martes, 6 de marzo de 2012

EN DEFENSA DE LA PLURI

JORGE ALCOCER VILLANUEVA
Movidas por la decepción ante los resultados de la alternancia, hay voces que también arrasan con las conquistas democráticas alcanzadas durante la transición. Pero la decepción no justifica la desmemoria, ni que para tirar el agua sucia haya que romper la tina.
Es cierto que algunos de los candidatos incluidos en las listas plurinominales para diputados y senadores dan pena ajena, ante lo cual la única defensa de los ciudadanos es no votar por el partido que los postula; pero de eso a sumarse al coro de los que piden terminar con el sistema de representación proporcional hay una enorme distancia.
A don Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación (1976-1979), se debe la introducción de los diputados plurinominales, que en su origen y hasta 1985 fueron 100, en una Cámara de 400; la fórmula fue ideada por el tuxpeño como un compartimento estanco reservado a las oposiciones, en ese entonces todas minoritarias, sin posibilidades de competir por diputados de mayoría.
Gracias a esa reforma, el sistema político se abrió para admitir la participación de partidos excluidos por décadas de la competencia electoral (PCM y PDM) y para incorporar nuevos (PST, PRT, PMT). Las 100 curules plurinominales hicieron posible que las oposiciones contaran con un mayor espacio para hacer oír sus propuestas y críticas, así como para la presencia en la Cámara de Diputados de sus principales dirigentes. Plurinominales fueron, por citar solo algunos, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Ramón Danzós, Gilberto Rincón Gallardo, Othón Salazar, Heberto Castillo, Alejandro Gascón Mercado, Demetrio Vallejo, Abel Vicencio Tovar, Bernardo Bátiz, Luis Calderón Vega, Juan de Dios Castro Lozano, Carlos Castillo Peraza, Ricardo García Cervantes, Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón Hinojosa.
La plurinominal fue una vía para que, de izquierda a derecha, los entonces partidos minoritarios tuviesen espacios para la formación legislativa de sus cuadros políticos, así como para expandir sus posibilidades de competencia, condición primera para la pluralidad y la alternancia.
En 1986 una nueva reforma modificó de raíz el sistema plurinominal al convertirlo en la vía para procurar que la presencia de cada partido en San Lázaro correspondiese a su porcentaje de votos, para ello, el número de curules de representación proporcional aumentó de 100 a 200 y el partido mayoritario entró al reparto de las mismas. En los años siguientes se produjeron nuevos cambios hasta llegar al sistema vigente desde 1996, cuando se introdujo la norma constitucional que establece en 8 puntos porcentuales el tope a la sobrerrepresentación; se fijó en 300 el número máximo de diputados que un partido puede alcanzar, por ambos principios, y se instauró en el Senado la lista plurinominal, con 32 escaños a asignar.
Así, de un sistema ideado para dar cabida a partidos minoritarios en la Cámara de Diputados, la plurinominal se convirtió (1986) en una fórmula que propició la implantación territorial de las oposiciones, la acelerada expansión de su competitividad en los comicios, la pluralidad legislativa, que se reflejó también en las Cámaras locales y los cabildos municipales. Sin los efectos positivos de la plurinominal la alternancia en los poderes ejecutivos hubiese demorado más. Bajo esa fórmula han llegado a las Cámaras buena parte de los legisladores con mayor capacidad, de cuya participación depende, en buena medida, la conducción de las sesiones plenarias y el trabajo de las comisiones.
La representación proporcional no fue un invento mexicano; existía de antaño en varias democracias europeas y con el correr de los años se ha implantado en buena parte de las naciones de Europa, América Latina y Asia. Hay excepciones, las más notorias son Estados Unidos de América y Gran Bretaña.
No es culpa de los reformadores que los partidos hayan convertido la plurinominal en mecanismo para otorgar fuero y prebendas a personas de dudosa reputación, a los familiares de sus dirigentes, a los amigos de éstos, a sus financiadores, y hasta a personeros de las empresas de televisión (las "telebancadas").
La causa de la irritación ciudadana es la antidemocracia partidista y los abusos que de ella derivan. No hay que confundir.

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