Se tendrían que modificar las leyes mexicanas, sanear y eficientar nuestro sistema judicial para originar el arribo de una caudalosa cascada de cientos de miles de millones de dólares para crear millones de empleos en nuestro país.
Invito al amable lector que pase la vista por estas líneas a que trate de responder la siguiente pregunta: ¿Por qué los cientos de miles de millones de dólares que nuestros poderosos socios de América del Norte invierten cada año en Asia, una gigantesca derrama económica con la que benefician concretamente a los famosos Tigres del Pacífico, no la canalizan hacia México? Si la respuesta fuera por el costo de la mano de obra debemos recordar que en México existen, por lo menos, 45 millones de compatriotas sepultados en la miseria, quienes subsisten penosamente sin percibir cuando menos dos dólares al día… Si no es el costo de la mano de obra ni la habilidad manual porque en EU los empresarios agrícolas y de la construcción se disputan el talento mexicano, entonces la explicación debe encontrarse en otros factores no debidamente analizados, entre los que debe descartarse la distancia geográfica…
¿Qué efecto mágico se produciría en nuestra economía si los cientos de miles de millones de dólares que EU y Canadá invierten fundamentalmente en Asia fueran canalizados a México nada menos que cada año? ¿Por qué no logramos acaparar esos recursos cuando constituimos economías complementarias en los términos del TLC? Nuestros socios requieren mano de obra barata, buena y además cercana y México reúne los tres requisitos de manera sobrada. Entonces, ¿por qué esas inversiones multimillonarias no se hacen en nuestro país, limítrofe con EU? De la atinada respuesta a este cuestionamiento depende el bienestar de muchos millones de mexicanos. Una primera explicación se encuentra en la ineficiencia de nuestro sistema judicial, así como en las leyes paternalistas y anacrónicas vigentes en nuestro país, las mismas que, en la especie, rigen las relaciones obrero-patronales alejadas de nuestra inserción en un mundo globalizado en el que las normas laborales, entre otras tantas, deben adecuarse a un contexto mundial. ¿No se adecuaron los aranceles?
Es bien sabido que uno de los argumentos que más esgrimen nuestros socios del TLC es la ausencia de seguridad jurídica como ingrediente fundamental de un Estado de derecho. Los empresarios saben que un conflicto judicial en México puede ser eterno o bien resolverse a periodicazos o a billetazos o por medio de influencias, por lo que es fácil concluir que uno de los grandes obstáculos que impiden la concurrencia de la inversión extranjera en México es, precisamente, la insolvencia y la corrupción prevalecientes en nuestro sistema judicial. Resulta también evidente la ausencia de promotores inteligentes y audaces que no se empequeñezcan y se atrevan a hablar sin complejos de inferioridad, entre otros más, con las autoridades de la secretaría de Estado y la de Comercio para estimular los intercambios entre ambos países, según se detonó a partir de la suscripción del TLC.
Si partimos del supuesto de la existencia de bloques comerciales mundiales, tal y como acontece en la Unión Europea y en Asia sin los mismos formalismos constitucionales, ¿por qué entonces no promover la expansión de un tercer bloque, el latinoamericano, a lo largo de las conversaciones con el presidente Obama? Si se promoviera la construcción de una nueva Alianza para el Progreso, según lo propuso el presidente Kennedy a principios de los años 60, el bloque latinoamericano podría sorprender a propios y extraños con un crecimiento y un desarrollo económico inimaginables. Ellos tienen lo que nosotros necesitamos y nosotros tenemos lo que ellos necesitan: nos necesitamos… ¿Cuál hubiera sido la suerte de América Latina si en lugar de dilapidar 700 mil millones de dólares en la criminal invasión armada en Irak, se hubieran invertido en la construcción de un bloque comercial latinoamericano? ¿Cuál problema migratorio? ¿Eh..?
Durante las conversaciones con Obama se debería plantear la conveniencia de aprovechar las economías complementarias entre México y EU. Una vez obtenido el diagnóstico y pactadas las condiciones recíprocas a través de un acuerdo bilateral, se tendrían que modificar las leyes mexicanas, sanear y eficientar nuestro sistema judicial para originar el arribo de una caudalosa cascada de cientos de miles de millones de dólares para crear millones de empleos en nuestro país, con lo cual disminuiría sensiblemente el problema migratorio, uno de los más acuciantes y complejos que acaparan la agenda bilateral, además de extinguir miles de mechas encendidas, las de los marginados y su justificadísima impaciencia.
El reto consiste en lograr la modificación de las leyes laborales y del sistema de impartición de justicia para que, de esa suerte, se capten cientos de miles de millones de dólares, con los cuales se cambiaría abruptamente la ruta de colisión que temerariamente llevamos hacia un nuevo colapso por ineficiencia, cobardía, ineptitud o apatía, u otros complejos que aquejan a los actuales dirigentes de nuestra clase política. ¿Dónde está el reformador? ¡Se busca a un estadista mexicano! ¿Dónde está..?
hum_mus@hotmail.com
Si partimos del supuesto de la existencia de bloques comerciales mundiales, tal y como acontece en la Unión Europea y en Asia sin los mismos formalismos constitucionales, ¿por qué entonces no promover la expansión de un tercer bloque, el latinoamericano, a lo largo de las conversaciones con el presidente Obama?
