viernes, 17 de junio de 2011

JORGE HANK RHON

CARMEN ARISTEGUI

Adela Navarro, la valiente periodista y directora del semanario Zeta de Tijuana, respondió, cuando fue cuestionada sobre su opinión acerca de las implicaciones de la detención del ex alcalde priista Jorge Hank Rhon: "es una oportunidad", dijo llanamente. Apenas iniciaba la rocambolesca semana que hizo que el controvertido personaje fuera imputado por acopio de armas primero y luego por homicidio, por autoridades federales y locales respectivamente, para quedar finalmente liberado, dos veces en el mismo día. Hank Rhon terminó su semana presenciando un partido, vistiendo la camiseta verde de la selección nacional, sentado sonriente, como cualquier día, en el palco principal de su propio estadio de futbol.
El semanario Zeta sufrió el asesinato de su cofundador, Héctor Félix Miranda (a) El Gato Félix, y del periodista Francisco Ortiz Franco, quien investigaba, precisamente, la muerte de su compañero. La publicación fundada y dirigida hasta su muerte por don Jesús Blancornelas, quien en su momento también sufrió un atentado del que sobrevivió, no así uno de sus compañeros, no ha abandonado nunca su acusación acerca de la autoría intelectual de Hank Rhon en la muerte de los periodistas. Zeta ha informado también, por años, sobre las andanzas y tropelías atribuidas a Hank Rhon. Crímenes, narcotráfico, lavado de dinero son temas que están siempre en el circuito del ex alcalde. Informes de inteligencia, filtraciones, expedientes y suspicacias nunca se han traducido en imputaciones formales o cargos equiparables al tamaño de las sospechas.
Que Adela Navarro haya dicho que la detención de Hank era una oportunidad, no era sino la aceptación, implícita, de que -independientemente de motivaciones o usos políticos de la maniobra- parecía abrirse una puerta, finalmente, para procesar de alguna manera a uno de los hombres más señalados e impugnados de la historia reciente de nuestro país. El emblema de lo que muchos quisieran ver tras de las rejas. El empresario y político de inmensa fortuna -cuyo apellido remite, necesariamente, a las palabras corrupción, poder e impunidad- aparecía requerido por la justicia. Fue detenido de forma espectacular, efímera y al parecer sin consecuencias, de no ser que el proceso abierto u otros imaginables nos deparen sorpresas, como la ocasión en que fue detenido en el aeropuerto de la Ciudad de México por contrabando de pieles, marfiles y artículos exóticos. Libró el asunto, y quedó para la fotografía.
Hoy queda entreabierta, muy levemente, la puerta para que -si Estados Unidos interviene con información consistente que, ya se ve, el gobierno federal no posee- puedan formularse imputaciones por asuntos mayores en contra de Hank Rhon. Los recientes cables filtrados por WikiLeaks y publicados por La Jornada hablan de las grandes sospechas que existen entre autoridades norteamericanas sobre posibles vínculos con el crimen organizado, especialmente de lavado de dinero, relacionado con el narcotráfico y la operación de máquinas y sistemas de apuestas.
La periodista Dolia Estévez -que publicó en El Financiero en 1999 documentos secretos acerca de la llamada "Operación Tigre Blanco" que relacionaban a los hermanos Hank con actividades presumiblemente criminales- ha informado, en los últimos días, que gente cercana a la DEA ha confirmado sobre el envío a México de informaciones y reportes de inteligencia que podrían servir para configurar causas penales. Nadie, en un país como el nuestro, termina por creer que un operativo militar como el realizado la madrugada del 4 en el inmenso predio de Tijuana donde se encuentra la casa de Hank Rhon se pudo haber realizado sin la indicación y supervisión de las más altas autoridades. La supeditación de las instancias de procuración de justicia al poder político, en el ámbito federal y en el local, hacen imposible imaginar que un asunto de tal envergadura no haya sido diseñado, calculado y ejecutado desde el poder presidencial. Grave que se haya echado mano del Ejército de esa manera, que se exhiba la impericia de las procuradurías. Podría revertirse si, lo que hoy es ya considerado como el gran ridículo sexenal, se transmuta en una verdadera investigación con información propia y la que pueda llegar desde el extranjero para configurar una verdadera causa penal. ¿Es esto una ingenuidad? Muy probablemente. ¿Dificilísimo, después de lo ocurrido? Sin duda, pero tampoco imposible.

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