¿Dónde estaba la tan cantada prensa liberal estadunidense cuando los acusados eran sentados en un sillón muy cómodo que invitaba al sueño siendo que al perder la conciencia eran despertados a patadas en las espinillas, suplicio que duraba siete días antes de perder la razón?
¿Dónde estaba Human Rights Watch cuando se descubrió que la CIA mandaba torturar a los “presos políticos” de Afganistán y de Irak encerrándolos desnudos en cuartos llenos de miles de insectos que picaban inoculando substancias tóxicas al extremo de poder causar la muerte? ¿Dónde estaba esta organización cuando se informó a la opinión pública que la CIA y sus verdugos inyectaban litros de agua en la boca abierta de los detenidos invadiendo las vías respiratorias para producir una tos asfixiante y hasta mortal? ¿Dónde estaba la tan cantada prensa liberal estadunidense cuando los acusados eran sentados en un sillón muy cómodo que invitaba al sueño siendo que al perder la conciencia eran despertados a patadas en las espinillas, suplicio que duraba siete días antes de perder la razón? ¿Dónde estaban todas las organizaciones norteamericanas de derechos humanos cuando se conoció que a los convictos se les sometía a una ducha permanente con duración de quince días con cambios cíclicos de temperatura del agua? ¿Por qué nunca protestaron cuando se supo que los presos eran confinados en espacios no mayores de un metro cuadrado o cuando se les privaba de alimentos o cuando se les golpeaba en la zona abdominal o cuando se les enclaustraba en habitaciones oscuras repletas de víboras que se enroscaban en las piernas de las víctimas mientras éstas proferían gritos de horror?
La semana pasada el presidente Obama autorizó la publicación de las torturas antes relatadas. Obviamente la divulgación de estos crímenes injustificables ejecutados por un gobierno que se ostenta como el gran defensor de los derechos humanos tiene un objetivo claramente político: aumentar el justificado desprestigio de la administración de Bush en beneficio de los demócratas. Obama decidió, asimismo, no castigar a los agentes de la CIA, puntuales ejecutores de las torturas, porque habían cumplido instrucciones de la superioridad. De acuerdo a lo anterior, ¿por qué no se abre de inmediato una investigación para deslindar responsabilidades y acusar precisamente a la salvaje “superioridad…”? ¿Acaso no se va a sancionar con todo el rigor de la ley a quienes resulten culpables de semejantes atrocidades? ¿Dónde está Human Rights Watch que no organiza marchas a lo largo y ancho de Estados Unidos para exigir la impartición de justicia ante la flagrante violación de los derechos que supuestamente defiende y que justifican su existencia legal y social? ¿Human Rights Watch sólo está interesada en investigar si se respetan los derechos humanos de los cubanos o de los narcos mexicanos detenidos?
Cuando el famoso juez Garzón inició un proceso criminal en contra de Augusto Pinochet acusado de genocida y ordenó su captura, se encontrara donde se encontrara, imprimiendo así un nuevo perfil al derecho internacional, ¿por qué entonces dicho juez, como otros tantos más de diferentes países, no inician un proceso en contra de George W. Bush, de Dick Cheney o de Rumsfeld, con el mismo cargo de genocidas por haber bombardeado Afganistán e Irak y causado la muerte de decenas de miles de personas, además de quienes resultaron mutilados o heridos? Bush es un genocida. ¿O no lo es quien ordena bombardear ciudades enteras sin mediar declaración de guerra ni cumplir con los requisitos establecidos por las diferentes convenciones internacionales? Bush asesinó a miles de personas inocentes tal vez por satisfacer un capricho paterno o por avidez económica o por alguna otra patología sicológica. De aquí que comparando las atrocidades cometidas por Pinochet o Milosevic, estos últimos pasen a la historia como un par de lactantes en relación con el genocidio cometido por Bush y su cáfila de asesinos.
De acuerdo a lo anterior, resulta procedente exigir a jueces como Garzón que inicien de inmediato un conjunto de juicios en contra de Bush, Cheney y Rumsfeld, entre otros tantos más, de modo que algunos integrantes de la comunidad internacional se erijan como jueces para castigar el genocidio cometido y se giren órdenes de aprehensión y lograr que dichos criminales permanezcan en el territorio norteamericano entendido como cárcel, por el peligro que correrían de ser arrestados en cualquier aeropuerto o en plena vía pública fuera de su país.
Si Obama, su gobierno, el Congreso, Human Rights Watch y la prensa estadunidense perdonan a George W. Bush y a su pandilla, es el momento de que la comunidad internacional responda privando de la libertad, por lo menos, a estos carniceros de cuello blanco. Milosevic fue arrestado y enviado al Tribunal de La Haya acusado de corrupción, abuso de poder, malversación de fondos, además de genocidio, crímenes en contra de la humanidad y violaciones en contra de las reglas y costumbres en torno a la guerra. No fue juzgado ni en Serbia ni en la República Federal de Yugoslavia, sino en La Haya. ¿Qué tal si un día el mundo se despierta con la noticia de que Bush fue detenido por genocida en el aeropuerto de Barajas, Madrid? ¿Por qué sólo Pinochet? ¡Se busca a un juez Garzón!