Invito al amable lector que pase la vista por estas líneas a que trate de responder la siguiente pregunta: ¿Por qué los cientos de miles de millones de dólares que nuestros poderosos socios de América del Norte invierten cada año en Asia, una gigantesca derrama económica con la que benefician concretamente a los famosos Tigres del Pacífico, no la canalizan hacia México? Si la respuesta fuera por el costo de la mano de obra debemos recordar que en México existen, por lo menos, 45 millones de compatriotas sepultados en la miseria, quienes subsisten penosamente sin percibir cuando menos dos dólares al día… Si no es el costo de la mano de obra ni la habilidad manual porque en EU los empresarios agrícolas y de la construcción se disputan el talento mexicano, entonces la explicación debe encontrarse en otros factores no debidamente analizados, entre los que debe descartarse la distancia geográfica…
¿Qué efecto mágico se produciría en nuestra economía si los cientos de miles de millones de dólares que EU y Canadá invierten fundamentalmente en Asia fueran canalizados a México nada menos que cada año? ¿Por qué no logramos acaparar esos recursos cuando constituimos economías complementarias en los términos del TLC? Nuestros socios requieren mano de obra barata, buena y además cercana y México reúne los tres requisitos de manera sobrada. Entonces, ¿por qué esas inversiones multimillonarias no se hacen en nuestro país, limítrofe con EU? De la atinada respuesta a este cuestionamiento depende el bienestar de muchos millones de mexicanos. Una primera explicación se encuentra en la ineficiencia de nuestro sistema judicial, así como en las leyes paternalistas y anacrónicas vigentes en nuestro país, las mismas que, en la especie, rigen las relaciones obrero-patronales alejadas de nuestra inserción en un mundo globalizado en el que las normas laborales, entre otras tantas, deben adecuarse a un contexto mundial. ¿No se adecuaron los aranceles?
Es bien sabido que uno de los argumentos que más esgrimen nuestros socios del TLC es la ausencia de seguridad jurídica como ingrediente fundamental de un Estado de derecho. Los empresarios saben que un conflicto judicial en México puede ser eterno o bien resolverse a periodicazos o a billetazos o por medio de influencias, por lo que es fácil concluir que uno de los grandes obstáculos que impiden la concurrencia de la inversión extranjera en México es, precisamente, la insolvencia y la corrupción prevalecientes en nuestro sistema judicial. Resulta también evidente la ausencia de promotores inteligentes y audaces que no se empequeñezcan y se atrevan a hablar sin complejos de inferioridad, entre otros más, con las autoridades de la secretaría de Estado y la de Comercio para estimular los intercambios entre ambos países, según se detonó a partir de la suscripción del TLC.
Si partimos del supuesto de la existencia de bloques comerciales mundiales, tal y como acontece en la Unión Europea y en Asia sin los mismos formalismos constitucionales, ¿por qué entonces no promover la expansión de un tercer bloque, el latinoamericano, a lo largo de las conversaciones con el presidente Obama? Si se promoviera la construcción de una nueva Alianza para el Progreso, según lo propuso el presidente Kennedy a principios de los años 60, el bloque latinoamericano podría sorprender a propios y extraños con un crecimiento y un desarrollo económico inimaginables. Ellos tienen lo que nosotros necesitamos y nosotros tenemos lo que ellos necesitan: nos necesitamos… ¿Cuál hubiera sido la suerte de América Latina si en lugar de dilapidar 700 mil millones de dólares en la criminal invasión armada en Irak, se hubieran invertido en la construcción de un bloque comercial latinoamericano? ¿Cuál problema migratorio? ¿Eh..?
Durante las conversaciones con Obama se debería plantear la conveniencia de aprovechar las economías complementarias entre México y EU. Una vez obtenido el diagnóstico y pactadas las condiciones recíprocas a través de un acuerdo bilateral, se tendrían que modificar las leyes mexicanas, sanear y eficientar nuestro sistema judicial para originar el arribo de una caudalosa cascada de cientos de miles de millones de dólares para crear millones de empleos en nuestro país, con lo cual disminuiría sensiblemente el problema migratorio, uno de los más acuciantes y complejos que acaparan la agenda bilateral, además de extinguir miles de mechas encendidas, las de los marginados y su justificadísima impaciencia.
El reto consiste en lograr la modificación de las leyes laborales y del sistema de impartición de justicia para que, de esa suerte, se capten cientos de miles de millones de dólares, con los cuales se cambiaría abruptamente la ruta de colisión que temerariamente llevamos hacia un nuevo colapso por ineficiencia, cobardía, ineptitud o apatía, u otros complejos que aquejan a los actuales dirigentes de nuestra clase política. ¿Dónde está el reformador? ¡Se busca a un estadista mexicano! ¿Dónde está..?
hum_mus@hotmail.com
Si partimos del supuesto de la existencia de bloques comerciales mundiales, tal y como acontece en la Unión Europea y en Asia sin los mismos formalismos constitucionales, ¿por qué entonces no promover la expansión de un tercer bloque, el latinoamericano, a lo largo de las conversaciones con el presidente Obama?
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