jueves, 22 de marzo de 2012

¡DIGNIDAD, SEÑOR PRESIDENTE, DIGNIDAD!

RAÚL CARRANCÁ

No se puede estar en misa y repicar las campanas de la libertad. Sería ingenuo suponer que la visita de Benedicto XVI a nuestro país no tiene inmediatas consecuencias políticas, al margen de lo que el Papa pretenda o desee. Peña Nieto y Vázquez Mota, por ejemplo, ya reservaron un lugar en la solemne misa que oficiará el Sumo Pontífice. Claro, no son jefes de Estado y como buenos políticos se dan ese lujo en busca del voto electoral. He allí pues una clara demostración de lo que son capaces de hacer los políticos que quieren llegar muy alto, no al cielo pero sí a la silla presidencial. La pregunta es si se puede estar en misa y repicar las campanas de la libertad, en concreto del laicismo. Hidalgo tañó la campana de Dolores pero fue el libertador de la patria aparte de ser excomulgado, previa Inquisición, por la Iglesia de su tiempo, lo mismo que el gran Morelos. Lo que pasa es que los políticos aprovechan la menor ocasión para llevar agua a su molino, no importa que sus muelas trituren y desmenucen convicciones en vez de trigo. Sin embargo, el que tiene la banda presidencial al pecho ha de tener mucho cuidado. Ya se sabe que nuncios, cardenales, obispos y emisarios de estos manifiestan bien alto, a viva voz, que el Papa sólo cumplirá con una visita evangélica. Dios lo quiera, Dios que es tan ajeno a la política de ocasión y conveniencia. Por eso el Presidente Calderón debe guardar una compostura impecable, antes de que su carroza se vuelva calabaza y sin que saque ésta a la vista. Ojalá tenga presente, bien presente, la carroza en la que Juárez llevó por toda la República los ideales de la libertad. Ojalá Calderón emule a Morelos y sea en las próximas horas un siervo de la nación, que servirla es mantener la dignidad que lo obliga a respetar y acatar la Constitución. Ojalá los curas viejos (obsoletos intelectuales), los que rechazan el progreso y olvidan que el mismo Cristo lo pregonó, no salgan con la cantinela de siempre haciendo sonar la campana de la intransigencia con el badajo del fanatismo. Algunos aspirantes a ocupar la silla en la que hoy se sienta Calderón podrán sin duda resbalar, causando vergüenza ajena en el pueblo. Caerán de la motocicleta o de la tribuna, dirán barbaridades o exhibirán su ignorancia supina, que ya no lo será si algún día los envuelven con el incienso del poder. Pero Calderón ha de ser cauto, prudente, inteligente. ¿Es mucho pedirle? No es el Presidente de un partido sino de un país, no debe hacer a un lado la ideología de la República substituyéndola por la suya personal. Aquí no es relevante que el pueblo sea en su mayoría católico. Lo notable, lo que ignoran los fanáticos y conservadores a ultranza, es que ese pueblo es igualmente laico. Ama la libertad que le permite creer en lo que quiera.
Por último, Benedicto XVI tiene todo el derecho de emitir un mensaje de paz, solidaridad y amor, lo que necesitamos los mexicanos con verdadera urgencia. Pero que no lo politice ni tampoco lo cubra con la capa talar de su alta investidura. No obstante un Presidente insensible, oportunista, podría mover esa capa y permitir que el aire revuelva lo que hay tras ella. Un Presidente sin decoro. En tal virtud Calderón se enfrentará a un reto, el de conservar la serenidad republicana aunque se le impute la muerte de más de 60.000 personas llevadas al sacrificio en su guerra inicua e ineficaz. Ese es el reto, que sea humilde y si cree en el eminente emisario que se confiese con él... pero en privado. Allí quedará el secreto de lo que millones de mexicanos consideramos una atrocidad. Sería terrible que olvidara su condición de jefe de Estado y de gobierno, ignorando lo mismo en su ilustre visitante. Lo conveniente, lo político incluso, es que la religión ocupe un espacio y la República laica otro, sin tapujos de ninguna especie. Que no se olvide Calderón del principio histórico de la separación del Estado y las iglesias, y en el caso concreto de la Iglesia Católica.

¡Dignidad, señor Presidente, dignidad!

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