetuoso y constructivo.
Los michoacanos tienen la palabra.
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