martes, 21 de abril de 2009

PERIODISMO Y DERECHO A LA INFORMACIÓN

JAVIER CORRAL JURADO

Para que la democracia se convierta no sólo en forma de gobierno, sino en sistema de vida que procura el constante mejoramiento económico, cultural y social del pueblo, es indispensable que los ciudadanos cuenten con la información veraz y objetiva, de manera oportuna y lo más completa posible, sobre la realidad que los circunda. No hay democracia que prospere sin la garantía del derecho a la información, y este derecho tiene en el ejercicio libre y responsable del periodismo el instrumento más importante de la actividad comunicacional.
Porque el periodismo está llamado a escrutar todo ámbito público, a recoger la noticia como hecho y luego a analizarlo, a exponerlo, a interpretarlo, y en esa tarea de investigación que realizan las manos hábiles y los sentidos despiertos de los periodistas, surge la información que se convierte en excepcional bien público para construir lo que se llama la opinión pública, la conciencia social.
En el texto de Gabriel García Márquez “El mejor oficio del mundo” está una de las definiciones más emocionantes del periodismo. Dice el Nobel de Literatura: “El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede ni un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.
De ahí que sea tan importante premiar a los periodistas, como a los científicos, a los artistas, a los creadores. En el más amplio reconocimiento social estará el mejor impulso para que una actividad tan trascendental a la democracia se ejerza con hondura, rigor profesional y calidad narrativa. Y a ocho años de haberse desligado de la Secretaría de Gobernación, el Premio Nacional de Periodismo se consolida como ese espacio de reconocimiento a la tarea de los periodistas en México, y sus mecanismos de evaluación funcionan bien.
A partir de un Consejo Ciudadano en que participan mayoritariamente universidades, cada año se designa un jurado integrado esencialmente por pares, esto es, por quienes desempeñan trabajo periodístico o tienen vínculos con la actividad comunicacional. Se revisan los trabajos que los medios o directamente los autores envían en los más diversos géneros periodísticos.
Este año se recibieron mil 80 trabajos publicados en 2008, y más de la mitad provino de las distintas entidades del país. Es arduo seleccionar a sólo 11 ganadores, pero es reconfortante comprobar que detrás del avance de las libertades de expresión y de información y de una mayor apertura en los medios está fundamentalmente el empuje, el talento, la dedicación y la pasión de cientos de periodistas que impulsan decididamente ese proceso abordándolo prácticamente todo.
Este día da cuenta EL UNIVERSAL de los ganadores: noticia: Jesús Martín Mendoza; reportaje: María Antonieta Flores; Crónica: revista Emeequis; Entrevista: Rogelio Cárdenas; fotografía: Germán Guillermo Canseco; artículo de fondo: Zoé Alejandro Robledo Aburto; caricatura: Ángel Boligán; orientación y servicio a la sociedad: Miguel Ángel Chávez; mesa de análisis / debate: Antonio Navalón y Ernesto Velázquez; divulgación científica y cultural: Daniel Rodríguez Barrón; transparencia y acceso a la información: Marco Antonio Lara Klahr.
Y es de mención especial el reconocimiento que a la trayectoria periodística se ha brindado a don Carlos R. Menéndez Navarrete, director general de El Diario de Yucatán, uno de los periódicos más antiguos del país (1925) y de los mayor influencia y penetración en el sureste mexicano. Figura señera en el ejercicio de las mejores prácticas periodísticas, don Carlos es una biografía referencial en sentido ético y profesional. Nunca ha vacilado en colocar la información como el bien público que es, y no como mercancía; en esa conducta —invariable desde hace décadas— ha preferido perder anunciantes y amigos, antes que sacrificar el valor de la verdad para sus lectores.

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