lunes, 13 de junio de 2011

150 AÑOS DE LA MUERTE DE OCAMPO

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS

El domingo 28 de julio de 1957 la capital fue sacudida en la madrugada por un temblor de alta intensidad. Mi abuelo tenía la costumbre de salir los domingos a caminar por los alrededores de la Ciudad de México, y yo le acompañaba en la época de vacaciones escolares. Era sólo un niño que terminaba la secundaria en Guadalajara en una escuela confesional. Llegué a Tacubaya, donde él residía, antes de las ocho, era conocida la noticia, por lo que nos dirigimos al Paseo de la Reforma, conduciendo el vehículo el ingeniero Narciso Bassols Batalla. El temblor había sacudido la Columna de la Independencia y el Ángel se encontraba despedazado alrededor del monumento. Policías cuidaban el sitio que empezaba a acumular curiosos. Enfilamos a la carretera a Querétaro, se encontraba en construcción la primera parte de la autopista. En menos de una hora llegamos a Tepeji (Tepexi), y nos dirigimos a un sitio en las afueras donde hoy está un monumento que había inaugurado el presidente Cárdenas y el Gobierno del estado de Hidalgo, en honor al Hombre de Pomoca (anagrama de la palabra Ocampo y nombre de la Hacienda situada a 15 Km. de Maravatío, Michoacán). Allí oí el relato emocionado y preciso de los últimos días de uno de los hombres fundamentales del México de la Reforma. Decidí entonces casi en mi niñez cuál iba a ser mi posición ideológica en toda la vida. Aprendí en esa brillante lección del exsecretario de Educación Pública, que México no puede ser concebido sin la gesta que la generación más valiosa de México realizó de los años 1855 a 1867. Es de sobra conocida la frase de Lucas Alamán: "Quién impulsó la Revolución fue Ocampo."
Don Melchor, nacido en Pateo en 1814, había ocupado destacados cargos públicos como gobernador del estado de Michoacán, diputado, ministro de Relaciones Exteriores, primero por quince días en 1855 y luego en 1859, cuando suscribió el Tratado McLane-Ocampo. Ocampo tuvo la oportunidad de viajar a Europa con la fortuna que le dejara doña Francisca Javiera, su padre era Antonio Uranga, cura de Maravatío. Visitó Francia, Italia y Suiza. Se sabe que en su pasaporte figuró la firma de José Garibaldi y que trató en París al Dr. José María Luis Mora. La curiosidad de Ocampo era inagotable, sabía de botánica, filosofía, derecho, historia, agricultura y buenos vinos. Amplió sus conocimientos en Francia, en la Biblioteca Nacional leyó y anotó varias obras de Proudhon. Fue con estas lecturas que Ocampo pudo elaborar sus ideas sobre la familia, el matrimonio y la sociedad. Del célebre pensador francés proviene la inspiración para Ocampo al redactar el prólogo de la Ley para la Institución del Matrimonio Civil, (23 de julio de 1859), en el artículo 15 se contiene la llamada Epístola de Ocampo, que se leía antaño en los matrimonios civiles, y que hoy se reemplaza por aberrantes palabras de incultos jueces, aunque convengamos que ese lenguaje de don Melchor era extremadamente conservador. Juárez, que leía el francés como consta en el último libro en su buró de cama en el lecho de muerte, discutió con Ocampo las ideas de Proudhon, cuando ambos en 1854 estuvieron exilados en Nuevo Orleáns, junto con Arriaga y Mata -yerno de Juárez-, y por tanto no fueron ajenos al ensayo genial ¿Qué es la Propiedad? que sacudió a Europa e inspiró a Marx, que años después publicaría "El Manifiesto". Hay constancia de que Ocampo tradujo al español varios fragmentos de la obra del pensador de Besançon. Con tamaña solidez intelectual es plenamente explicable el por qué Ocampo condujo al Gobierno bajo las órdenes de Juárez en sus momentos determinantes, Es él quien comprende la necesidad de la Reforma para salvar al país del flagelo clerical y tomar el rumbo de la independencia política. Es él quien negocia con McLane un tratado que no entraña ninguna cesión de territorio, que era lo que pretendía Buchanan. Es él quien con su aguda experiencia diplomática decide, paralelamente, mantener la indispensable relación con los Estados Unidos y esperar al porvenir que finalmente llegó en los llanos de Calpulalpan, donde los liberales destrozaron a la reacción.

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