MIGUEL CARBONELL
Nos hemos acostumbrado a que los políticos nos mientan clamorosamente y sin rubor. Cada vez que se acercan las elecciones, escuchamos a los candidatos de todos los partidos hacer propuestas que sabemos que son imposibles de cumplir, pero casi nunca nos atrevemos a refutar lo que dicen, ni tampoco les exigimos cuentas por sus incumplimientos.
El 25 de abril de 2006 hubo un debate entre candidatos presidenciales. Un elocuente Felipe Calderón, candidato a la Presidencia por el PAN, hizo varias propuestas interesantes. Ninguna de ellas se ha cumplido. En su brillante discurso (Calderón es un orador muy destacado, con un entrenamiento de décadas en el arte de hablar en público) dijo que iba a bajar los impuestos; no se ha hecho. Hoy pagamos más Impuesto sobre la Renta, más Impuesto al Valor Agregado y se creó un impuesto nuevo conocido como IETU. La carga fiscal para los contribuyentes cautivos se ha incrementado, no ha decrecido.
Calderón dijo también que iba a simplificar el pago de los mismos impuestos, para que cualquier persona pudiera cumplir sin tener que consultar a un especialista en el llenado de las declaraciones: no se ha hecho nada al respecto, y pagar impuestos sigue siendo complicado y gravoso para millones de contribuyentes.
Dijo Calderón en ese mes de abril de 2006 que iba a transparentar el ejercicio de cada peso y cada centavo gastados por el gobierno federal, para que todos pudiéramos saber a qué se destinaba el gasto público. Lo cierto es que su sexenio se ha caracterizado por el secretismo en materia de procuración de justicia (las averiguaciones previas que lleva la PGR son de carácter reservado) y de condonación de créditos fiscales (el Sistema de Administración Tributaria ha hecho maroma, circo y teatro para burlar las órdenes del IFAI, sin que el Presidente los haya detenido). Sigue pendiente de aprobación en el Congreso una nueva ley federal de transparencia que no ha sido impulsada en modo alguno por el Presidente.
En la plataforma que registró el PAN ante el IFE para las elecciones de 2006 (cuyo texto se puede consultar en internet, dentro de la página web del propio IFE), hay también una batería de propósitos incumplidos. En ese documento se propuso crear juzgados especializados en materia de delincuencia organizada. Al día de hoy no existen ni hay proyecto alguno para crearlos. Se propuso dotar de autonomía constitucional a la PGR. No se ha hecho. Se propuso crear un órgano ciudadano, dotado de autonomía, para hacerse cargo de las estadísticas delictivas. No se ha hecho nada al respecto. Se propuso crear una “Ley general de la familia”. No se conoce ninguna iniciativa en ese sentido.
En 2006 el PAN propuso transformar la Secretaría de Seguridad Pública en una Secretaría del Interior. No hay noticia alguna de que eso vaya a suceder. El PAN decía que iba a fortalecer la democracia interna de los sindicatos y la rendición de cuentas de sus líderes. No se ve que el sindicato de maestros o el sindicato petrolero sean hoy más transparentes que hace cinco años, ni que sus líderes rindan cuentas a los agremiados o a la sociedad en su conjunto.
Se trata de ejemplos tomados de la plataforma electoral registrada oficialmente ante el IFE por el PAN, pero el mismo ejercicio podría hacerse respecto a los demás partidos, en el ejercicio de gobiernos locales. Estoy cierto de que ni el PRD ni el PRI podrían presentar en muchos casos mejores cuentas. La mentira como forma de articulación de la oferta de campaña parece haberse instalado entre nosotros. Ningún partido se salva.
Esa permisión hacia las propuestas que luego se van a incumplir se fomenta por la baja calidad del debate público mexicano y por la falta de memoria con la que se conducen muchos aspectos de nuestra vida pública. Son millones los ciudadanos que se interesan en la política solamente durante el tiempo de las campañas. Una vez que ejercen su derecho a votar regresan a la comodidad del sofá frente a la tele y a la preocupación por el siguiente capítulo de la telenovela de moda. No hay seguimiento a las propuestas de los candidatos y a la transformación de las promesas en actos de gobierno. Por eso es que nos pueden mentir impunemente. Y por eso es que, sin género alguno de duda, lo seguirán haciendo si lo seguimos tolerando.
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