viernes, 3 de junio de 2011

50 AÑOS DE LA OCDE

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS


Conversaba con el embajador de Brasil en Irlanda en el año de 1993 y me cuestionaba sobre dos decisiones que había tomado el gobierno mexicano ante la inminente entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte el 1° de enero de 1994: el retiro de México del grupo de los 77 que representa al Tercer Mundo en las Naciones Unidas y el ingreso de México a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Habían sido decisiones personalísimas de Carlos Salinas como también lo fue la reanudación de relaciones con El Vaticano -a la que expresé en su momento y al funcionario debido mi vehemente oposición personal "no obtendremos ventajas del púlpito para la aprobación del Tratado; la diplomacia Vaticana es la más astuta del mundo y finalmente el clero pretenderá manipular al Estado mexicano"-. Eran, sin duda, momentos estelares de la política exterior mexicana que había alcanzado notable éxito años antes al firmarse los Acuerdos de Chapultepec que concluían el conflicto civil salvadoreño, logrados en buena parte por la inmejorable capacidad diplomática de Tlatelolco, que también se manifestó con la participación de Alfonso García Robles y Jorge Castañeda en los temas del Desarme y la Conferencia del Mar (Ille temporis).
Pero esta vez, quisiera sólo referirme a la organización cuya sede es París en el viejo Palacio de la Muette que cumple 50 años de su creación, término suficiente para hacer una evaluación de resultados. Fue en 1961 cuando se creó la OCDE, ingresando 18 países europeos: Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Islandia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal, España, Suecia, Suiza, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos y Canadá. Más tarde se agregaron, cronológicamente, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea y México. En este siglo se unieron Chile, Estonia, Israel, República Eslovaca, Eslovenia para llegar a un número actual de 34 países en 4 de los 5 continentes del mundo (nótese la ausencia del África). El propósito de la Organización, dice Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, ha sido asesorar políticas y encontrar senderos sobre temas importantes para los Estados miembros. La Organización trabaja en temas como estrategias de empleos, evaluación de estudiantes, cambio climático, empresas trasnacionales, trasparencia e intercambio de información para propósitos fiscales, anticorrupción, desarrollo sustentable, comercio e inversiones, seguridad alimentaria, impuestos. Afirma también Gurría que ante los cambios en el panorama global internacional, la OCDE construye una nueva arquitectura institucional de la gobernanza global. La OCDE está abierta al ingreso de otros miembros, como podrían ser el caso de Brasil, China, Rusia, India, Indonesia y Sudáfrica y mantiene una relación importante con más de 100 economías emergentes, con el propósito de construir un mundo más fuerte, limpio y equitativo.
En cuanto a los resultados de la Organización a cinco décadas, resulta inobjetable que ha podido cumplir con los objetivos que se ha ido planteando tiempo en tiempo. Sin duda, es arduo convencer a los gobiernos de la importancia que tiene el adoptar políticas que son de su interés colectivo. Esto hace la OCDE sin desembolsar una gran fortuna y sin tener mayores poderes disciplinarios que la disuasión moral. Cuando estas políticas requieren de la cooperación internacional para ser efectivas, se toman a través del consenso, que permite que los acuerdos sean después respetados.
Será en otra ocasión en la que examine los beneficios que ha recibido México desde el ingreso a la OCDE, particularmente en temas como la educación, energía, medio ambiente, ciencia y tecnología, gobernanza, etc. Pero quede claro ahora que de los escasos aciertos de la política calderonista muchos provienen de recomendaciones de la OCDE y no de sus singulares secretarios del ramo.

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