lunes, 13 de junio de 2011

DIPLOMACIA PARLAMENTARIA

MANLIO FABIO BELTRONES

Cerca de 192 millones de personas en el mundo viven en un país en el que no nacieron, 3% de la población mundial. Una de cada treinta y cinco personas de manera forzada abandona sus comunidades de origen. México expulsa anualmente a 250,000 personas a Estados Unidos; los cambios estructurales en la economía mundial, el aumento de la violencia, el desempleo y la pobreza llevarán a una tendencia creciente en los desplazamientos forzados en nuestro país. ¿Qué estamos haciendo los gobiernos de Estados Unidos y México para convertir la ola migratoria en una virtud y no en una desgracia? ¿Estamos diseñando políticas públicas e impulsando reformas legales de carácter regional?
Los desplazamientos forzados no son un fenómeno nuevo entre Estados Unidos y México, pero sí se ha agravado. La liberalización del comercio entre ambas naciones ha contribuido a que la migración ocupe el centro de la agenda bilateral, pues es cada vez mayor la cantidad de mexicanos que encuentra atractiva la demanda de mano de obra que ofrece Estados Unidos. A pesar del peligro que representa el cruce fronterizo, nuestros migrantes abandonan a sus familias para insertarse en un mercado laboral realizando trabajos peligrosos, difíciles, con bajos niveles salariales y sin reconocimiento social, además de enfrentar un clima social y político hostil.
Se cumplen 50 años de que legisladores de Estados Unidos y México nos reunimos cada año para realizar la Reunión Interparlamentaria México-Estados Unidos. El tema migratorio ha estado presente en todas y cada una de las Reuniones. Hace 50 años se entendió que la frontera debía ser puerta de comprensión, estabilidad y prosperidad; y que el intercambio de información y experiencias de la labor parlamentaria fortalecería la comprensión mutua para sumar esfuerzos e instrumentar acciones conjuntas en el tema migratorio. Poco hemos logrado.
Si bien la Reunión Interparlamentaria ha servido para asumir compromisos, los acuerdos no se han logrado, pues parece que nos cuesta trabajo aceptar que los dos países somos corresponsables en el tema migratorio. Con el tiempo somos más el número de legisladores de ambas naciones que aceptamos que en el tema migratorio es urgente impulsar cambios legales y diseñar políticas públicas desde una perspectiva regional que asuma el pleno respeto a los derechos humanos de los migrantes. Ha habido algunos avances. En la reciente visita que realicé al estado de Nevada, en Estados Unidos, el líder de la mayoría demócrata del Senado de Estados Unidos, Harry Reid, me afirmó: "estoy y seguiré luchando por la reforma migratoria. Este es mi tema prioritario, más que la guerra en Irak y otros tópicos". Declaraciones que indican un compromiso sólido que hay que concretar.
¿Cómo llegamos al cincuentenario de la Reunión Interparlamentaria? Con avances significativos, pero con pendientes. En primer lugar, es muy positivo que se comience a reconocer los beneficios de la migración ilegal. Se sabe que los estadounidenses obtienen un estimado de 37,000 millones de dólares al año por la participación de inmigrantes en la economía y que pagan más en impuestos que lo que usan de los servicios gubernamentales. Cada vez es mayor el número de estadou- nidenses que acepta que los inmigrantes, en su gran mayoría de origen mexicano, contribuyen en la seguridad social con un estimado de 7,000 millones de dólares anuales en impuestos
Sin embargo, todos conocemos la persecución que enfrentan. Los derechos humanos de los migrantes distan de estar protegidos y cerca de cien mil niños en Estados Unidos están en hogares desin- tegrados porque sus padres fueron deportados. El 75% de estos niños nacieron en Estados Unidos. De estos problemas humanitarios, ambos países somos responsables. A esto debemos sumarle los costos que tiene llegar a Estados Unidos tras pasar caminos sembrados de odio, corrupción, intolerancia, racismo, y exclusión; en ello, México también tiene pendientes
Tras 50 años de la primera Reunión Interparlamentaria México-Estados Unidos es evidente que el debate migratorio no puede continuar sólo con el intercambio de palabras y de buenos deseos. Nosotros hemos avanzado al aprobar recientemente una nueva Ley de Migración, con el interés del Estado mexicano por dar a los migrantes en nuestro país un trato con respeto a los Derechos Humanos y similar al que exigimos para nuestros compatriotas en los Estados Unidos.
La complejidad y la dimensión del tema migratorio, sumada a la interdependencia económica que tenemos ambas naciones, obliga a que seamos los legisladores los que juguemos un papel más activo y sentemos la base para impulsar cambios dirigidos a establecer un flujo migratorio ordenado, legal y seguro. No tengo duda de que en 50 años habremos consolidado una región próspera, segura y generadora de bienestar para todos.

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