Al único jefe de Estado que Barack Obama recibió, siendo Presidente electo, fue a su homólogo mexicano. Ya en funciones, decidió hacer una escala en su viaje a Trinidad y Tobago, Cumbre de las Américas, y realizar su primera visita oficial a México. Para la mayoría de los medios autóctonos lo relevante fue el desaguisado que provocó cancelar la invitación a la cena oficial a varios coordinadores de grupos minoritarios en el Congreso mexicano. Al güero González Garza (PRD) sus propios correligionarios lo dejaron colgado de la brocha; ninguno quería perderse la oportunidad de saludar al carismático presidente de Estados Unidos.¿Es importante la visita de Obama? Recurro a una anécdota para ilustrar mi perspectiva.¿Cuál es, señor Presidente, el principal problema de México?, preguntó Josip Broz, Tito, a Adolfo López Mateos (al que el ingenio popular renombró como López Paseos); después de algunos segundos, el jefe de Estado mexicano respondió, con toda convicción: "nuestra frontera con Estados Unidos". El mariscal Tito, sorprendido, sólo acertó a comentar: "Qué curioso; lo que no daría Yugoslavia por tener 3 metros de frontera con Estados Unidos". (La anécdota, como la recuerdo, me la platicó Antonio Carrillo Flores, siendo él diputado, en 1980).Tres mil kilómetros de frontera; 12 millones de nacidos en México que viven y trabajan -o lo buscan- allá; muy pronto los mexicanos, por nacimiento o por descendencia, serán la primera minoría étnica en aquel país. Comercio, finanzas, turismo, trasiego fronterizo, seguridad, ecología, historia -conflictiva- compartida. Todo nos liga, indisoluble, irremediablemente, a Estados Unidos.El gobierno mexicano tiene temas, pero carece de agenda, por lo que se ha visto obligado a admitir como propia la elaborada por el Departamento de Estado y las agencias de seguridad estadounidenses. Por inercia y urgencia, para ellos agenda y temas están más que claros: inseguridad, narcotráfico, violencia, inmigración; por delante de los económicos, sociales o ecológicos. Para su fortuna, y la nuestra, no estamos al borde del colapso económico, pero podríamos estarlo en materia de seguridad interna, según las visiones dominantes entre los mexicanólogos de Washington.El presidente Calderón no ha prestado a la relación con Estados Unidos atención personal prioritaria; otros asuntos ocupan su agenda. La responsable del ramo administra la Secretaría respectiva. A diferencia de quien ocupó el cargo durante la primera mitad del gobierno previo, la actual canciller carece de una estrategia que guíe y ocupe sus afanes. Más allá de discrepancias con la visión y acciones del polémico Jorge G. Castañeda, al menos éste tenía una línea frente a la cual reaccionar. Lo mismo podía decirse durante los gobiernos priistas, con las diferencias de enfoque y estilos personales de cada Presidente, y las capacidades de los secretarios del ramo.México, dicen los que saben, tiene tres fronteras: Estados Unidos, Guatemala-Belice y Cuba. La sureña y la marítima se encuentran descuidadas, cuando no olvidadas. En la del norte, son las alertas de Washington las que imponen los temas relevantes. Los cambios que se avizoran en la isla, que afectarán la geopolítica en todo el continente y la economía de la región, no merecen atención de parte del gobierno mexicano. Brasil y Canadá, Venezuela desde hace tiempo, ocupan el vacío.Creo que la visita fue trascendente por sí misma; apunta la relevancia que Obama y su administración otorgan a sus temas con México. Calderón compartirá gestión con él durante tres años, tiempo más que suficiente para intentar algo más que palmaditas, gestos de cortesía y elogios mutuos.No habrá new deal sin agenda del lado mexicano, que será mejor si cuenta con el respaldo del Congreso. Mientras que a Obama lo acompañaron congresistas significados, a los que a nadie se le hubiese ocurrido pedir que cenaran en otra parte, acá se canceló la invitación a varios de los nuestros. Ahí está el detalle.
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