JOSÉ WOLDENBERG
En el invierno de 1977 un grupo de amigos viajamos a España. Los últimos dos años habían sido de transformaciones espectaculares. En 1975 había muerto, por fin, El Caudillo, Francisco Franco; el PSOE había realizado su XIII Congreso en el exilio y nombrado una nueva dirección "en el interior", encabezada por Felipe González; la Junta Democrática, en torno al Partido Comunista, se movilizaba bajo la consigna de "amnistía y libertad"; el príncipe Juan Carlos era coronado rey de España y nuevo jefe del Estado; Adolfo Suárez llegaba al gobierno; se discutía y aprobaba una reforma política; se registraban a todos los partidos; se llevaban a cabo las primeras elecciones libres luego de casi 40 años, y por fin, el 22 de julio de 1977 se instalaban las nuevas Cortes, donde se encontraba y reconocía la variedad de fuerzas políticas. Una nueva era se abría para España. La era democrática.
Resultaba interesante asomarse a esos cambios. Suscitaban entusiasmo y curiosidad, ganas de entenderlos e incluso -irracionalmente- emularlos. En los aparadores de las librerías y en los kioscos de periódicos destacaba un libro, el Premio Planeta de ese año: Autobiografía de Federico Sánchez de Jorge Semprún. Pablo Pascual lo devoró de un tirón, nos leía compulsivamente algún pasaje, nos contagió su entusiasmo, y acabamos leyendo y desmenuzando el libro.
Semprún es, por sobre todo, un memorialista. Un hombre obsesionado por intentar que la memoria no se evapore. Sabe, me temo, que todos los esfuerzos serán vanos, pero que vale la pena emprenderlos porque la identidad de cada quien se encuentra en su biografía y la de una nación -si es que existe algo así como la identidad de una nación- en su historia. De tal suerte que la Autobiografía... es un ir y venir por el tiempo, la militancia, la disidencia, la decepción.
Recuerda una reunión plenaria del comité ejecutivo del Partido Comunista de España celebrada en un antiguo castillo de los reyes de Bohemia en las afueras de Praga, celebrada en 1964, en la cual "desde la cúspide de la pirámide sacrificial del centralismo democrático", Fernando Claudín y Federico Sánchez (él) fueron expulsados del Partido. Ese es el punto de partida y de llegada del libro, pero la columna vertebral son los recuerdos de su militancia clandestina en España (1953-1963), su distanciamiento de la línea oficial del Partido y finalmente su separación.
La Autobiografía... es una crítica frontal a la política del PC, pero también una autocrítica. Semprún dedica no pocas páginas a demostrar, por ejemplo, la carga subjetiva, voluntarista, del PC de la posguerra. Una política dice, que confunde aspiraciones con realidades, anhelos con posibilidades, una narrativa epopéyica que no se compadece de "las condiciones objetivas". Pero es capaz de escribir también: "Todo esto lo digo hoy a posteriori. Resulta fácil decirlo, no tiene mucho mérito...", luego de lo cual da a conocer su propio "Canto a Dolores Ibárruri" (La Pasionaria), para concluir rotundo: "basta para saber cuál era mi aportación personal al subjetivismo enajenado de la época".
La novela -si es que así se le puede denominar- es algo más o algo menos que eso. Se trata de un ensayo novelado que busca aclarar la biografía de Federico Sánchez, las posiciones que sostuvo y no las que otros le atribuyen; que recrea un clima político, las vicisitudes de la clandestinidad, las relaciones con sus compañeros, pero sobre todo, una dura y contundente filípica contra el llamado "centralismo democrático", el culto al liderazgo, la subordinación a los dictados de Moscú, las "purgas" sucesivas, el lenguaje desgastado y los rituales que absorben y consumen la vida toda de la organización.
Es un caleidoscopio: un ajuste de cuentas; una navegación sólo en apariencia azarosa por los laberintos de la memoria; miniensayos conectados por el ansia de aprehender lo fugaz, lo coyuntural, lo anecdótico; una historia de sacrificio y enajenación colectiva; un canto a la auténtica camaradería y un manifiesto contra el autoritarismo inclemente de "los nuestros"; un rompimiento lúcido y esclarecedor con el pasado inmediato; un recordatorio de la militancia en "los tiempos difíciles"; una confrontación entre las fantasías juveniles y las persistentes realidades que es incapaz de exorcizar el hombre maduro; una crítica al "discurso político monolítico y monologante"; un esfuerzo por evitar la falsificación de la historia. Semprún no se resigna a que su biografía como Federico Sánchez, es decir, como militante clandestino, se disipe sin dejar rastro.
Ésa es su obsesión, su vocación. Antes y después dejaría sus ilustrados y conmovedores testimonios como joven resistente antinazi y sobre su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald. El largo viaje (1963), El desvanecimiento (1967), Aquel domingo (1980), La escritura o la vida (1995), Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001) son sólo algunos de los títulos que ilustran su afán inconmovible "por no cerrar a cal y canto mi memoria"
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