"Mirar atrás es más satisfactorio que su opuesto. El mañana es menos atractivo que el ayer. No sé por qué, pero el pasado no irradia una monotonía tan intensa como el futuro. Por su plenitud, el futuro es propaganda, como también lo es la hierba". A contracorriente del rutinario optimismo progresista, Joseph Brodsky expresa su melancolía por los tiempos idos y su desencanto por las promesas del porvenir (Menos que uno. Siruela. España. 2006).Hace 30 años, por estos mismos días, México se encontraba envuelto como hoy en un proceso electoral federal. Era el primero luego de la reforma política de 1977 que había permitido la entrada de nuevas agrupaciones a la competencia, luego que la puerta estuviera clausurada por casi 30 años. Los partidos Comunista Mexicano, Socialista de los Trabajadores y Demócrata Mexicano debutaban bajo las nuevas reglas y se sumaban a los entonces tradicionales PRI, PAN, PPS y PARM. Se inauguraba el sistema mixto de conformación de la Cámara de Diputados que inyectaría una presencia mayor de las oposiciones en ese órgano legislativo. Pasaban por la televisión y la radio los primeros programas de los partidos políticos que representaban una pequeña inyección de aire fresco frente a las rutinas oficialistas de los noticieros. Los partidos, considerados por la Constitución a partir de entonces como "entidades de interés público", recibían del Estado algunas prerrogativas (financiamiento, exenciones fiscales, franquicias postales y telegráficas) para ayudarlos a asentarse y a desplegar sus respectivas campañas. Los candidatos hacían proselitismo, se desplazaban por sus distritos, y los plurinominales por el país. Y las elecciones habían sido precedidas de una amnistía a los presos políticos.No sólo era un tiempo de novedades sino de expectativas. Las nuevas reglas y realidades presagiaban una mayor competencia, un ejercicio mayor de las libertades, una sacudida al monolitismo imperante. Era apenas una rendija, pero a través de ella, quizá, se podrían colar los vientos del pluralismo, la tolerancia, la democracia. Expresiones ideológicas que antes vivían en la penumbra podían ahora hacer política a la luz del día y bajo la protección de la ley. El país de "un solo ideario legitimado por la historia" empezaba a ser el de las múltiples corrientes y programas. La palabra cambio sintetizaba la aspiración de miles y miles de ciudadanos. Las condiciones de la competencia eran todavía marcadamente inequitativas, pero... Roma no se construyó en un día.Y a su vez, esa novedosa experiencia era producto de una operación de Estado -la reforma política- que conscientemente facilitaba la incorporación de fuerzas políticas hasta entonces marginadas y que expandía un espacio -la Cámara de Diputados- para el encuentro y recreación de la diversidad; que a su vez era producto de una creciente conflictividad en muchos espacios de la vida pública (universidades, sindicatos, organizaciones agrarias, empresariales y hasta el surgimiento de guerrillas rurales y urbanas) que no encontraban conductos de expresión en el mundo institucional; que a su vez eran producto de una sociedad modernizada, y por ello plural, compleja, contradictoria, que no podía ni quería ser encuadrada bajo un solo ideario, una sola organización, un solo discurso.La reforma era vista, desde el gobierno, como una operación preventiva, capaz de ofrecer un cauce al descontento y un lugar a las "minorías". Una "válvula de escape", se decía. Pero, para las oposiciones la reforma suponía una plataforma mejor para continuar con sus esfuerzos, para darse a conocer, para crecer, para construir puentes con sus potenciales electores, para convertirse en parte del paisaje nacional, como diría Mitterrand. Ya se sabe, en la historia no se expresa una sola lógica, y son las lógicas en plural, las expectativas diversas, las apuestas enfrentadas, las políticas encontradas, las que acaban modelándola.Así llegó el momento de los comicios. El día en que el primer experimento cobijado en las nuevas reglas tenía lugar. La fecha en que las esperanzas se confrontan con la "realidad". Los siete partidos contendientes refrendaron su registro (entonces se necesitaba el 1.5 por ciento de los votos). Y los tres primeros obtuvieron las siguientes votaciones: PRI, 69.71 por ciento; PAN, 10.79, y PCM, 5.0. Los seis partidos de oposición tendrían, en conjunto, 104 diputados y el PRI 296. (Se oscurece la pantalla).Treinta años después nuestras elecciones son realmente competidas. Tenemos un sistema de partidos implantado y equilibrado y un Congreso sin mayoría absoluta. Se ejercen las libertades como nunca antes. Las ilusiones se hicieron realidad. Las expectativas, en buena hora, se convirtieron en rutinas. Pero ya se sabe que las rutinas suelen ser grises, previsibles, mecánicas, carentes de espectacularidad. Por ello "el mañana es menos atractivo que el ayer". Y "el futuro es propaganda, como también lo es la hierba".
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