lunes, 12 de marzo de 2012

FRIEDMAN, ISLANDIA Y LA RENDICIÓN DE CUENTAS

RICARDO BECERRA LAGUNA

Patrocinado por el KB-Bank en agosto de 1984, Milton Friedman asistió a un parsimonioso debate electrónico donde reverberó sus alegatos económicos que en la mañana, había expuesto en la Universidad de Reikiavik (hay una grabación, potable en algo parecido al inglés y se puede ver todavía).

Esa visita es legendaria porque Friedman pasaba por uno de sus momentos inspirados en los que exhibía todo su talento propagandístico y sobre todo, porque llegó justo a tiempo y dio el empujón intelectual que hacía falta para los cambios liberalizadores de la isla.  
“Hay un antes y un después de Friedman” en Islandia, dice el escritor Halldór Laxness, pues los años que seguirían “fueron un torrente que pocos comprendieron”, uno de los experimentos más extremos de privatización, bajos impuestos, desregulaciones y en su cenit -al cruce del año 2000- la entrega completa de la banca a los magos de burbujas, quienes iniciaron su carrera conectándose con los flujos endemoniados y sin control de la City, en Londres, Wall Street y la Europa Continental.  
Por eso, Islandia se llenaba a manos llenas con el dinero de Lehman and Brothers: la isla pagaba tipos de interés del 15% y de ese modo, succionaba también los ahorros de austriacos, alemanes y holandeses. La banca (el KB-Bank) incluso, puso en órbita una excusa publicitaria: “los islandeses controlan mejor el riesgo por su pasado vikingo", y así embarcaron de lleno a Islandia, al póquer financiero global: finjo bonanza y riqueza para que lleguen préstamos a manos llenas. Luego veremos.
Esta festín desregulado se desbocó a límites pocas veces visto: los activos crediticios de los bancos llegaron a multiplicar por 9 el PIB islandés (si lo que produce el país es 100, lo que presta es 900), porque llegaba mucho dinero fresco de otras partes.
Así, los islandeses tuvieron créditos disponibles para casi todo (casas, autos, viajes, producción, tecnología, consumo, etcétera), una política monetaria antiinflacionaria de poco circulante, acompañada de una política fiscal que se basó en bajar impuestos durante 7 años consecutivos: la utopía liberal de Milton Friedman, ni más ni menos, sostenida en un crédito artificial.  
Fueron 10 años de crecimiento basados en ilusión financiera más que en realidad productiva, pero cuando los ingleses nacionalizaron de emergencia sus bancos (2009), la llave se cerró abruptamente. Sin ese dinero venido de fuera (Alemania, Francia, Dubai o las Islas Caimán), toda Islandia se quedó con deudas.   
De esa suerte sobrevino "el shock más brutal y fulminante de la crisis internacional", como dice Jon Danielsson, de la London School of Economics. El país, de 320 mil habitantes, lleva una caída acumulada del PIB de 12 por ciento hasta 2011, desempleo del 10 por ciento y una caída del ingreso per cápita del 40 por ciento. Económicamente, Islandia volvió a ser lo que era en 1998, pero con deudas, aquí y allá, de los ciudadanos, el gobierno, las empresas y de los bancos, lo que vuelve a comprometer el crecimiento en los siguientes 10 años.  
¿Les suena? La historia es dolorosamente familiar en América Latina: desempleo, recortes al gasto y a los programas sociales, postración productiva, subida de impuestos y mucha, mucha, emigración. Danielson informa que 50 mil islandeses se han ido o quieren hacerlo, desde el 2009, ¡el 15% del total! (The first casualty of the crisis: Iceland).
Todo esto es demasiado familiar para nosotros, mexicanos expertos en reformas estructurales frenéticas, crisis, recesión y estancamiento. Lo novedoso y muy curioso de Islandia es la reacción política: a cambio de la medicina de caballo, exigieron la caída de la coalición conservadora-socialdemócrata, una investigación especial de los hechos, la detención de sus banqueros, una decisión parlamentaria para determinar las condiciones bajo las que se pagará a los acreedores británicos y holandeses, transparencia de lo que sucedió y de lo que hará su gobierno y la redacción de una nueva Constitución que incluya la noción de rendición de cuentas, bajo la forma más radical: castigar, tipificando como delito, la irresponsabilidad y la negligencia de los gobernantes.
Esto abre la discusión de un tema que el derecho, la administración pública y la ciencia política han eludido prudentemente: ¿se puede establecer una norma para sancionar penalmente el error, la ineptitud, la estupidez pura y dura y la corrupción asociadas a ellas?
En esas está, desde hace una semana exactamente, el ex Primer Ministro Geir Haarde, a quien el Parlamento acusó de no haber tomado las medidas necesarias para amortiguar o impedir la crisis financiera de 2008.
Su defensa es política y también ideológica: “Nosotros teníamos una regulación muy parecida a la del Reino Unido aprobada democráticamente en nuestro Parlamento soberano; no había razones para sospechar la descapitalización de los bancos; las calificadoras no advertían sino celebraban nuestra fortaleza y actuamos en consecuencia; el entorno financiero había abierto las posibilidades de un flujo de préstamos ilimitados, todo eso que aprendimos de Friedman en 1984”, dijo socarronamente ante el Tribunal especial de Landsdomur, el lunes pasado (La República, 10 de marzo 2012).
El señor Haarde se defiende y pone la cuestión en el terreno de la “ciencia”, de lo comúnmente aceptado, de lo sancionado por estructuras expertas y por las costumbres bien vistas por el mainstream económico. 
No son parámetros fáciles ni hay experiencia alguna sobre un tipo de rendición de cuentas tan profundo y tan extremo, pero la propia crisis es, asimismo, profunda, extrema y media Europa está amenazada a una era gris de estancamiento por una generación.
¿Los culpables tendrán como sanción, multa, cárcel, crítica pública y ganar un poco menos? Veremos si esos vikingos pueden ir más allá del escándalo mediático y tienen el talento político e intelectual para diseñar un camino más allá, dar un paso inexplorado, en el escurridizo concepto y en el entramado de la rendición de cuentas.

2 comentarios:

Manu dijo...

En ningún momento de la nota se justifica que Islanda haya entrado en crisis directamente por la influencia de Friedman. En todo caso por el sistema financiero que, por cierto, no hizo mucho caso a las políticas recomendadas por el premio Nobel. Sino que, en complicidad del gobierno, confiscó la propiedad privada y los ahorros, intervino los precios y reguló el mercado cambiario. Es decir, todas medidas antiliberales. Es una constante obsesión acusar al liberalismo de las crisis, cuando las causas son debidas a la intervención del estado, el saqueo y robo con el pretexto de redistribuir la riqueza. Artículos como el publicado en este blog, no hacen más que reproducir mediocremente ideas carentes de todo fundamento científico para desprestigiar a la sociedad libre. En efecto, para alabar a los gobiernos corruptos que imponen a sus ciudadanos recetas para una sociedad de "bienestar" con el trabajo y el dinero ajeno. Para la próxima, sería conveniente indagar más por la literatura del liberalismo y sus grandes pensadores.

Tabris dijo...

Que elogio mas grande a la desinformación es este articulo, ensuciando vilmente el modelo de economía de libre mercado. Darè beneficio de duda a la razón por la que redacta este blog, ya sea ignorancia o ingenuidad. Aunque me hace pensar que es con intenciones de socavar el ideal liberal a favor del colectivista que aquí percibo y es generalizado en muchos medios de comunicación.