GENARO DAVID GÓNGORA PIMENTEL
Los derechos humanos a pesar de ser un elemento vital en las decisiones de un sistema democrático y económico han quedado relegados. La caída del Muro de Berlín en el año 1989 provocó grandes expectativas, se creyó que tras haber lograr el acuerdo del sistema democrático como forma de gobierno y el libre mercado, se daría un lugar de gran importancia a los derechos humanos, pero esto no fue así, ya que estos derechos siguieron relegados.
También se creyó que a raíz de las transiciones democráticas, iban a disminuir de manera evidente las violaciones a los derechos humanos, pues con el abandono del régimen autoritario y la adopción de uno democrático se provocaría un respeto a los derechos de las personas, pero una vez más, esto no fue así, lo que sucedió fue un traslado en los derechos violados. Las violaciones a derechos humanos se siguieron dando pero cambio la forma de ejercer dichas violaciones. Si en las dictaduras existía un alto índice de violaciones a derechos civiles y políticos, en las transiciones democráticas estas violaciones emigraron hacia derechos económicos, sociales y culturales —sin descartar violaciones a derechos civiles básicos como la libertad personal— evidenciando que los patrones de violaciones a los derechos varían dependiendo el tipo de gobierno.
La democracia va mas allá de las elecciones, es una forma de organizar el poder para ampliar la ciudadanía en sus tres dimensiones: política, civil y social, y evitar o limitar la dominación de unos individuos o grupos sobre los demás.
Entonces la pregunta que surge es ¿de qué está hecha nuestra democracia? Y si la democracia no es solamente elecciones, sino una condición fundamental de forma de vida, ¿cómo está siendo gobernado nuestro país?, ¿cómo operan las instituciones en la vida de cada uno de los ciudadanos? y ¿cómo están siendo enfrentados los riesgos o las amenazas: como el crimen, el miedo, la pobreza? Las decisiones que la autoridad está tomando, ¿realmente representan los intereses nacionales, hay pesos y contrapesos, hay instituciones que hagan frente al debate público? Tratándose de transparencia y del derecho que tienen todos los ciudadanos a conocer ¿las instituciones realmente están dispuestas a exhibir públicamente sus asuntos?, ¿realmente se puede decir que en nuestro país existen elecciones libres, transparentes y limpias? y ¿Hay un efectivo respeto de la libertad, hay seguridad para las personas, existe la defensa a la libre expresión?
Se cuestiona eso porque precisamente estos derechos son algunos de los derechos indispensables que caracterizan el mínimo de ciudadanía que debe estar presente en una democracia y porque la calidad de una democracia está directamente vinculada con su capacidad para crear ciudadanía.
En México se confunde muy a menudo que ser electores nos hace verdaderos ciudadanos, las personas se conciben como un mecanismo que puede llevar a ganar en una contienda a un partido político, y esto no es así la democracia empieza en el voto libre y secreto pero no termina ahí. La democracia es un proceso de constante construcción, donde el diálogo permanente entre ciudadanía y gobierno tiene que estar presente.
Uno de los indicadores con los cuales trabaja la calidad democrática es el respeto de los derechos humanos y la seguridad ciudadana, lo que está pasando hoy en nuestro país, las olas de violencia, de inseguridad, corrupción e impunidad están marcando el rumbo de desastre del país.
El punto de partida de cualquier cambio, es la educación, no se les puede pedir a los súbditos de este país que de un día para otro se comporten como ciudadanos, que exijan sus derechos, que demanden rendición de cuentas, que pidan transparencia, probablemente tome años conformar una masa crítica de ciudadanos que pueda constituir un verdadero contrapeso a la empequeñecida clase política que reina en el país, pero es necesario para lograr una transformación nacional.
Por desgracia la forma en que se pretende resolver los desafíos en México, es restringiendo las libertades ciudadanas, protegiendo a los partidos y consolidando un sistema en el que la ciudadanía está ahí para servir a los políticos y no al revés.
En México, sucede una práctica común entre nuestros gobernantes, en lugar de construir sobre lo existente, cada que llega un nuevo gobernante repudia el legado de su predecesor y se aboca a destruir los logros de los anteriores como mecanismo de aseguramiento en el poder.
La democracia en México es poco profunda, superficial y turbulenta, no genera bienestar social, definitivamente algo está mal.
Si la independencia de un pueblo se mide en la medida que cada uno de sus habitantes sea feliz, entonces parece que muchos seguimos siendo esclavos.
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