¿Dónde estaba Human Rights Watch cuando se descubrió que la CIA mandaba torturar a los “presos políticos” de Afganistán y de Irak encerrándolos desnudos en cuartos llenos de miles de insectos que picaban inoculando substancias tóxicas al extremo de poder causar la muerte? ¿Dónde estaba esta organización cuando se informó a la opinión pública que la CIA y sus verdugos inyectaban litros de agua en la boca abierta de los detenidos invadiendo las vías respiratorias para producir una tos asfixiante y hasta mortal? ¿Dónde estaba la tan cantada prensa liberal estadunidense cuando los acusados eran sentados en un sillón muy cómodo que invitaba al sueño siendo que al perder la conciencia eran despertados a patadas en las espinillas, suplicio que duraba siete días antes de perder la razón? ¿Dónde estaban todas las organizaciones norteamericanas de derechos humanos cuando se conoció que a los convictos se les sometía a una ducha permanente con duración de quince días con cambios cíclicos de temperatura del agua? ¿Por qué nunca protestaron cuando se supo que los presos eran confinados en espacios no mayores de un metro cuadrado o cuando se les privaba de alimentos o cuando se les golpeaba en la zona abdominal o cuando se les enclaustraba en habitaciones oscuras repletas de víboras que se enroscaban en las piernas de las víctimas mientras éstas proferían gritos de horror?
La semana pasada el presidente Obama autorizó la publicación de las torturas antes relatadas. Obviamente la divulgación de estos crímenes injustificables ejecutados por un gobierno que se ostenta como el gran defensor de los derechos humanos tiene un objetivo claramente político: aumentar el justificado desprestigio de la administración de Bush en beneficio de los demócratas. Obama decidió, asimismo, no castigar a los agentes de la CIA, puntuales ejecutores de las torturas, porque habían cumplido instrucciones de la superioridad. De acuerdo a lo anterior, ¿por qué no se abre de inmediato una investigación para deslindar responsabilidades y acusar precisamente a la salvaje “superioridad…”? ¿Acaso no se va a sancionar con todo el rigor de la ley a quienes resulten culpables de semejantes atrocidades? ¿Dónde está Human Rights Watch que no organiza marchas a lo largo y ancho de Estados Unidos para exigir la impartición de justicia ante la flagrante violación de los derechos que supuestamente defiende y que justifican su existencia legal y social? ¿Human Rights Watch sólo está interesada en investigar si se respetan los derechos humanos de los cubanos o de los narcos mexicanos detenidos?
Cuando el famoso juez Garzón inició un proceso criminal en contra de Augusto Pinochet acusado de genocida y ordenó su captura, se encontrara donde se encontrara, imprimiendo así un nuevo perfil al derecho internacional, ¿por qué entonces dicho juez, como otros tantos más de diferentes países, no inician un proceso en contra de George W. Bush, de Dick Cheney o de Rumsfeld, con el mismo cargo de genocidas por haber bombardeado Afganistán e Irak y causado la muerte de decenas de miles de personas, además de quienes resultaron mutilados o heridos? Bush es un genocida. ¿O no lo es quien ordena bombardear ciudades enteras sin mediar declaración de guerra ni cumplir con los requisitos establecidos por las diferentes convenciones internacionales? Bush asesinó a miles de personas inocentes tal vez por satisfacer un capricho paterno o por avidez económica o por alguna otra patología sicológica. De aquí que comparando las atrocidades cometidas por Pinochet o Milosevic, estos últimos pasen a la historia como un par de lactantes en relación con el genocidio cometido por Bush y su cáfila de asesinos.
De acuerdo a lo anterior, resulta procedente exigir a jueces como Garzón que inicien de inmediato un conjunto de juicios en contra de Bush, Cheney y Rumsfeld, entre otros tantos más, de modo que algunos integrantes de la comunidad internacional se erijan como jueces para castigar el genocidio cometido y se giren órdenes de aprehensión y lograr que dichos criminales permanezcan en el territorio norteamericano entendido como cárcel, por el peligro que correrían de ser arrestados en cualquier aeropuerto o en plena vía pública fuera de su país.
Si Obama, su gobierno, el Congreso, Human Rights Watch y la prensa estadunidense perdonan a George W. Bush y a su pandilla, es el momento de que la comunidad internacional responda privando de la libertad, por lo menos, a estos carniceros de cuello blanco. Milosevic fue arrestado y enviado al Tribunal de La Haya acusado de corrupción, abuso de poder, malversación de fondos, además de genocidio, crímenes en contra de la humanidad y violaciones en contra de las reglas y costumbres en torno a la guerra. No fue juzgado ni en Serbia ni en la República Federal de Yugoslavia, sino en La Haya. ¿Qué tal si un día el mundo se despierta con la noticia de que Bush fue detenido por genocida en el aeropuerto de Barajas, Madrid? ¿Por qué sólo Pinochet? ¡Se busca a un juez Garzón!
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