jueves, 30 de junio de 2011

TRANSFORMACIONES

JOSÉ WOLDENBERG

1. En la carretera México-Cuernavaca Fulano de X maneja su Honda a 180 kilómetros por hora. Al salir de una curva cerrada se topa con un camión parado; intenta frenar, pero es muy tarde, el automóvil se estampa contra la parte trasera del camión. Fulano de X sale ileso, pero el Honda se hace chicharrón, su auto se ha transformado de manera radical: ahora es pura chatarra. Si antes su valor era de 180 mil pesos, ahora sólo vale 15 mil. Tenemos pues una transformación por accidente.
2. Usted introduce agua al refrigerador en un recipiente cuadriculado y abierto. Luego de varias horas el líquido se convierte en hielos. Puede también hacer lo contrario: sacar los hielos del refrigerador y esperar a ver cómo, lentamente, se convierten en agua. Estamos ante una transformación no sólo rutinaria, sino controlada. En las antípodas de las mutaciones por accidente. No hay sorpresa, el cambio que se produce es el esperado, el que usted ha planeado.
3. El mago mete a su sombrero de copa una paloma. Se escucha música para la ocasión. Da dos golpes con su varita mágica, voltea el sombrero y, ¡oh, sorpresa!, cae confeti. La paloma se ha transformado en papel picado de colores. O por lo menos así lo veíamos de niños. Ahora nos preguntamos, ¿dónde quedó el ave?, porque nos resulta difícil creer en la magia. Pero quedémonos con la noción infantil: también existen metamorfosis mágicas. Trucos baratos que sorprenden a los pequeños.
4. Antes a los viejos se les llamaba viejos. Ahora, lo políticamente correcto es decirles adultos mayores en plenitud. Alguien pensó que viejo resultaba peyorativo y deseó desterrar esa noción para no ofenderlos, y entonces para halagarlos inventó una nueva denominación. Estamos, me temo, ante una transformación nominalista, porque los viejos siguen siendo viejos, cargados de achaques, con sus condiciones físicas disminuidas, aunque los llamemos con dulzura "añosos maduros y experimentados".
Tenemos pues hasta aquí cuatro tipos de transformaciones.
El viernes pasado el Consejo Nacional de Convergencia decidió modificar su nombre. Si su Asamblea Nacional, que se realizará el 31 de julio y el 1o. de agosto, lo aprueba, ahora será Movimiento Ciudadano. Por 174 votos a favor y 2 en contra la iniciativa será presentada a su máximo órgano de gobierno (Reforma, 25 de junio, 2011). ¿A cuál de los tipos de transformación anteriores se parece? Piense, por favor, un rato.
1. No parece ser una mutación por accidente. La dirigencia del partido hizo la propuesta, los miembros del Consejo la aprobaron, imagino que antes platicaron entre ellos, es decir, de inesperada, azarosa, accidental, nada.
2. Parece más bien un cambio controlado. Como cuando usted mete agua al refrigerador para que se convierta en hielo. Una transformación sin sorpresa, planeada. Aunque se han manifestado algunas voces en contra, todo parece indicar que la aprobación es mayoritaria y así lo trazó y operó la dirección de Convergencia.
3. Tiene también un cierto ingrediente mágico. Diría un mago: "ahora ven Convergencia, ahora ven un Movimiento Ciudadano". Y el niño de 7 años quizá quede sorprendido, boquiabierto, por la mutación instantánea. Es difícil, sin embargo, que los mayores de ocho años se crean el truco. Aunque, me dice mi vecino, son muchos los adultos que tienen la edad mental de niños de primero de primaria.
4. Pero de lo que no hay duda es de que se trata de un típico cambio nominalista: como el de los viejos convertidos en adultos con atributos excelsos. Así, el Partido Convergencia pasará a ser un Movimiento Ciudadano sin dejar de ser lo que hasta ahora ha sido: un partido político. Da pena acudir a la llamada sabiduría popular para enunciar que "la mona aunque se vista de seda...". Pero en el cambio de ropaje, de nombre, hay un resorte que vale la pena subrayar: la sobrevaloración que hoy por hoy tiene entre nosotros la noción de "ciudadanos".
Los ciudadanos han pasado a ser la fuente de todas las virtudes, el manantial del que salen las aguas limpias, los nutrientes de la justicia y la honradez, el origen de la dignidad. Antes, para la izquierda, ese actor era encarnado por los trabajadores; para los populistas en todo el mundo el origen de todo lo bueno emanaba, por supuesto, del pueblo; y luego del temblor de 1985, entre nosotros se puso de moda la sociedad civil: océano inabarcable del que procedía la caridad, la compasión, la bondad infinita.
No es casual que en el nuevo nombre de Convergencia se omita la tendencia política, las causas que quiere impulsar o el ideario que le da vida. Basta con decir ciudadano para hacer alusión a una entidad (casi) sagrada, pura, diferenciada de la corrupción, la incompetencia, la cerrazón que supuestamente marca a los políticos.
Tenía que suceder: tendremos partidos convertidos, por la magia del lenguaje, en movimientos ciudadanos. Y ya llegarán los ciudadanos que queriendo hacer política se nieguen a reconocerse como políticos.

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