JULIO JUÁREZ GÁMIZ
La llegada de un cuarto candidato a la presidencia de la República es anticlimática. Cuando las preferencias se partían en tres y parecía que, por primera vez en nuestra historia electoral moderna, tendríamos solo tres contendientes, aparece Gabriel Quadri de la Torre como meteórico político ungido por las fuerzas vivas del magisterio. Los atributos negativos asociados al corporativismo del Panal y a su gran electora, la maestra Elba Esther Gordillo, han convertido de inmediato una postulación que pretendió ser ciudadana en una maniobra electorera más.
Es bienvenida la participación de caras nuevas en una elección, sobre todo si su incursión parte de impulsar una agenda de temas que, como en el caso del medio ambiente, los políticos tradicionalmente rehúyen. Sin embargo, lo de Quadri es el antiguo caso del lanzamiento que hace una marca mal evaluada de un producto desconocido aunque por lo visto bastante irascible. Apenas el pasado lunes asistió a una entrevista a MVS radio en donde dijo sentirse acribillado por repetidos cuestionamientos a lo que, a mi juicio, es el verdadero sustento de su candidatura: la estructura y función política del partido que lo postula. Y yo por qué debo responder a eso, respondió irritado Quadri. Y, ante eso, yo me pregunto qué derecho tiene el candidato del Panal a pagar la renta de su megáfono electoral con recursos públicos.
Y las teorías de la conspiración florecen por doquier. Que si a Quadri lo subieron al ring para golpear a los contrincantes de Enrique Peña Nieto. Que si su función será servirle de pararrayos al candidato priista distrayendo la atención de quienes, tal y como se encuentran perfiladas las preferencias electorales, buscarán restarle puntos al mexiquense a como de lugar. Que si el Panal decidirá sobre la marcha si Quadri declina a favor del puntero o de quien ofrezca mayores prebendas. Que si se trata de una inmejorable oportunidad para hablar de temas, ideas y propuestas novedosas. Que si su candidatura busca encarecer el voto de los indecisos y restarle así opciones de crecimiento a Josefina Vázquez Mota y a Andrés Manuel López Obrador. Todo está por verse aunque de todas estas incógnitas hoy me ocupo de la que podría estár basada en datos duros.
¿Puede la candidatura del Panal alterar el resultado electoral significativamente? Veamos como se ha repartido la votación en las últimas cuatro elecciones presidenciales. En 1988 fueron 6 los candidatos registrados aunque uno de ellos (Heberto Castillo) declinó a favor de Cuauhtemoc Cárdenas (entonces candidato del Frente Democrático Nacional que un año después diera origen al PRD). En aquel emblemático y controvertido año apenas 1.41% de los votos no fue acaparado por las tres fuerzas políticas hasta hoy dominantes en el Congreso de la Unión. La diferencia entre el 1º y 2º lugar, de acuerdo a los datos oficiales y considerando la infame ‘caída del sistema’, fue de 19.7%.
Para la elección presidencial de 1994 se registraron 9 candidatos y, fuera de la triada PRI-PAN-PRD, se ubicó 8.8% de la votación. La diferencia entre el 1º y el 2º lugar, sin embargo, llegó al 22.77%, es decir, 3 puntos más que seis años antes. En el año 2000 fueron 6 los candidatos registrados con 4.73% de los votos ubicados fuera de la terna ya mencionada y, ahí si mucho más cerca, la diferencia entre el ganador y el segundo lugar fue de 6.41%.
Hace seis años en la elección presidencial de 2006 se presentaron a competir 5 candidatos, en esta ocasión fueron el 5.84% de los votos los que no llegaron a estos tres partidos grandes y, como ya se sabe, la diferencia entre ganador y perdedor fue apenas de 0.56%.
Más aun y como antecedente inmediato del propio Panal, en la elección presidencial de 2006 su candidato fue Roberto Campa quien no alcanzó ni siquiera un punto porcentual de la votación nacional efectiva (.96%). Mucho se dijo en su momento que la estrategia del Panal fue apoyar con votos a la candidatura de Felipe Calderón pero fortalecer su presencia en el Congreso. Cómo explicar si no el número de votos que dicho partido obtuviera tanto para senadores (4.05%) como para diputados (4.54%). La diferencia entre los votos obtenidos por su candidato a la presidencia y los candidatos al Congreso es significativa y nos obliga observar con interés las encuestas sobre estas preferencias particulares.
Para Gabriel Quadri ganar la presidencia es sueño imposible, él lo sabe. Lo sabe también la maestra Gordillo y la plana mayor del Panal. Pero eso no significa que en el camino ni él ni el partido que lo postula vayan a registrar ganancias. No les alcanza por sus fueros para llegar a los Pinos pero tienen la estructura suficiente para conservar un poder palanca en elecciones cada vez más competidas. La historia electoral reciente podría hacernos pensar que la incidencia de esta fuerza electoral podrá pesar solo si la diferencia entre el primero y el segundo lugar se acorta antes del día de la elección. Es muy probable que el medio ambiente se irá enrareciendo.
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