jueves, 2 de junio de 2011

ACUERDO POLICIAL

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS


Después de concluida la XLI Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) en la ciudad de Monterrey, Marcelo Ebrard dijo que los gobernadores de los 31 estados y el jefe de Gobierno del Distrito Federal acordaron llevar a cabo en las próximas semanas (no precisó la fecha exacta) un operativo policial antinarcóticos y contra el tráfico de armas. Tal dispositivo en las 32 entidades federativas reunirá a 200.000 policías. "Vamos a hacer lo mismo al mismo tiempo", afirmó. La idea es supervisar vehículos de pasajeros con el fin de combatir el tráfico de drogas y armas. Explicó que este operativo contribuirá a la estrategia federal y "será un esfuerzo que coadyuva, que complementa, y que muestra la buena voluntad de todos los Estados". Pero luego vino una declaración inquietante, a saber, que en la ciudad de Chihuahua se van a reunir con representantes de diferentes grupos civiles, entre ellos el poeta Javier Sicilia y el empresario Alejandro Martí, para oír lo que proponen y representan en términos de un movimiento social muy importante. ¡Cuidado! Martí y Sicilia merecen el mayor respeto, y lo recalco. Han sufrido en carne propia la violencia criminal. Les asiste todo el derecho del mundo para protestar e inconformarse casi a gritos, son personajes paradigmáticos del dolor y afrenta que padece la nación, pero no tienen carrera política ni tampoco son en sí políticos. Como seres humanos su valor es enorme, acrecentado por la tragedia. Nada más y nada menos, o sea, representan algo que hay que atender con urgencia, lo que no garantiza que sus propuestas, sus razones o recomendaciones sean válidas, aceptables. No olvidemos que lo válido es fundamentalmente lo legal. Lo digo porque ambos han sostenido, palabras más, palabras menos, que es necesario implementar a fondo la reforma constitucional de 2008 en materia de justicia penal y seguridad pública. ¿Con absoluta objetividad qué saben ellos de eso? No son especialistas en la materia para ver sus posibles bondades o sus errores garrafales, que es el caso. En tal virtud que se los escuche en su calidad de representantes de un pueblo dolorido y agraviado. Han tenido el valor de dar la cara, lo que no hace cualquiera, pues la mayoría de la gente se queja en corto, a "sotto voce", en las tertulias de café. Sin embargo no vayan los gobernadores a confundir las cosas, a suponer equivocadamente que lo que pidan o reclamen aquéllos es suficiente para hacerlo. Martí y Sicilia son un símbolo, la expresión palpitante de una gigantesca inconformidad. A los gobernadores y al gobierno en general corresponderá canalizarla con inteligencia, con absoluto apego al Derecho y no por la vía de la concesión demagógica. La tentación de caer en lo contrario será enorme pues abunda la demagogia, que es la tergiversación de lo real y de la realidad. Repito, Martí y Sicilia merecen el mayor respeto. Los griegos decían que el dolor unge a los hombres y los transforma en una especie de semidioses, los signa con óleo sagrado ya que han conocido las dos caras de la vida, pero no los vuelve sabios ni conocedores de disciplinas que requieren de profundo estudio y meditación. Insisto, Martí y Sicilia son personas emblemáticas y hay que leer en ellos lo que haya detrás, que no es la coyuntura que abre puertas al oportunismo.
Ahora bien, detrás suyo no está por cierto lo que el Presidente pide que reconozcamos, lo bueno de México. Los presiona y ensombrece lo malo, el fantasma de la violencia criminal. Durante la clausura del foro Iniciativa México dijo Calderón que "para mejorar como sociedad hay que reconocer las virtudes para tener un México positivo". Y no es, lo cual supone, que se trate de "un concurso de demolición del ánimo nacional, a ver quién le tira más fuerte". El mismísimo Presidente admite que "no se deben ocultar los problemas, hay que darles solución". Martí y Sicilia han sido lacerados por lo malo y negativo, igual que millones de mexicanos. Lo bueno desde luego existe en el país, siendo que ambos lo representan con creces. Pero lo bueno no es esta guerra, ni esta estrategia, ni esta política nefasta, ni mucho menos los instrumentos pseudo jurídicos con los cuales se quiere enfrentar al narcotráfico y a la delincuencia organizada. Lo bueno es la firme decisión de decir la verdad y desenmascarar a la mentira. Y lo bueno son también, queremos pensarlo, los 200.000 policías que formarán parte del operativo antinarcóticos y contra el tráfico de armas, policías cuya presencia y trabajo revelan lo terrible de la situación por la que atraviesa México.




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