jueves, 2 de junio de 2011

ESPERANDO A SUPERMÁN

MIGUEL CARBONELL


Uno de los aspectos más decepcionantes de la política mexicana es el bajísimo nivel del debate público alrededor de los temas que más nos deberían interesar. Todos los días se publican docenas de columnas cuyo tema único es dar cuenta de la rumorología alrededor de los políticos del momento. Los “analistas” se rompen la cabeza intentando adivinar señales para saber qué candidato a la Presidencia será postulado por los principales partidos. Tinta y más tinta corre sobre lo que dicen, hacen, comentan y platican personajes como Peña Nieto, Ebrard, López Obrador, Vázquez Mota, Beltrones, Cordero, etcétera. Puede ser interesante como entretenimiento, pero es un desperdicio de tiempo y energía. Lo peor es que el jueguito “adivinatorio” de tantos comentaristas no permite advertir con claridad los puntos neurálgicos que pueden sacar adelante al país. Nos perdemos en anécdotas propias de lavandería, mientras se nos escapa la discusión de fondo sobre el modelo de desarrollo que México necesita. Pensamos que al país lo va a sacar adelante un ser superdotado que llegue a ocupar Los Pinos, en una suerte de actitud infantil impresentable en una sociedad democrática madura. Todavía está instalado en muchas cabezas el chip presidencialista que sigue viendo al país de un solo hombre, para decirlo con las palabras que utilizó Enrique González Pedrero al escribir sobre Santa Anna. Parece que no ha pasado un siglo y medio desde los tiempos de la política santanista. Seguimos pensando que Supermán vendrá a rescatarnos. ¿Qué es lo que deberíamos estar discutiendo? Lo que más nos une y debería convocarnos a actuar es el futuro común que compartimos, el modelo de país que queremos para las décadas por venir. Ese país se tendrá que basar en cinco columnas, como palancas para mejorar en todo lo demás: 1. Educación: necesitamos revisar con lupa lo que hacen los maestros en las escuelas, asegurar la cobertura universal (sobre todo en secundaria y preparatoria) y elevar la calidad con la que egresan nuestros jóvenes universitarios. En México solamente 16% de la población tiene título universitario y dentro de ese porcentaje la escasa calidad de conocimientos sirve para muy poco. 2. Seguridad pública: no tendremos el futuro que deseamos si no somos capaces de asegurar la seguridad física de todos los habitantes del país. La estrategia del presidente Calderón ha sido muy criticada, pero las posibles rutas alternativas no aparecen por ningún lado. En seguridad pública tenemos que lograr la dignificación de la policía en tres aspectos: salarios, equipamiento y capacitación. Además, tenemos que cortar el flujo de armas de alto poder que vienen desde Estados Unidos y pegarle duro al lavado de dinero, para debilitar el poder financiero de los cárteles. 3. Combate a la corrupción: México ocupa el lugar 98 en una tabla de 175 países evaluados por Transparencia Internacional. En materia de percepción como país corrupto sacamos una vergonzante calificación de 3.1 en una escala de cero al 10. La corrupción devora muchos de los avances que se intentan y obstaculiza las buenas iniciativas que tienen algunos funcionarios públicos honestos. Combatirla a fondo, con un nuevo modelo de rendición de cuentas, es una condición indispensable para construir el país que queremos. 4. Crecimiento económico y empleo de calidad: es cierto que tenemos en México 40 millones de personas viviendo en la pobreza. Pero eso significa que tenemos a otros 70 millones que tienen más o menos satisfechas sus necesidades básicas. Lo que tenemos que lograr es que siga creciendo la economía, que haya pleno empleo y, sobre todo, que a nuestros trabajadores se les pague mejor. Hoy el salario sigue siendo muy bajo, por la poca productividad y la escasa preparación de gran parte de la planta laboral. Hay que cambiar el modelo de relación laboral de fondo. Necesitamos reinventar el mundo del trabajo y apostarle a la creatividad, el trabajo en equipo y el reconocimiento al esfuerzo bien realizado. 5. Reinventar el Estado: gran parte de la estructura institucional en México ha quedado obsoleta en los años recientes. Necesitamos discutir y alumbrar un nuevo modelo de federalismo, una mejor relación entre poderes, una verdadera transparencia en el ejercicio de la función pública y una mucho más real rendición de cuentas, sobre todo entre los gobiernos estatales y municipales. Toda democracia robusta requiere de un Estado fuerte, capaz de implementar sus políticas públicas y de regular efectivamente la vida social. Hoy estamos lejos de eso. Los puntos anteriores son los que de verdad nos deberían ocupar y no la rumorología barata y plana que tanto espacio público ocupa, estorbando a la discusión de fondo que a México tanto le urge.

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