Hace cuatro años y medio, cuando el presidente Calderón decidió que su administración iba a enfrentar con toda la fuerza del Estado al crimen organizado fue aplaudido por todos. En ese tiempo, la clase política, los empresarios, los medios de comunicación, los líderes de opinión, los ciudadanos, en mayor o menor medida, dieron su respaldo al Presidente. Lo que el gobierno federal argumentaba era que el fenómeno criminal silenciosamente extendía sus tentáculos en la sociedad. Algo pasaba que hacía que todos coincidieran en que era necesario actuar enérgicamente. ¿De qué estaba hecha la amenaza? ¿Cuál era su tamaño? ¿Cuánto tiempo tomaría controlarla? Eran preguntas que nadie respondió en su momento. Pero, a pesar de ello, hubo un amplio consenso de que se tenía que utilizar la fuerza del Estado para contenerla.
Cuatro años y medio después se requiere otro consenso. Hoy, en contraste con lo que fue el inicio de la administración de Calderón, hemos perdido la ingenuidad. No hay soluciones mágicas, ni rápidas ni perfectas. Hoy sabemos que cualquier posible solución tomará tiempo, que la estrategia debe diversificarse y que el centro de la misma deben ser los ciudadanos. Tenemos información suficiente que indica que la fuerza coactiva del Estado como se ha utilizado incrementa la violencia. También está claro que hay que ser selectivo en la persecución del delito pues no es lo mismo la piratería que el homicidio. Hoy sabemos que los retos del federalismo son enormes para quien intente, desde el centro, elaborar una estrategia de seguridad. A diferencia de hace cuatro años, está claro que los jóvenes son presas fáciles del sicariato sobre todo en plena recesión económica y con un prolijo tráfico de armas con nuestros vecinos del norte. Sabemos más que nunca que la droga no es el problema, pues lo que verdaderamente desintegra a una sociedad y amenaza a nuestros hijos es la violencia. ¿Cómo utilizar todo esto que sabemos para construir un nuevo consenso que tenga como fin reducir los crímenes violentos?
Tengo la impresión de que el primer reto que tiene la cons- trucción de una nueva estrategia es vencer la resistencia de la administración pú- blica federal a siquiera discutir el tema. Me parece que el presidente Calderón no está en el ánimo de redefinir la ruta, a pesar de que los datos duros obligarían a ello. Quiero pensar que ello se debe a que no hemos afinado el tono de la discusión. No va a haber un cambio de ruta si lo que percibe Calderón son descalificaciones como "se equivocó" o "la culpa es de García Luna". Este tipo de dimes y diretes lo que echan por la borda es la posibilidad de aprender y utilizar la experiencia de estos cuatro años y medio. Al inicio de la administración de Calderón no sabíamos lo que hoy sabemos. Utilicemos esa información para diseñar una nueva estrategia.
La ventana de oportunidad se está dando. Se respira en el ambiente la necesidad de cambios. Por primera vez en muchos años hay miles de ciudadanos dolidos que están dispuestos a poner tiempo y esfuerzo para frenar la violencia. Hay muchas historias de muerte y de pérdidas y de in- dignación. Ello, por paradójico que suene, puede ser la semilla una nueva ciu- dadanía participati- va, comprometida, organizada y exigen- te. La caravana que hoy inician Javier Sicilia, Julián LeBarón, Emilio Álvarez Icaza y varios ciudadanos rumbo a Ciudad Juárez está aglutinando, y lo seguirá haciendo, a esta nueva fuerza ciudadana. Es una caravana que habla del dolor y la pérdida pero también de la acción colectiva y el compromiso social. Le toca al presidente Calderón tenderles puentes y forjar alianzas. Nos toca a todos, y no sólo al gobierno, construir estrategias colectivas que frenen la violencia.
Cuatro años y medio después se requiere otro consenso. Hoy, en contraste con lo que fue el inicio de la administración de Calderón, hemos perdido la ingenuidad. No hay soluciones mágicas, ni rápidas ni perfectas. Hoy sabemos que cualquier posible solución tomará tiempo, que la estrategia debe diversificarse y que el centro de la misma deben ser los ciudadanos. Tenemos información suficiente que indica que la fuerza coactiva del Estado como se ha utilizado incrementa la violencia. También está claro que hay que ser selectivo en la persecución del delito pues no es lo mismo la piratería que el homicidio. Hoy sabemos que los retos del federalismo son enormes para quien intente, desde el centro, elaborar una estrategia de seguridad. A diferencia de hace cuatro años, está claro que los jóvenes son presas fáciles del sicariato sobre todo en plena recesión económica y con un prolijo tráfico de armas con nuestros vecinos del norte. Sabemos más que nunca que la droga no es el problema, pues lo que verdaderamente desintegra a una sociedad y amenaza a nuestros hijos es la violencia. ¿Cómo utilizar todo esto que sabemos para construir un nuevo consenso que tenga como fin reducir los crímenes violentos?
Tengo la impresión de que el primer reto que tiene la cons- trucción de una nueva estrategia es vencer la resistencia de la administración pú- blica federal a siquiera discutir el tema. Me parece que el presidente Calderón no está en el ánimo de redefinir la ruta, a pesar de que los datos duros obligarían a ello. Quiero pensar que ello se debe a que no hemos afinado el tono de la discusión. No va a haber un cambio de ruta si lo que percibe Calderón son descalificaciones como "se equivocó" o "la culpa es de García Luna". Este tipo de dimes y diretes lo que echan por la borda es la posibilidad de aprender y utilizar la experiencia de estos cuatro años y medio. Al inicio de la administración de Calderón no sabíamos lo que hoy sabemos. Utilicemos esa información para diseñar una nueva estrategia.
La ventana de oportunidad se está dando. Se respira en el ambiente la necesidad de cambios. Por primera vez en muchos años hay miles de ciudadanos dolidos que están dispuestos a poner tiempo y esfuerzo para frenar la violencia. Hay muchas historias de muerte y de pérdidas y de in- dignación. Ello, por paradójico que suene, puede ser la semilla una nueva ciu- dadanía participati- va, comprometida, organizada y exigen- te. La caravana que hoy inician Javier Sicilia, Julián LeBarón, Emilio Álvarez Icaza y varios ciudadanos rumbo a Ciudad Juárez está aglutinando, y lo seguirá haciendo, a esta nueva fuerza ciudadana. Es una caravana que habla del dolor y la pérdida pero también de la acción colectiva y el compromiso social. Le toca al presidente Calderón tenderles puentes y forjar alianzas. Nos toca a todos, y no sólo al gobierno, construir estrategias colectivas que frenen la violencia.
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